sábado, 4 de febrero de 2017

A qué negarlo...





He escrito con letra clara
en la pared blanca
un viejo pensamiento
que leí hace tiempo
en un libro sagrado:
Ama si quieres ser amado

He anotado con letra roja
en una inmaculada hoja
una inolvidable frase
que escuché a un vate
en un teatro recitar:
Nunca renuncies a la libertad
(J.L.Rubio)


Una vez hace ya muchos años, durante un curso de literatura que me propuse hacer y que por cierto no acabé (como tantos otros), el profesor de la asignatura nos planteó un reto, hilvanar un cuento o un relato corto pero con la particularidad de que tratase sobre nosotros. Es decir, describirnos cada uno así mismo de manera novelada o descriptiva. Yo, atendiendo a mis exiguas cualidades literarias elegí ésta última.
Ya les les adelanto que se me antojó cuanto menos comprometido realizar un ejercicio descriptivo de mí mismo sin que faltara a la honrade  y a la verdad. Para ser sincero creo que hay muchas verdades, casi tantas como las personas que opinan sobre un determinado tema. Por supuestísimo sobre un asunto tan subjetivo más si cabe.
Describirme físicamente es muy simple, podría pasar perfectamente por cualquier españolito de a pie, mezcla de razas y pueblos diversos. Es decir, y por tirar del tópico, el prototipo Homo Ibéricus que ha encarnado tantas veces y en decenas de películas nuestro añorado Alfredo Landa. Y que no es otro, por cierto, que bajito, moreno y cabreado.
Y es que a pesar de esa ingente cantidad de inmigrantes con los que convivimos actualmente aún no hemos mezclado nuestro ADN lo suficiente como para que se altere la fisonomía general de los españoles. Y créanme, es sumamente fácil reconocer a un español o española allende nuestras fronteras. Y conste que no lo digo por nuestra forma de hablar o gesticular. Tampoco por los decibelios que aplicamos al volumen de la conversación.
Pero si en el aspecto físico es muy fácil, y perdóneseme el palabro, autografiarse, en lo que concierne al ámbito espiritual y psicológico si hay que estrujarse un poco más las neuronas. Esto ya supone un esfuerzo mayor, por lo complejo. Y no es por vanidad, sino que entiendo que todos y cada uno de nosotros somos complicados y únicos en nuestra manera de ser o de comportarnos.
Desmenuzar el alma de cada uno y mostrarse tal cual se es, equivale a abrirse en canal la psique, y además en público, aunque éste se reduzca a unos cuantos comprensivos y sufridos lectores. No, no es tarea fácil y muy particularmente para los que nos azoramos a menudo ante cualquier situación comprometida. No obstante cumplí mi cometido y expuse una versión de mí, posiblemente sesgada y condicionada por el ánimo de aquel momento.
Antes de empezar a describirme y para suavizar posibles críticas, espero y deseo generar entusiasmo y admiración por mis virtudes, aunque también comprensión y benevolencia por mis defectos.
He de informar que comencé el ejercicio enumerando las cuantiosas lacras de mi carácter, aunque pocas personas las conocen. Por mencionar algunas os diré que soy: egoísta, desagradecido, manirroto, tímido, glotón, charlatán, perezoso, autoritario, déspota, temperamental, bebedor, exfumador, libertino, indolente, remolón, vicioso, aprovechado, infiel, mentiroso y muchos etcéteras más.. a menudo.
Sin embargo, presumí también de ser: noble, cumplidor, capaz, justo, decente, demócrata, integro, modesto, honrado, intachable, recto, desinteresado y, muchos, muchos etcéteras, en algunas pocas ocasiones.
Para ser sincero y no engañar a nadie ya me gustaría llegar a conocerme a mí mismo, y a fondo, pero aún no he llegado a ese grado de excelencia. Acordémonos del eslogan que campeaba en el frontispicio de entrada en la academia del gran filósofo Platón “Conócete a ti mismo” y que tanta aceptación tiene hoy en día en medios psicosociales.
Realmente y como le pasará a muchos aún no sé quién soy. Todavía no me conozco lo suficiente, a pesar de que llevo cincuenta y muchos años conmigo mismo. Pero lo que si les puedo asegurar es a lo que ambiciono llegar a ser por encima de todas las cosas. Ya nos lo decía Antonio Machado, y yo lo suscribo punto por punto. 
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy en el buen sentido de la palabra, bueno.
Dicho queda…

                                                                         cosasdejoaquinyerga@blogspot.com

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