miércoles, 15 de febrero de 2017

Viaje al país de Nunca Jamás

                                                                                





Los turistas, ignorantes, no saben dónde han estado. Los viajeros, instruidos, no saben hacia donde van.

--Paul Theroux--


Ocurrió hace un par de veranos. Yo estaba sesteando tan ricamente mis luengas vacaciones en Fuente de Cantos cuando una pareja amiga me hicieron una oferta que no podía rechazar; un viaje. Sí, me dijeron el destino y la intención y no lo dudé ni un instante. El lugar a visitar Andorra, el objetivo, andar y ver, simplemente.

Voy a empezar: perdonen que les diga, pero Andorra es una birria de país encajonado entre Cataluña y Francia. Y como está justo en medio de los Pirineos todo es montaña y, entre medias, unos cuantos vallecitos verdes aquí y allá, pero estrechos y sombríos.

Para el que no lo sepa, este diminuto país es independiente ya desde la Edad Media. Incomprensiblemente, pero a fuerza de magras dosis de inteligencia y buenas gestiones diplomáticas se ha mantenido así durante siglos, a pesar de estar emparedado entre dos gigantes, Francia y España (bueno, realmente un gigante y un canijo).

Simbólicamente, que no de manera efectiva, los mandatarios de este curioso enclave son: el presidente de Francia y el obispo de la Seu de Urgell (el pueblo de Lérida más grande de la zona y sede episcopal).

Y les diré más, Andorra es el único país del mundo que tiene como idioma oficial único el catalán (Cataluña aún no es independiente ni espero que lo sea nunca, claro). Tiene tan sólo unos 80.000 habitantes (a pesar de la guerra que da), es decir, sólo la mitad que Badajoz capital..

Políticamente está dividido en cinco condados siendo el más importante el que acoge a la capital Andorra La Vella. Claro que yo le pondría un apelativo más apropiado, “Andorra la Resultona”, lo de Vella me parece excesivo.

Paseando por ésta pequeña ciudad de 30.000 hab. se puede apreciar el alto nivel económico de sus habitantes. Y también el sector productivo principal del que echan mano, el comercio y los bajos tributos. Estos apetitosos impuestos que pagan los andorranos son una atracción muy golosa para grandes capitales de otros lares que los depositan aquí en muchos de sus solventes bancos, sino preguntemos a la prolífica y boyante familia Pujol, excelentes clientes de esta gente.

En fin, después de marcar otra muesca más en mi sufrida maleta de viaje, satisfacer mi antiguo deseo de traspasar las fronteras patrias, y otear allende los Pirineos, no crean que regreso del paraíso. No obstante había que hacerlo, aunque solo fuera para quitar la cruz en mi casillero de lugares pendientes.

En el  viaje de vuelta a España hicimos parada y fonda en el pueblo del obispo, La Seo de Urgell, enclavado en la que pudiéramos denominar, la Cataluña profunda. Y a fe mía que lo es, pisar hoy en día esta región es (para disgusto mío) como entrar en otro país. Todo aparece rotulado en su idioma tribal, sin traducción y sin anestesia, y una desagradable sensación de pisar tierra hostil invade al viajero. Recuerdo haber vivido una percepción similar en un par de viajes al interior de Guipúzcoa.

Afortunadamente divisamos un establecimiento entendible que resultó ser propiedad de una colombiana, casada  por cierto con un gitano (sorpresa nos da la vida). Sin más demora y sin ánimo ni ganas de seguir buscando otro acomodo, ahí dispusimos nuestra holganza y ahí dilapidamos gustosamente nuestros caudales; a cambio eso sí, de buenas cervezas y mejores viandas.

Después de cuatro largos días con sus noches vagando por ese microscópico país y sus desabridos vecinos, volvimos a Fuente de Cantos con la sensación de estar más a gusto en la terraza del Gato tomando unos tubos de cervezas o sentados en las perrunillas de la Plaza al aullido de los pájaros que en el mejor restaurante de Andorra "la resultona"

Lo dicho, visto lo visto y con la mano en el pecho “ir pa'na es tontería”. Salvo que se posea una cuantiosa fortuna y pocas ganas de repartir con la ministra de hacienda; el resto se puede ver en media provincia de Huesca.

 Joaquín Yerga



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