domingo, 16 de septiembre de 2018

El día que no pude alcanzarle la luna a mi amante

                                                                                        


Cuando yo nací, hace la friolera de tropecientos años, la Luna estaba más cerca de mis manos que ahora. Pero tampoco podía cogerla y dársela a mi amante si me la hubiera pedido, claro. Resulta que la Luna, sí, nuestra Luna se aleja de nosotros 3.8 centímetros cada año, o lo que es lo mismo, desde el día en que mi madre hizo el último y definitivo esfuerzo por desahuciarme de sus entrañas, por gorrón, es decir, desde que nací hasta éste mismo instante en que escribo esto, la Luna se ha alejado de la Tierra exactamente, 2 metros y cuarto...

Pues no es moco de pavo lo de la Luna, ya os digo.. Es verdad que las distancias en el espacio son descomunales, pero poquito a poquito la estamos perdiendo de vista. ¡Qué será de los amantes de lejanas y futuras generaciones! ¿Os imagináis un mundo sin Luna?. 

Según la hipótesis más creíble, hace unos miles de millones de años un meteorito del tamaño de Marte impactó contra la Tierra. Fue tal el estropicio que causó que una parte importante de la masa de la Tierra se desgajó de ella, que convertida en polvo incandescente se puso a girar alrededor de nuestro dolido planeta; después se enfrió y se formó el satélite que hoy conocemos, es decir, la Luna.

El hecho de verle siempre la misma cara a la Luna no es porque sea una tía sincera y sin dobleces, sino que los movimientos de la Tierra y los de ella se han sincronizado tanto debido a la gravedad, que tarda lo mismo en girar sobre sí misma que en dar una vuelta alrededor de la Tierra.

En fin, ¿Qué podríamos hacer nosotros, simples mortales, sin la Luna? No quiero ni pensarlo. Bien es verdad que tenemos ahí las estrellas en las noches claras, pero… ¡están tan lejos!... 

Joaquín








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