viernes, 9 de agosto de 2024

La vida cotidiana en aquel Fuente de Cantos

                                                                                     



Goza como los niños y las aves,

del blanco seno y del caliente nido.

No te apures jamás porque no sabes

de dónde vienes ni por qué has venido.


Huye del triste, apártate del sabio,

de aquel que estruja la razón y el seso.

No se hizo la miel para su labio

ni su labio se hizo para el beso.

--Ricardo León--



La cantidad de hectáreas cultivadas en el término de Fuente de Cantos ha rondado siempre las 24.000, de las cuales 20.000 eran de cereal. Había propietarios que poseían bastantes fanegas de tierra y hasta quince o veinte yuntas de mulas. Para atender tanto (siembra y siega) necesitaban mucho personal. 

En las casas ricas con muchos braceros empleados, existía un orden jerárquico, como es lógico, y ganaban estos acorde con su rango: Fijaos en el escalafón:

--Aperador-- Era el cargo de confianza del propietario. Él organizaba los trabajos

--Manijero-- El que mandaba a la gente

--Sota Puntero-- De menor categoría. Iba al frente de cada pequeño grupo formado.

--Mozo de mulas-- Era el último del escalafón, el más bajo

El Aperador ajustaba el sueldo con los jornaleros y se lo comunicaba al propietario. Si les convenía se quedaban, sino a buscar el jornal a la Plaza..

Los días que se iba al campo, a veces a varias leguas de distancia (Bodión, Megía, los Quejigales etc.) cada hombre iba con su mula y todos en fila formando hileras. 

El aperador iba al frente de todos, el sota el último. El aperador solía llevar una fiambrera enorme llena de tocino, morcilla etc. etc. Cuando llegaba la hora se paraban a tomar la prevención (comer o almorzar) y él repartía.. Por las mañanas el sota solía ir unas horas antes y hacer las migas o la sopa..

Los jornaleros ganaban más dinero entre mayo y San Miguel, por haber más horas de sol, y menos de San Miguel a mayo. 

Estos trabajadores agrícolas ya contratados aún eran unos privilegiados, al menos tenían la comida asegurada. No así su familia, (mujer e hijos) que dependían del escaso dinero y estaban desmayaos, los pobres.. No era raro ver a chiquillos pedirles las sobras de las talegas a sus padres cuando estos llegaban sudorosos del campo y daban de beber a las bestias en el pilón..

En fin, la mayoría de nosotros llevamos en nuestras entrañas y genes el sufrimiento de aquellos fuentecanteños tenaces, aquellos trabajadores incansables, mujeres y hombres duros donde los hubiera. Gracias a ellos y su esfuerzo nosotros disfrutamos de una vida infinitamente mejor..

Joaquín



       

        

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