A qué negarlo...
He
escrito con letra clara
en
la pared blanca
un
viejo pensamiento
que
leí hace tiempo
en
un libro sagrado:
Ama
si quieres ser amado
He
anotado con letra roja
en
una inmaculada hoja
una
inolvidable frase
que
escuché a un vate
en
un teatro recitar:
Nunca
renuncies a la libertad
(J.L.Rubio)
Una
vez hace ya muchos años, durante un curso de literatura que me
propuse hacer y que por cierto no acabé (como tantos otros), el
profesor de la asignatura nos planteó un reto, hilvanar un cuento o
un relato corto pero con la particularidad de que tratase sobre
nosotros. Es decir, describirnos cada uno así mismo de manera
novelada o descriptiva. Yo, atendiendo a mis exiguas cualidades
literarias elegí ésta última.
Ya
les les adelanto que se me antojó cuanto menos comprometido realizar
un ejercicio descriptivo de mí mismo sin que faltara a la honrade
y a la verdad. Para ser sincero creo que hay muchas verdades, casi
tantas como las personas que opinan sobre un determinado
tema. Por supuestísimo sobre un asunto tan subjetivo más
si cabe.
Describirme físicamente
es muy simple, podría pasar perfectamente por cualquier
españolito de a pie, mezcla de razas y pueblos diversos. Es decir, y
por tirar del tópico, el prototipo Homo Ibéricus que
ha encarnado tantas veces y en decenas de películas nuestro
añorado Alfredo Landa. Y que no es otro, por cierto,
que bajito, moreno y cabreado.
Y
es que a pesar de esa ingente cantidad de inmigrantes con los que
convivimos actualmente aún no hemos mezclado nuestro ADN lo
suficiente como para que se altere la fisonomía general de los
españoles. Y créanme, es sumamente fácil reconocer a un español o
española allende nuestras fronteras. Y conste que no lo digo por
nuestra forma de hablar o gesticular. Tampoco por los decibelios que
aplicamos al volumen de la conversación.
Pero
si en el aspecto físico es muy fácil, y perdóneseme el palabro,
autografiarse, en lo que concierne al ámbito espiritual
y psicológico si hay que estrujarse un poco más las neuronas.
Esto ya supone un esfuerzo mayor, por lo complejo. Y no es por
vanidad, sino que entiendo que todos y cada uno de nosotros
somos complicados y únicos en nuestra manera de ser o de
comportarnos.
Desmenuzar
el alma de cada uno y mostrarse tal cual se es, equivale
a abrirse en canal la psique, y además en público, aunque
éste se reduzca a unos cuantos comprensivos y sufridos lectores. No,
no es tarea fácil y muy particularmente para los que
nos azoramos a menudo ante cualquier situación comprometida. No
obstante cumplí mi cometido y expuse una versión de mí,
posiblemente sesgada y condicionada por el ánimo de aquel momento.
Antes
de empezar a describirme y para suavizar posibles críticas, espero y
deseo generar entusiasmo y admiración por mis virtudes,
aunque también comprensión y benevolencia por mis defectos.
He
de informar que comencé el ejercicio enumerando las cuantiosas
lacras de mi carácter, aunque pocas personas las conocen. Por
mencionar algunas os diré que soy: egoísta, desagradecido,
manirroto, tímido, glotón, charlatán, perezoso, autoritario,
déspota, temperamental, bebedor, exfumador, libertino, indolente,
remolón, vicioso, aprovechado, infiel, mentiroso y muchos etcéteras
más.. a menudo.
Sin
embargo, presumí también de ser: noble, cumplidor, capaz,
justo, decente, demócrata, integro, modesto, honrado, intachable,
recto, desinteresado y, muchos, muchos etcéteras, en algunas
pocas ocasiones.
Para
ser sincero y no engañar a nadie ya me gustaría llegar a
conocerme a mí mismo, y a fondo, pero aún no he llegado a ese
grado de excelencia. Acordémonos del eslogan que campeaba en el
frontispicio de entrada en la academia del gran filósofo Platón
“Conócete a ti mismo” y que tanta aceptación tiene hoy
en día en medios psicosociales.
Realmente
y como le pasará a muchos aún no sé quién soy. Todavía no
me conozco lo suficiente, a pesar de que llevo cincuenta y muchos
años conmigo mismo. Pero lo que si les puedo asegurar es a lo que
ambiciono llegar a ser por encima de todas las cosas. Ya nos lo
decía Antonio Machado, y yo lo suscribo punto por punto.
Hay
en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero
mi verso brota de manantial sereno;
y,
más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy
en el buen sentido de la palabra, bueno.
Dicho
queda…
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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