Los turistas,
ignorantes, no saben dónde han estado. Los viajeros, instruidos, no
saben hacia donde van.
--Paul Theroux--
Ocurrió hace un par
de veranos. Yo estaba sesteando tan ricamente mis luengas vacaciones
en Fuente de Cantos cuando una pareja amiga me
hicieron una oferta que no podía rechazar; un viaje. Sí, me dijeron
el destino y la intención y no lo dudé ni un
instante. El lugar a visitar Andorra, el
objetivo, andar y ver, simplemente.
Voy a empezar: perdonen que les diga, pero Andorra es una birria de
país encajonado entre Cataluña y Francia. Y como está justo en medio de los Pirineos todo es
montaña y, entre medias, unos cuantos vallecitos
verdes aquí y allá, pero estrechos y sombríos.
Para el que no lo
sepa, este diminuto país es independiente ya
desde la Edad Media. Incomprensiblemente, pero a fuerza de
magras dosis de inteligencia y buenas gestiones diplomáticas se
ha mantenido así durante siglos, a pesar de estar emparedado
entre dos gigantes, Francia y España (bueno,
realmente un gigante y un canijo).
Simbólicamente, que
no de manera efectiva, los mandatarios de este curioso enclave son:
el presidente de Francia y el obispo de la Seu de
Urgell (el pueblo de Lérida más grande de
la zona y sede episcopal).
Y les diré más, Andorra es el
único país del mundo que tiene como idioma oficial único el
catalán (Cataluña aún no es independiente ni espero que lo sea nunca,
claro). Tiene tan sólo unos 80.000 habitantes (a pesar de la guerra
que da), es decir, sólo la mitad que Badajoz capital..
Políticamente está
dividido en cinco condados siendo el más importante el que
acoge a la capital Andorra La Vella. Claro que yo le pondría
un apelativo más apropiado, “Andorra la Resultona”, lo de Vella me parece excesivo.
Paseando por ésta
pequeña ciudad de 30.000 hab. se puede apreciar el alto nivel
económico de sus habitantes. Y también el sector productivo
principal del que echan mano, el comercio y los bajos tributos.
Estos apetitosos impuestos que pagan los andorranos son una atracción muy golosa para grandes
capitales de otros lares que los depositan aquí en muchos de sus
solventes bancos, sino preguntemos a la prolífica y boyante
familia Pujol, excelentes clientes de esta gente.
En fin, después de marcar
otra muesca más en mi sufrida maleta de viaje, satisfacer mi antiguo
deseo de traspasar las fronteras patrias, y otear
allende los Pirineos, no crean que regreso del paraíso. No obstante
había que hacerlo, aunque solo fuera para quitar la cruz en mi
casillero de lugares pendientes.
En el viaje
de vuelta a España hicimos parada y fonda en
el pueblo del obispo, La Seo de Urgell,
enclavado en la que pudiéramos denominar, la Cataluña profunda. Y
a fe mía que lo es, pisar hoy en día esta región es
(para disgusto mío) como entrar en otro país. Todo aparece rotulado
en su idioma tribal, sin traducción y sin anestesia, y una
desagradable sensación de pisar tierra hostil invade al viajero.
Recuerdo haber vivido una percepción similar en un par de viajes al
interior de Guipúzcoa.
Afortunadamente
divisamos un establecimiento entendible que resultó ser
propiedad de una colombiana, casada por cierto con un
gitano (sorpresa nos da la vida). Sin más demora y sin ánimo ni
ganas de seguir buscando otro acomodo, ahí dispusimos nuestra
holganza y ahí dilapidamos gustosamente nuestros caudales; a
cambio eso sí, de buenas cervezas y mejores viandas.
Después de cuatro largos días con sus noches vagando por ese microscópico país y sus desabridos vecinos, volvimos a Fuente de Cantos con la sensación de estar más a gusto en la terraza del Gato tomando unos tubos de cervezas o sentados en las perrunillas de la Plaza al aullido de los pájaros que en el mejor restaurante de Andorra "la resultona"
Lo dicho, visto lo visto y con
la mano en el pecho “ir pa'na es tontería”. Salvo
que se posea una cuantiosa fortuna y pocas ganas de
repartir con la ministra de hacienda; el resto se puede
ver en media provincia de Huesca.
Joaquín
Yerga