En el oficio de amar
mil circunstancias acontecen.
Hay amores fatuos que portan
su caducidad por calles
efímeras..
Los hay impetuosos, capaces
de abrasar sus ansias
en un corto intervalo de besos.
Y amores infinitos que
perduran
su inmortalidad
por los anales de la
desmemoria..
--Joaquin--
Antes de la llegada de los romanos
a España ya hablábamos aquí un montón de lenguas, ¡Mira tú!..
Así que nada nuevo bajo el Sol. Se hablaban tantas como tríbus
habitaban esta sufrida piel de toro; justo igual que ahora. Se oía
hablar, por ejemplo, en tartesio (en la esquina
suroccidental) también en íbero en toda la orilla
del Mediterráneo y, ¡cómo no!, una multitud de lenguas de origen
céltico en Castilla, Asturias, Galicia o Extremadura. De todas ellas la única
que ha sobrevivido hasta nuestros días, y muy retocada, por cierto,
es el vascuence, pero...
Llegaron lo romanos, allá por el
año 219 a.c. y nos impusieron a marchamartillo su cultura y su
lengua. Eso sí, tardaron en hacerlo nada menos que trescientos años.
Y es que ya entonces éramos unos cafres y no había manera de
desasnarnos. Pero al final entramos por el aro y todos los
hispanorromanos, que no éramos muchos entonces, acabamos por hablar
el Latín. ¡Oh! el latín, ése idioma maravilloso! ¡El
habla del Imperio! ¡La lengua más culta! Se decía...
Pero pasó el tiempo y el Imperio
Romano se vino abajo, y entraron los bárbaros del norte, y
todo fue a peor. El progreso que los romanos habían conseguido se
fue al garete. Las ciudades, prósperas con ellos, languidecieron y
los caminos y calzadas romanas se hicieron intransitables por culpa
de los bandidos, así que la sociedad retrocedió y se hizo rural.
Después llegaron los moros, y aquí se quedaron una larga temporada.
Y vino la reconquista y los echamos, salvo en el Reino
de Granada que se atrincheraron durante tres
siglos más. Y según los íbamos barriendo (también su cultura y
religión) por todo el territorio, iban surgiendo, a su vez, aquí y
allá pequeños condados cristianos que hablaban Latín, pero...
En estas estábamos, es decir, las
distintas zonas del país se quedaron aisladas unas de otras, y de
ahí proceden todos nuestros males porque, en esos años (siglos IX y
X) aparecieron ya lo que serían las primeras regiones con sus
peculiaridades... y su fastidio...
Y es que el Latín, al no estar ya
sujeto por un Ente Superior como antaño lo estaba
por Roma, se fue adulterando y apropiándose de palabras de otros
idiomas (barbarismos). Además, como la inmensa mayoría de la gente
era inculta y analfabeta pues a medida que pasaba el tiempo peor lo
hablaban, y...
Llegó el momento en que, lo que antaño era un idioma
único y sólido, se convirtió en unas cuantas y mal-habladas
lenguas llamadas Romances, que se afianzaron en
cada comarca de una forma diferente... y así surgieron: el
castellano, el francés, el catalán o el gallego, cuya base es el
Latín, pero que cada uno incorporaban palabras y conceptos
diferentes. Sólo los monjes de los monasterios, mucho más cultos y
por necesidades religiosas, siguieron empleando en sus escritos el
Latín de siempre, que en comparación con los otros más vulgares
(de vulgo, pueblo llano) se le llamó, el Latín culto.
Sobre el siglo XIII, Castilla se
hizo el condado más poderoso y acabó por absorber al resto de
vecinos (León, Asturias, Galicia), y el castellano se impuso en
estas zonas. Después, pasado el tiempo, ya sabemos que gracias al
matrimonio de Isabel y Fernando (Reyes Católicos) se
unió a Aragón y Cataluña (que juntos formaban ya un reino) para
unificar otra vez esto que muchos tontainas se avergüenzan de
nombrar, siquiera, llamado... España.
Con el paso de los años el
castellano se fue consolidando y sustituyó totalmente al Latín, que
sólo se hablaba en las misas. Pero aún no tenia reglas gramaticales y
todo era confuso y anárquico; hasta que llegó el gran humanista y
profesor de la Universidad de Salamanca, Antonio de Nebrija,
a poner orden, e hizo nuestra primera “Gramática Castellana” en
1492. A partir de aquí nos convertimos en el gran idioma que es hoy,
sobre todo cuando lo llevamos a América.
Hoy en día el castellano es el
tercer idioma más hablado el mundo, y el segundo más demandado como
segunda lengua. Por cierto, ¿Sabían que el grupo de barbarismos más
numeroso nos viene del árabe? Pues ya lo saben, y tenemos nada menos
que 4.000 palabras suyas; eso sí, castellanizadas. Ahí tenemos, por
ejemplo: tambor, alcachofa, tarea, jarra, azufre, aduana, alcalde,
algofifa, etcétera. Y qué me dicen de los topónimos (nombres de
ciudades, ríos o montañas) pues que, sobre todo
en Andalucía y Valencia, los tenemos a
tutiplén: miren si no... Alicante, Benidorm, Almería, Guadalquivir,
Baeza, Guadalhorce, etc. etc.
El segundo grupo de barbarismo más
importante en nuestra lengua nos viene de Francia (galicismo)
También un montón de palabras las copiamos de los franchutes...
bricolaje, hotel, menú, restaurante etc. etc. muchas de ellas
relacionadas con la comida, que como saben son unos maestros...
En fin, estén bien orgullosos de
nuestra lengua que es una de las mejores y más completas del mundo,
y si algún bandarra nacionalista despotrica de ella, que se meta la
suya por donde le quepa, que al ser diminuta y hablarla sólo cuatro
gatos seguro que le cabe.
Joaquin Yerga