miércoles, 8 de febrero de 2017

Un monstruo vino a vernos.




Mi mujer y yo hemos intentado tomar el desayuno juntos tres veces en los últimos años, pero fue tan desagradable que hemos tenido que parar.
W. Churchill

La frase de arriba no viene a cuento, pero describe tanto al personaje que la escribió que se me ha ocurrido incluirla. De todas formas este genial político si tuvo mucho que ver con lo de abajo, sino lean...
Hubo una vez un tipo al que le pusieron de nombre Adolfo.. Pero Adolfito, creo, era un misógino de tomo y lomo. Por alguna secreta razón odiaba a las mujeres, y aunque tuvo una amante reconocida (una sobrina suya, Eva Braun) muchos dicen que era asexual, es decir, ni fu ni fa. No bebía nada de alcohol, no fumaba y además era casi vegetariano. A mí que no me digan, pero un tipo así se aburre y por narices le tiene que dar por hacer barbaridades y tocarle las narices a los demás..
Habitualmente todos los déspotas se comportan de manera parecida; tan solo y ahora que recuerde, descarto a Mussolini, porque éste sí que era más golfo que un tornillo. Todo lo que Adolfito no hacía en asuntos carnales se hartaba de hacerlo su colega Benito. Éste último sí que se acostaba con todo lo que llevara falda, incluido un escocés si se le ponía a tiro. Y es que ya se nos adelantó el bueno de John Wayne cuando sentenció “No me fio ni pizca de un hombre que no beba.”
El tipo del que hablo, Adolf Hitler, ha quedado para la historia como, quizás, el ser mas malvado del siglo XX. Tal vez sea así, no seré yo quien lo discuta, tan solo que ese premio a la crueldad tendría que compartirlo, ex aequo, con su coetáneo Stalin. En números de muertos y asesinados por decisiones suyas creo que van a la par. En ambos casos se cuentan por millones.
Hitler, curiosamente, no era alemán, sino austríaco, a pesar de haber hecho de aquel país el enemigo público número uno entre los malditos durante mucho tiempo. Éste pavo fue un jovenzuelo que deambulaba sin oficio ni beneficio por las calles de Viena primero, y Múnich después, poco antes de la Primera Guerra Mundial. Al estallar ésta en la  que Alemania, una vez más empezó el asunto, se alistó de soldado raso en el ejército alemán.
Parece ser que durante la guerra fue herido y tuvo que licenciarse antes de tiempo. Volvió a las calles de Múnich una vez recuperado y pretendió ganarse la vida como pintor. Nadie daba un duro por él, hasta que se apuntó al partido Nazi que acababa de ser creado por unos cuantos descerebrados antisemitas.
El insignificante mozalbete austriaco que era Hitler antes de llegar el poder le cogió animadversión a los judíos, precisamente, en esa época. Según dicen algunos biógrafos les echaba la culpa de su mala suerte y de no encontrar un trabajo digno. Informo para el que no lo sepa que en las ciudades alemanas gran parte de las tiendas y negocios estaban en manos judías; algo parecido a lo que hacen los chinos ahora. “El menda” lo que si tenía era unas dotes de orador tremendas. Cosa que sus recientes colegas de partido supieron verlo y sacar buena tajada de ello.
Alemania perdió la Gran Guerra (así le llamaban a la Primera) y los vencedores, Inglaterra y Francia básicamente, les impusieron unas fuertes indemnizaciones por los daños. Esto lo aprovechó el partido Nazi que recogió todo el descontento del pueblo, pues por culpa de esas exigencias lo estaban pasando muy mal, con mucho paro, desorbitada inflación y el orgullo herido.
El partido nacionalista obrero alemán (Nazi) fue subiendo como la espuma en las sucesivas elecciones de finales de los veinte y principios de los treinta, ayudado con la intimidación que ejercían sobre la población los Camisas Pardas (SA) de su partido. Éstos después se integraron en las S.S. más siniestras y más afines a Hitler.
Muchos dicen que Adolf Hitler llegó por medios democráticos al poder y que después se aprovechó de él para hacer una, casi dictadura, muy  al estilo Maduro en Venezuela. Pero con nada que se lea uno la historia veremos que realmente fue liquidando de manera cruel y calculada a todos sus enemigos de su propia formación.
Al poco de alistarse al partido pasó unos pocos días por la cárcel y esto le sirvió para hacerse el héroe entre su gente. Allí escribió su ideario, Mein  Kampf, (Mi lucha) una especie de panfleto mal escrito que al llegar al poder obligó a leer a casi todo el mundo. En él escribía pestes de los judíos a los que culpaba de todos los males de Alemania. También suspiraba por hacer de éste país una potencia militar y económica capaz de liderar el mundo de la raza aria, es decir, los altos y rubitos. Al resto, incluidos los latinos, nos consideraba raza inferior y tan solo un escalafón por encima de judíos y gitanos.
Su ideal, como todos sabemos, fue hacer una gran Alemania anexionándose para eso y sin ningún pudor todos los países que la rodeaban. Llegó un momento en que las naciones democráticas no aguantaron más y le declararon la guerra. El error garrafal de Hitler fue atacar a Rusia al mismo tiempo que mantenía la lucha con los aliados. Como suele pasar con estos líderes mesiánicos, se creyó invencible... Evidentemente no pudo con todos.
Al margen de la guerra (que no fue el primero en iniciar una ni será el último) la mayor barbaridad que hizo fue exterminar a seis millones de judíos. ¿Cómo pudo éste hombre idear semejante barbaridad? ¿Y cómo el pueblo alemán, el más culto y desarrollado del mundo llegó a seguirle como borregos? Son preguntas que aun hoy tienen difíciles respuestas.
Esperemos por el bien de la humanidad que tarde mucho tiempo en salir otro pájaro igual. Yo temo como a la neblina a los tíos que quieren arreglar el mundo en cuatro días, saltándose todas las leyes y normas que tanto esfuerzo ha llevado legislar. Esto último, legislar en profundidad, intentando favorecer a la mayoría es señal de progreso. Lo otro, los cuatro brochazos fáciles de decir para contentar a todos es retroceso por muy bien que lo pinten. Y que  al final  pagamos todos con creces.
En fin..
Joaquín Yerga

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