El sexo sin amor es una experiencia vacía, pero como experiencia vacía es de las mejores.
--W. Allen--
Aquella tarde se había convertido en una especie de hito en mi vida. Nunca antes nunca había asistido a ése tipo de encuentro (intercambios, nada menos) y juro que estuve los días previos muy excitado pensando cómo me iría; conociéndome me temía lo peor. Ocurrió hace unos veranos, antes de que el maldito bicho éste del Covid irrumpiera en nuestras vidas.
El día llegó y precipitó muy pronto, para mi gusto y cobardía, aquella tarde. Llegó también la hora temida y enseguida me di cuenta de que, en realidad no estaba preparado para semejante atrevimiento. Pero no me quedó otra que tirar para adelante, "lo hecho hecho está" —pensé-- y tocaba apechugar con las consecuencias.
Salí muy pronto para Madrid, lugar del encuentro. El local donde habíamos quedado resultó estar situado en una discreta calle del centro, una zona poco recomendable por el ambiente sórdido que se respiraba. Con estos añadidos mi desconfianza hizo sino aumentar. Aún tuve que esperar en una sala al resto de la gente.
Yo esperaba cinco o seis atrevidas parejas, con lo que mi aplomo se repondría, y posiblemente a la hora de mi intervención mi ritmo cardíaco no excedería de noventa pulsaciones. Pero hete aquí que aparecieron más de veinte personas, entre ellas alguna mujer realmente atractiva. Detalle éste último que no esperaba, pues siempre imaginé que a estas bacanales sólo acudían feas y morbosos.
Nos miramos todos con deseo y lascivia, dispuestos a despedazarnos unos a otros con lo más íntimo e inconfesable de nuestras vidas. Dio comienzo la sesión. Enseguida pasamos a la acción.
En un principio, y lo cuento para excitación de morbosos, la cosa comenzó en parejas de distinto sexo para acabar después haciéndolo todos en grupo, que era al fin y al cabo lo que habíamos acordado. Se cumplía así exactamente lo que indicaba el manual de la empresa de contactos íntimos y temas relacionados que había organizado digamos, el depravado encuentro. La angustia que portábamos todos al inicio de ésa auténtica orgía se fue diluyendo poco a poco dando paso a una relajación total.
Los colegas del llamado sexo fuerte, que eran más reacios que las féminas a desnudarse plenamente ante el grupo, por razones obvias, se mostraron al término tan abiertos como ellas. Yo, y ahora puedo manifestarlo públicamente pues no me importa ya airear mis intimidades, salí tan satisfecho de la "terapia" que no me importaría volver a repetirla al menos una vez a la semana.
Por cierto, la cita, party o bacanal de oratoria llamémosle como queramos, iba de Autoestima y Hablar en público, asuntos directamente vinculados con la depravación del ego, y tan de moda últimamente.
Según algunos informes de psicólogos, es muy importante intercambiar impresiones con personas del sexo contrario, así como desnudar totalmente la mente ante un grupo gente más o menos numeroso. Además el ambiente relajado evita aberraciones en los diálogos, y facilita reciprocidades de pareceres en aras de menguar timideces.
En éstas verdaderas orgías de retórica y palabrería, (lo digo por la diversidad de opiniones), es fundamental escuchar y ser escuchado.
Supongo que no habréis pensado en algo sucio al empezar a leer este relato, ¿no?..¡Ay, que me temo que si! ¡Vaya mente más febril que tenéis entonces!.. 😂😂😂
Joaquín
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