martes, 17 de octubre de 2017

Si me das a elegir...





Oigo, patria, tu aflicción,
y no entiendo porqué callas,
viendo a traidores canallas
despedazar la nación.

Lloras porque te engañaron
los que lealtad prometieron
los mismos que te aplaudieron
y la ley corroboraron.
(B. L. García)


Según una reciente encuesta el 44% de los españoles estaría dispuesto a quitarle poder a las autonomías; consideran excesivo el gasto y grande el estropicio. Y es que...
Nosotros que nos quisimos tanto ¿debemos separarnos por una insensatez? Esperemos no llegar al propósito de la letra de este conocido bolero de Los Panchos. Y es que en medio de esta vorágine política que todo lo ocupa, y donde solo transluce lo peor de nosotros mismos, se me ocurre hacer una pequeña reflexión. Se trata de una reflexión que entiendo muy necesaria, y que nos ayudará, por cierto, reconsiderar el futuro, aun con la vista puesta en el retrovisor de nuestro pasado.
Quizás nuestra manera de ser latina influya en todo esto, pues tampoco se salva de esta disgregadora estupidez los italianos. Somos, qué duda cabe, de sangre caliente y nos puede la emoción y los sentimientos, no obstante tendríamos que hacérnoslo mirar, por excesivos.
Llevamos juntos como país toda una vida y sé que cada uno de nosotros, (como región o autonomía, llamémosle como queramos) tiene sus particularidades, pocos dudan de eso. Y aunque no tengamos la suerte que tienen otros de conformar una sociedad uniforme en costumbres y lenguas, que nadie se equivoque, lo que nos une a todos es muy sólido. Estamos ensamblados por una argamasa irrompible de sentimientos, de afectos, y de una incuestionable y fraternal historia común.
Con nada que nos miremos de soslayo nos daremos cuenta que nos comportamos como una familia mal avenida que se tira los trastos a la cabeza, pero que ante la adversidad de una calamidad suprema no dudaremos ni un instante en recomponer los vínculos que nunca debimos romper. Y es que, ¿Alguien duda de la satisfacción que produce encontrarse a unos españoles en China, en Angola o Pernambuco de vacaciones, sean estos gallegos, catalanes o madrileños? ¿Sentiríamos el mismo regocijo si fuesen alemanes o franceses?.
Con nada que nos despojáramos de orgullos, medias verdades o bastardos intereses veríamos con asombro inusitado a un país estupendo. Tenemos la suerte de ser diverso en naturaleza, clima y fauna. La gente que lo habitamos no necesariamente deberemos ser homogénea (aunque esto precisamente es la razón de nuestra zozobra) pues creo rotundamente que en la diversidad está el gusto. Advierto que no hay cosa mas monótona y aburrida que todo en un territorio sea similar o idéntico; nos llevaría irremisiblemente a la depresión y a la melancolía.
Cualquiera en nuestro caso se sentiría orgulloso y encantado de nuestra pluralidad de caracteres. Y que por eso precisamente debemos aceptar: que un catalán sea emprendedor y tacaño a la vez pero que lidere nuestra modernidad. O que un andaluz además de simpático siga representando la más genuina tradición española... Y que los valencianos sean bilingües sin recato y con honestidad, sin renunciar a nada. Lo mismo que los noblotes vascos, o los circunspectos y apañados gallegos, allá en su tierra verde..
Y necesitaremos, también, admirar a los austeros castellanos y aplaudir su fecundo pasado... Y valorar como se merece el amor a su tierra de los aragoneses porque no tienen empacho armonizarlo con el de España. Y lleguemos a su vez a comprender la disconformidad de los canarios, tan lejos, o la dura insularidad de los mallorquines, enriquecidos.
Y a comprender para ello, como no, a los sufridos extremeños, tan olvidados; lo mismo que amparamos a los singulares asturianos en su deriva industrial. Y saciaremos la sed de los murcianos, con solidaridad inusitada. Y hasta nos beberemos el vino riojano, si fuese menester, para que progresen.
Pocos países en el globo conforman un crisol tan diverso de tradiciones y usanzas como el nuestro. Mirémoslo, pues, como algo digno, sin aprovechar las diferencias para atacarnos. Y recemos para que jamás añoremos “El paraíso perdido” por nuestra estulticia.
Alabemos, pues, éste país por su variedad tan extraordinaria, no en vano somos el segundo mas visitado del mundo. Y estemos, en definitiva, bien orgullosos de él porque realmente, estoy seguro... ¡No sabemos lo que tenemos!..
Algún día vendrá en que cada cual en su papel de su pequeño terruño contribuya al engrandecimiento de esta hermosa nación. Un país al que más pronto que tarde llamaremos todos sin pudor y con emoción.. España.
Dicho queda...
                                                                        Joaquín Yerga

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