A Cataluña, con amor...
Con
las cenizas de los traidores construiremos la patria de los humildes.
(Eva
Perón)
Ignoro
si la cosa irá a más y lleguéis algún día a ganar este indigno
pulso al estado. A estas alturas ya del llamado “Procés” seguid
igual de perversos, incluso ahora ensoberbecidos por los cuatro votos
de más conseguidos y la fuerte presión que ejercéis. Pero no os
engañéis, toda esta matraca no se debe a que seáis mejores ni más
valientes, sino a nuestra ingenuidad de pueblo lleno de complejos.
Tal
vez lleguéis a formalizar un estado independiente, cosa que no dudo
algún día alcanzareis pues lo tenéis bien organizado desde hace
cuarenta años, pero será un estado levantado sobre unos cimientos
de mentiras. Y es que no habéis llegado a esto, como suele hacerse
en estos casos, a base de revoluciones sangrientas, torturas y
sufrimientos, ¡Que va! Lo vuestro ha sido suave como el visón, un
juego de niños. Habéis llegado a este punto de envanecimiento por
incomparecencia del contrario, es decir el resto de España. Y es que
simplemente, después de haber gozado de todos los privilegios
propios de un niño mimado, os mostráis crueles y mordéis la mano
de los que durante tanto tiempo e ingenuamente os dieron de
comer.
Dudo
que en ninguna parte del mundo encontréis algo parecido, porque:
Vosotros los nacionalistas, que habéis atosigado, fustigado,
acorralado, intimidado y amenazado a todo lo que oliera a español en
las escuelas o en la sociedad, os declaráis ahora las victimas del
conflicto. Y tanto habéis mentido e inventado que os han creído, no
solo en ciertos medios, sino que parte de nosotros lo asumimos como
cierto... ¿Síndrome de Estocolmo? ¿Escasez de cultura? ¿Vileza de
unos cuantos? Tal vez un poco de todo.
Vosotros
los independentistas, que habéis sido los más ricos del país, con
autogobierno casi pleno, con policías propios, leyes, parlamento
etc. y que habéis gestionado la crisis de manera deplorable y
entrampados hasta las cejas, con derroches y mangazos de toda índole,
quedáis ahora como los sufridores del cotarro y cargándole el
muerto del desastre, a “Madrid”, como a menudo soléis decir con
mala fe.
Vosotros,
los Torras y Puigdemones de turno, sin duda mas avispados que el
resto de españoles, habéis sabido adivinar perfectamente cuales
eran vuestros intereses y os habéis aprovechado de la abulia e
indiferencia de una mayoría de españoles, desconocedores, por
cierto, de sus propios intereses. Y montareis una nación, pero será
una nación llena de patrañas, mártires de pacotilla, y con ídolos
de plastilina.
Y
cuando pase el tiempo y con él esta barahúnda de vocerío y
perfomances que organizáis, día sí y otro también, comprobareis
que quizás no todo habrá merecido la pena. Habréis creado, de la
nada y con engaños, un diminuto estado, (mas o menos rico y con la
mitad de la gente cabreada) es cierto, pero habréis perdido,
también, un gran país hermano que os admiraba por emprendedores, y
que a partir de ahora os mirarán como traidores.
Qué
duda cabe que erramos cuando con lo de las autonomías para todos
cedimos la educación. Y que eso os ha servido para adoctrinar a
favor de vuestros intereses patrios a todos los jóvenes surgidos
durante dos generaciones. Incluso que estos a su vez hayan hecho lo
propio con sus parientes mayores, muchos de ellos analfabetos venidos
de otras partes de la España mas subdesarrollada.
Posiblemente
no haya marcha atrás por la septicemia de odio a lo español que os
domina. Y que gran parte de esos antiguos extremeños y andaluces que
os apoyan (lo que más me duele) se rasgarán las vestiduras cuando
pasado el tiempo y el fervor comprueben que no han ganado nada, solo
generado mucha tristeza y desolación, entre los suyos.
Cuando
los oscuros pronósticos se cumplan y al fin seáis soberanos,
nosotros, lamentablemente, seremos más pequeños en extensión, y
posiblemente más pobres en economía, de eso no hay duda. Y por mi
parte, que había soñado siempre con una España grande, democrática
y justa, me conformaré al menos con que los que quedemos
permanezcamos unidos de una vez, si bien menguados en riqueza.
Espero, también, que entre todos miremos el futuro con orgullo
porque no todo en este ingrato mundo es dinero y grandezas, a veces
debemos anteponer nuestra dignidad como pueblo para que nadie jamás
se atreva otra vez a vilipendiarnos. Aunque me temo que necesitaremos
mucha fuerza y determinación para recomponer nuestros despojos.
No
obstante, siempre me quedará la historia, para soñar...
Joaquín
Yerga
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