martes, 21 de febrero de 2017

Madrid & Barcelona





Madrid es un hombre. Barcelona una mujer, extremadamente presumida. 
(C.R. Zafón)


Dicen que el alambre lo inventaron dos catalanes tirando de una disputada peseta. Chistes al margen, que no está el horno para bollos, sólo era por ir entrando en faena, luego les haré alguna referencia al asunto económico... 
Hay muchos países en el mundo donde se da la circunstancia que tienen, no una ciudad principal, sino dos ciudades sobresalientes, y esto es una suerte para el país que las acoja..Tenemos, por ejemplo, Italia, con Roma de capital y Milán como competidora. Otro ejemplo cercano seria Portugal, en donde Lisboa es su metrópoli y Oporto la que pudiéramos llamar, la otra. Un poco más lejos pero en el mismo continente me acuerdo de Rusia con Moscú de capital y San Petersburgo de comparsa, aunque en éste caso, y solo en él, hubo un tiempo en donde se invirtieron los papeles; la segunda fue villa y corte durante los siglos XVIII y XIX.
De otros lares allende nuestras fronteras continentales me viene a la mente Australia, con sus dos joyas de la corona,  Sídney y Melbourne, ambas modernas y prósperas urbes. O Brasil, con su divertida y festivalera Rio de Janeiro, y su hermana mayor, la industriosa y emprendedora, Sao Paulo. Las dos millonarias en población y, sin embargo ninguna  tiene el honor de ser capital de ese inmenso país. Hay muchos más ejemplos, pero quiero hablar de lo nuestro.
Lo nuestro es, Madrid & Barcelona, una dualidad, un pique, o una feroz competencia, como queramos llamarla, llevada a todos los terrenos, incluido el deportivo, entre nuestras dos ciudades principales. Las dos son núcleos de una amplia zona metropolitana varias veces millonarias. Entre las dos acaparan el 50% de la riqueza del país.
De Madrid como capital, y ya desde finales del siglo XVI  que la designara Felipe II, se ha dicho siempre que ha sido una ciudad cortesana, asiento de funcionarios, nobles y pedigüeños, acaparadora de gran parte de los caudales públicos. De Barcelona sin embargo, justo lo contrario, una urbe trabajadora, atrevida y moderna. Y tal vez fuera cierto, hasta hace unos años.
Madrid ha ganado enteros de treinta años para acá. De ser, casi, un poblachón manchego (como dijo alguien) y favorecida por el funcionariado del estado franquista, ha pasado a ser una ciudad, (eje de una amplia zona metropolitana) de más de seis millones y medio de habitantes. Su actividad está muy diversificada, el turismo ha ganado auge y sobre todo su sector financiero se ha colocado entre los tres o cuatro primeros de Europa. Es la zona más pujante de nuestro país y destino favorito de todos los jóvenes emprendedores, así como lugar de acomodo de las mayores inversiones extranjeras en España.
Barcelona, según las estadísticas ha crecido, pero menos. Aun así sigue siendo la ciudad más visitada de España. Barcelona tiene en su haber el privilegio de estar enclavada en un lugar inmejorable; entre montaña y mar. Su puerto supone un gran impulso a la actividad industrial y es lugar de atraques de cruceros, con lo que esto supone de ayuda para el inmenso dinamismo del turismo, su principal fuente de ingresos.
La ciudad condal era en época franquista, incluso más determinante que Madrid en todos los aspectos, exceptuando el político. Era centro entonces de la región más industrial, europea  y moderna. Y la preferida para asiento de intelectuales y viajeros que venían a España a aprender el idioma castellano. Allí estaban establecidas todas las editoriales y los medios de comunicación más dinámicos del país. Esto desgraciadamente para ellos se está perdiendo, en parte, creo, por el auge del ruidoso nacionalismo uniformador y provinciano.
Barcelona, aún más que Madrid, fue la gran beneficiada de todos los políticos de turno desde el siglo XVIII. Gracias a las continuas presiones de los mandatarios y empresarios catalanes del textil, los diferentes gobiernos de España impusieron grandes aranceles a los productos de fuera, (mejores y más baratos), obligando de alguna manera a los españoles comprar los artículos catalanes, (peores y muchos más caros). Esto hizo que la industria catalana creciera de manera exponencial y se concentrara allí las grandes empresas.
El siglo XIX y principios del XX, digamos fue la época dorada del catalanismo. Allí estaban las grandes industrias, los organizados sindicatos, y especialmente las numerosas familias burguesas de clase media y alta, enriquecidas por la industria textil. Fueron éstos y sus bien preparados hijos los que hicieron de Barcelona la ciudad moderna que contemplamos hoy.
Ellos (la burguesía) planificaron con vistas de futuro el extraordinario ensanche. Unos barrios bien diseñados, con inmensas avenidas trazadas de oeste a este, como la Diagonal o El Paralelo. Y hermosas calles transversales, (de norte a sur) es decir, de la montaña al mar. Todo esto unido al espectacular contorno donde está asentada la ciudad, la hace atractiva de visitar y muy agradable de vivir en ella.
Son muchos los encantos y privilegios de Barcelona. Sin ir más lejos y para que no le falte de nada el maravilloso Mediterráneo le ofrece pleitesía en sus remozadas playas de la Barceloneta. Del Medievo les quedó un hermoso barrio y un testigo excepcional, su catedral gótica. Pero de todo, a lo que más rédito les sacan los barceloneses y catalanes en general es al legado que les dejó su más ilustre paisano, Gaudí. Nunca nadie hizo tanto (seguramente sin proponérselo) por una ciudad. Apuesto que la mitad del turismo, (que es mucho) va por ver sus obras. Ni comparación con lo que hizo el discreto Carlos III por Madrid.
Tampoco debo ni quiero olvidar el pastón que nos costó a todos los españolitos la remodelación que sufrió la ciudad cuando lo de las Olimpiadas. Eso, y aunque nunca nos lo agradecerán lo suficiente, fue el punto de inicio de su importancia como gran ciudad.
Barcelona merece una visita obligada. Tiene lugares merecedores de ser vistos sin excusas, y ya les adelanto que saldrán bien encantados del viaje. Por cierto, perdonen la poca gracia del chiste del principio; a uno no le ha llamado Dios por el camino de la comedia....
Dicho queda…


                                        Joaquín 
             


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