martes, 3 de octubre de 2017

A Cataluña, con amor...





Con las cenizas de los traidores construiremos la patria de los humildes.
(Eva Perón)



Ignoro si la cosa irá a más y lleguéis algún día a ganar este indigno pulso al estado. A estas alturas ya del llamado “Procés” seguid igual de perversos, incluso ahora ensoberbecidos por los cuatro votos de más conseguidos y la fuerte presión que ejercéis. Pero no os engañéis, toda esta matraca no se debe a que seáis mejores ni más valientes, sino a nuestra ingenuidad de pueblo lleno de complejos.
Tal vez lleguéis a formalizar un estado independiente, cosa que no dudo algún día alcanzareis pues lo tenéis bien organizado desde hace cuarenta años, pero será un estado levantado sobre unos cimientos de mentiras. Y es que no habéis llegado a esto, como suele hacerse en estos casos, a base de revoluciones sangrientas, torturas y sufrimientos, ¡Que va! Lo vuestro ha sido suave como el visón, un juego de niños. Habéis llegado a este punto de envanecimiento por incomparecencia del contrario, es decir el resto de España. Y es que simplemente, después de haber gozado de todos los privilegios propios de un niño mimado, os mostráis crueles y mordéis la mano de los que durante tanto tiempo e ingenuamente os dieron de comer.
Dudo que en ninguna parte del mundo encontréis algo parecido, porque: Vosotros los nacionalistas, que habéis atosigado, fustigado, acorralado, intimidado y amenazado a todo lo que oliera a español en las escuelas o en la sociedad, os declaráis ahora las victimas del conflicto. Y tanto habéis mentido e inventado que os han creído, no solo en ciertos medios, sino que parte de nosotros lo asumimos como cierto... ¿Síndrome de Estocolmo? ¿Escasez de cultura? ¿Vileza de unos cuantos? Tal vez un poco de todo.
Vosotros los independentistas, que habéis sido los más ricos del país, con autogobierno casi pleno, con policías propios, leyes, parlamento etc. y que habéis gestionado la crisis de manera deplorable y entrampados hasta las cejas, con derroches y mangazos de toda índole, quedáis ahora como los sufridores del cotarro y cargándole el muerto del desastre, a “Madrid”, como a menudo soléis decir con mala fe.
Vosotros, los Torras y Puigdemones de turno, sin duda mas avispados que el resto de españoles, habéis sabido adivinar perfectamente cuales eran vuestros intereses y os habéis aprovechado de la abulia e indiferencia de una mayoría de españoles, desconocedores, por cierto, de sus propios intereses. Y montareis una nación, pero será una nación llena de patrañas, mártires de pacotilla, y con ídolos de plastilina.
Y cuando pase el tiempo y con él esta barahúnda de vocerío y perfomances que organizáis, día sí y otro también, comprobareis que quizás no todo habrá merecido la pena. Habréis creado, de la nada y con engaños, un diminuto estado, (mas o menos rico y con la mitad de la gente cabreada) es cierto, pero habréis perdido, también, un gran país hermano que os admiraba por emprendedores, y que a partir de ahora os mirarán como traidores.
Qué duda cabe que erramos cuando con lo de las autonomías para todos cedimos la educación. Y que eso os ha servido para adoctrinar a favor de vuestros intereses patrios a todos los jóvenes surgidos durante dos generaciones. Incluso que estos a su vez hayan hecho lo propio con sus parientes mayores, muchos de ellos analfabetos venidos de otras partes de la España mas subdesarrollada.
Posiblemente no haya marcha atrás por la septicemia de odio a lo español que os domina. Y que gran parte de esos antiguos extremeños y andaluces que os apoyan (lo que más me duele) se rasgarán las vestiduras cuando pasado el tiempo y el fervor comprueben que no han ganado nada, solo generado mucha tristeza y desolación, entre los suyos.
Cuando los oscuros pronósticos se cumplan y al fin seáis soberanos, nosotros, lamentablemente, seremos más pequeños en extensión, y posiblemente más pobres en economía, de eso no hay duda. Y por mi parte, que había soñado siempre con una España grande, democrática y justa, me conformaré al menos con que los que quedemos permanezcamos unidos de una vez, si bien menguados en riqueza. Espero, también, que entre todos miremos el futuro con orgullo porque no todo en este ingrato mundo es dinero y grandezas, a veces debemos anteponer nuestra dignidad como pueblo para que nadie jamás se atreva otra vez a vilipendiarnos. Aunque me temo que necesitaremos mucha fuerza y determinación para recomponer nuestros despojos.
No obstante, siempre me quedará la historia, para soñar...


                                                                                    Joaquín Yerga

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