miércoles, 19 de septiembre de 2018

Que se metan su lengua donde les quepan...




En el oficio de amar 
mil circunstancias acontecen.
Hay amores fatuos que portan 
su caducidad por calles efímeras..
Los hay impetuosos, capaces 
de abrasar sus ansias
en un corto intervalo de besos.
Y amores infinitos que perduran 
su inmortalidad
por los anales de la desmemoria..
--Joaquin--

Antes de la llegada de los romanos a España ya hablábamos aquí un montón de lenguas, ¡Mira tú!.. Así que nada nuevo bajo el Sol. Se hablaban tantas como tríbus habitaban esta sufrida piel de toro; justo igual que ahora. Se oía hablar, por ejemplo, en tartesio (en la esquina suroccidental) también en íbero en toda la orilla del Mediterráneo y, ¡cómo no!, una multitud de lenguas de origen céltico en Castilla, Asturias, Galicia o Extremadura. De todas ellas la única que ha sobrevivido hasta nuestros días, y muy retocada, por cierto, es el vascuence, pero...
Llegaron lo romanos, allá por el año 219 a.c. y nos impusieron a marchamartillo su cultura y su lengua. Eso sí, tardaron en hacerlo nada menos que trescientos años. Y es que ya entonces éramos unos cafres y no había manera de desasnarnos. Pero al final entramos por el aro y todos los hispanorromanos, que no éramos muchos entonces, acabamos por hablar el Latín. ¡Oh! el latín, ése idioma maravilloso! ¡El habla del Imperio! ¡La lengua más culta! Se decía...
Pero pasó el tiempo y el Imperio Romano se vino abajo, y entraron los bárbaros del norte, y todo fue a peor. El progreso que los romanos habían conseguido se fue al garete. Las ciudades, prósperas con ellos, languidecieron y los caminos y calzadas romanas se hicieron intransitables por culpa de los bandidos, así que la sociedad retrocedió y se hizo rural.
Después llegaron los moros, y aquí se quedaron una larga temporada. Y vino la reconquista y los echamos, salvo en el Reino de Granada que se atrincheraron durante tres siglos más. Y según los íbamos barriendo (también su cultura y religión) por todo el territorio, iban surgiendo, a su vez, aquí y allá pequeños condados cristianos que hablaban Latín, pero...
En estas estábamos, es decir, las distintas zonas del país se quedaron aisladas unas de otras, y de ahí proceden todos nuestros males porque, en esos años (siglos IX y X) aparecieron ya lo que serían las primeras regiones con sus peculiaridades... y su fastidio...
Y es que el Latín, al no estar ya sujeto por un Ente Superior como antaño lo estaba por Roma, se fue adulterando y apropiándose de palabras de otros idiomas (barbarismos). Además, como la inmensa mayoría de la gente era inculta y analfabeta pues a medida que pasaba el tiempo peor lo hablaban, y...
Llegó el momento en que, lo que antaño era un idioma único y sólido, se convirtió en unas cuantas y mal-habladas lenguas llamadas Romances, que se afianzaron en cada comarca de una forma diferente... y así surgieron: el castellano, el francés, el catalán o el gallego, cuya base es el Latín, pero que cada uno incorporaban palabras y conceptos diferentes. Sólo los monjes de los monasterios, mucho más cultos y por necesidades religiosas, siguieron empleando en sus escritos el Latín de siempre, que en comparación con los otros más vulgares (de vulgo, pueblo llano) se le llamó, el Latín culto.
Sobre el siglo XIII, Castilla se hizo el condado más poderoso y acabó por absorber al resto de vecinos (León, Asturias, Galicia), y el castellano se impuso en estas zonas. Después, pasado el tiempo, ya sabemos que gracias al matrimonio de Isabel y Fernando (Reyes Católicos) se unió a Aragón y Cataluña (que juntos formaban ya un reino) para unificar otra vez esto que muchos tontainas se avergüenzan de nombrar, siquiera, llamado... España.
Con el paso de los años el castellano se fue consolidando y sustituyó totalmente al Latín, que sólo se hablaba en las misas. Pero aún no tenia reglas gramaticales y todo era confuso y anárquico; hasta que llegó el gran humanista y profesor de la Universidad de Salamanca, Antonio de Nebrija, a poner orden, e hizo nuestra primera “Gramática Castellana” en 1492. A partir de aquí nos convertimos en el gran idioma que es hoy, sobre todo cuando lo llevamos a América.
Hoy en día el castellano es el tercer idioma más hablado el mundo, y el segundo más demandado como segunda lengua. Por cierto, ¿Sabían que el grupo de barbarismos más numeroso nos viene del árabe? Pues ya lo saben, y tenemos nada menos que 4.000 palabras suyas; eso sí, castellanizadas. Ahí tenemos, por ejemplo: tambor, alcachofa, tarea, jarra, azufre, aduana, alcalde, algofifa, etcétera. Y qué me dicen de los topónimos (nombres de ciudades, ríos o montañas) pues que, sobre todo en Andalucía y Valencia, los tenemos a tutiplén: miren si no... Alicante, Benidorm, Almería, Guadalquivir, Baeza, Guadalhorce, etc. etc.
El segundo grupo de barbarismo más importante en nuestra lengua nos viene de Francia (galicismo) También un montón de palabras las copiamos de los franchutes... bricolaje, hotel, menú, restaurante etc. etc. muchas de ellas relacionadas con la comida, que como saben son unos maestros...
En fin, estén bien orgullosos de nuestra lengua que es una de las mejores y más completas del mundo, y si algún bandarra nacionalista despotrica de ella, que se meta la suya por donde le quepa, que al ser diminuta y hablarla sólo cuatro gatos seguro que le cabe. 
Joaquin Yerga


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