A hombros de gigantes...
¿Mi
secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido
de
amores por un ser desaparecido,
por
un alma liberta,
que diez años fue
mía, y que se ha ido...
¿Mi
secreto? Te lo diré al oído:
¡Estoy
enamorado de una muerta!
¿Comprendes
-tú que buscas los visibles
transportes,
las reales, las tangibles
caricias de
la hembra, que se plasma
a todos tus
deseos invencibles-
ese imposible de
los imposibles
de adorar a un
fantasma?
¡Pues tal mi vida es y
tal ha sido
y será!
Si
por mí sólo ha latido
su noble
corazón, hoy mudo y yerto,
¿he de
mostrarme desagradecido
y olvidarla,
no más porque ha partido
y dejarla,
no más porque se ha muerto?
(Amado
Nervo)
El
médico francés, Louis Pasteur, llevaba años experimentando con
pollos inoculándoles dosis de cólera. Evidentemente estos morían
rápidamente. Un día se equivocó y echó menos cantidad de lo que
solía; los pollos desarrollaron la enfermedad pero de manera leve, y
sobrevivieron. Al día siguiente les inyectó dosis más fuertes y
sorprendentemente los pollos se volvieron inmunes al cólera. Acababa
de inventar la vacuna.
El
mismo Pasteur poco después hizo lo mismo pero con
la rabia y obtuvo un extraordinario resultado con perros. Un día, a
un niño de 9 años, Joseph Meister, le mordió un perro rabioso y se
lo llevaron ante él, que tras dudarlo mucho comenzó a inyectarle
pequeñas dosis de la rabia, el sistema inmunológico del niño creo
defensas y se salvó. Y miren qué curioso, cuando el niño fue adulto
trabajó toda su vida como conserje en el instituto donde Pasteur era
director.
La
medicina como tal empezó en Egipto hace 5000 años,
como tantas cosas. Sin embargo allí creían que la enfermedad era
cosa de maleficios, de castigo divino o cosas por el estilo. Entre
los escasos remedios que desarrollaron para paliar los males estaban, ¡mira tú!, hechizos y potingues elaborados con diferentes hierbas. También usaban miel o leche, es decir poca leche...
Los
griegos, más listos y pioneros en tantos adelantos, ya se dieron
cuenta que las enfermedades nada tienen que ver con la mala suerte ni
con los dioses, sino que era culpa más bien de la comida, del clima
o de la ocupación del individuo, y aplicaron la razón. Hubo un
griego del siglo V a.c. al que se le considera el padre de la
medicina, Hipócrates. Éste buen hombre apenas concibió
ningún adelanto para curar enfermedades, pero sí sentó las bases
para el comportamiento del médico, que hasta entonces era
considerado poco menos que un curandero. Él creó escuela y tuvo
muchos seguidores, entre todos idearon el “Corpus Hipocraticum”
un compendio de 32 libros que aun hoy se tiene muy en cuenta entre
los médicos.
Los
romanos, mas tarde, tuvieron a Galeno como
figura tan principal que incluso su nombre se ha convertido hoy en
día en sinónimo de médico. Las ideas de Galeno supusieron un gran
avance para la medicina. Reconoció, ¡ya ves tú!, que las arterias
contienen sangre y no aire, o que el corazón es el que impulsa la
sangre. Hoy nos parece inverosímil estas cosas pero entonces no
había medios ni se podía diseccionar personas, sólo animales, y no
es lo mismo, claro...
Los
romanos fueron los inventores de los hospitales, que como tantas cosas
se debió a la guerra. Empezaron con tiendas de campaña para atender
a los heridos y acabaron por fundar sanatorios. Por cierto, y mira si
estaban adelantados que cada cinco años limpiaban a fondo las
ciudades para evitar enfermedades infecciosas. Al intervalo entre
estos cinco años le llamaron lustro, por lo de lustrar, ¡qué cosas!..
En
la Edad Media hubo un retroceso en todo lo
conseguido hasta entonces, y se volvió a la superstición o al
pecado como causantes de las enfermedades. Por ejemplo, como la
cirugía se consideraba algo despreciable y pecaminoso se quedó en
manos de barberos, ¡Imaginen que carnicerías! Ya durante los
primeros años del cristianismo y ante la falta de
remedios que curaran de verdad se buscó a santos y beatos, que a
base de milagros supliera los escasos medios con los que se contaban.
Y así recurrieron a San Cosme y San Damián como patrones de la
medicina; luego hubo otros como San Vito (¿Sabían que al
pobre Vito lo quemaron a fuego lento por orden del
emperador Diocleciano, por ser cristiano. Y lo el baile se debe a los
saltos que pegaba "el pobre" cuando sus pies desnudos
tocaba las brasas? o San Antonio, patrón de los epilépticos. En
fin...
Los
musulmanes también tuvieron sus médicos sabios, los persas Rhazes o Avicena, éste último es el más conocido de todos. Además a ellos se debió el que las obras de
Hipócrates o Galeno llegaran a occidente. Ellos las tradujeron al
árabe y de aquí pasaron al latín. El español más importante de
aquella lejana época fue, Miguel Servet, que descubrió
la circulación de la sangre. Éste pobre hombre fue quemado en la
hoguera, pero no por eso, sino por hereje; ya saben como se las
gastaban entonces..
Y
llegó el Siglo de las Luces (XVIII) y siguiente,
con sus adelantos, y con él, el británico Dr. Jenner,
que se dio cuenta que los granjeros que andaban con vacas no padecían
viruelas, con lo que se puso manos a la obra y descubrió que muchos
de estos animales las sufrían, pero mucho más benigna que la humana.
Y se percató de que todas las personas que se rozaban con ellas
acababan inmunizadas de esa terrible enfermedad; no tardó en
fabricar su vacuna.. ¡Y mano de santo!, acabó con ésta lacra de por
vida. Por cierto, la palabra vacuna viene de vaca, precisamente por
esto.
El
Dr. Jenner abrió el camino pero luego vinieron otros
como... Pasteur y sus magníficos descubrimientos de
vacunas contra muchas enfermedades infecciosas, o la manera de
conservar alimentos como la leche. Acuérdense, "pasteurizar",
los hermanos Pascual saben mucho e esto. También la humanidad le
debemos lo impagable al Dr. Fleming, por su invento,
(aunque fuera de casualidad), de la penicilina. Gracias a ella se han
salvado millones de personas que adquirían el tétanos o se
infectaban por cualquier tontería. Recuerden que los toreros le
erigieron una estatua junto a la plaza de toros de “Las Ventas”
en Madrid, porque gracias a la penicilina los toreros salen vivitos y
coleando de muchas cornadas. Antes morían “como chinches” por
culpa de las infecciones producidas por las heridas.
En
fin, esta es la historia a grandes rasgos de la medicina. En 5000
años hemos pasado de los ungüentos y hechizos para mal curar a los
enfermos a la manipulación del ADN, y con ello la entrada a un
futuro muy prometedor; por lo menos en esta materia. No ha sido mucho
tiempo si tenemos en cuenta que los humanos llevamos sobre la tierra
más de 200.000 años. Bueno, ahora un bichito llamado Cononavirus nos está dando la fiesta, pero apuesto que tiene los días contados..
Buena
salud... Por si acaso...
Joaquín
Muy buemo e instructivo el comentario.
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