Quien tiene un porqué para vivir casi siempre encontrará un cómo, dijo Nietzsche en una ocasión. Fijaos: un simple instante de felicidad ya es un buen motivo para vivir. En lo que a mi respecta, tengo ese porqué y sé como vivir, aunque alguna vez he tenido que recurrir a la filosofía, y esta me ha salvado. Sí, mirad:
---Heráclito me ha enseñado que la vida representa un aprendizaje interminable
---Por Sócrates sé que la sabiduría pasa por conocerse mejor a uno mismo y que el mal es fruto de la ignorancia.
---Platón me dijo que el alma y su pureza es lo esencial del ser humano
---Con Aristóteles aprendí la importancia de la prudencia
---Epicuro me habló del efecto terapéutico del placer moderado
---Séneca me inculcó serenidad frente a la adversidad
---San Agustín me recordó que no olvidara la compasión
---Spinoza me ayudó a no temer a la muerte
---Kant me hizo comprender que la felicidad no es un derecho, sino algo que debemos merecer, y...
---¿Nietzsche? Ay, Nietzsche se empeñó, el tío, en convencerme de amar la vida, con sus imperfecciones, así como evitar renegar de ella cada vez que algo me vaya mal.
Por cierto, acabo de oír decir a Rafael Narbona, (todo esto es suyo) magnífico filósofo, que no es posible circular por el mundo sin una meta, sin un objetivo, sin un proyecto. O tal vez sí, pero sólo a condición de caer en la apatía o en el desánimo..
Joaquín
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