miércoles, 25 de octubre de 2017

Volverán las sufridas banderas en mi balcón colgar.





Un apaciguador es alguien que alimenta al cocodrilo, esperando que se coma a otro antes que a él.
W. Churchill


Uno de los efectos colaterales que está provocando el conflicto catalán en el resto de España, (también allí) es que las posturas se radicalizan. Llegados hasta aquí ya no valen medias tintas ni ambigüedades, o se está con España y sus leyes, (que nos dimos todos por cierto) o se está en contra y a favor de los insurgentes, no queda otra.
Los independentistas además de saltarse las leyes juegan a tergiversar el lenguaje, también los de Podemos lo hacen. Nos hablan de democracia como si ellos fueran los verdaderos demócratas y nosotros simples fachas sobrevenidos. Nos dicen, eso sí afablemente y con caras de buenas personas, que votar no es malo y por lo tanto somos furibundos represores porque no los dejamos hacer. Y el caso es que por más que se les diga que no se trata de votar sino de cumplir las leyes, no hay manera… ellos a lo suyo intentando convencer a los incautos. De sobra saben ellos que no hay democracia sin leyes. Y las nuestras, pese a lo que digan, son las que son porque así lo quisimos todos. Ya lo dijo alguien “Dichosos los ciudadanos que son esclavos de sus leyes libres”.
Ellos, los indepes, al igual que sus protectores podemitas, invocan constantemente al pueblo como si el resto cuando votamos las veces que sean necesarias y elegimos lo que nos da la gana, fuésemos del planeta Marte. Pero esa es su estrategia, confundir.
Lo que está meridianamente claro (al igual que haría cualquier país del mundo que se precie) es que nos hemos dado todos una Constitución, después de mucho sufrimiento y eso es sagrado. Nuestra magna decisión debe ser respetada, cuando no grabada a fuego sobre imaginarios paneles de titanio imborrable. Si alguien quiere o necesita cambiar algún articulo de ella, debe hacerlo con mi consentimiento y con el todos y cada uno de mis compatriotas. De no ser así, exijo no mover ni una coma de ella.
Decía la principio que si algo positivo debemos sacar de todo esto, lo es también la desinhibición de nuestros sentimientos patrios. Y entre ellos la proliferación de banderas españolas en los balcones de nuestras calles. ¿Es posible que algo esté cambiando? O solo es un espejismo pasajero. Tal vez solo sea esto último, pero bienvenido sea. Significa que cuando alguien ataca nuestra integridad de nación nos indignamos y sabemos como defendernos. Últimamente tenía serias dudas sobre si estábamos hechos de una pasta diferente al resto de los mortales. Quiero recordar que llevamos décadas sufriendo improperios y vejaciones a nuestros símbolos y costumbres que nos ha llevado irremisiblemente a llegar a avergonzarnos de ellos.
Jamás he tenido necesidad de tener una bandera de España guardada en un cajón. Y nunca he considerado la opción de enarbolar ninguna en cualquiera de las concentraciones o manifestaciones a la que he asistido (aunque reconozco que han sido pocas) porque no había necesidad. Allá donde fui siempre eran españoles los que había, por lo tanto nada tenia que confrontar... Ahora el panorama ha cambiado.
Ante la deslealtad de nuestros enemigos también yo quiero poner mi bandera en el balcón. Los independentistas y sus acólitos, con su traición, han despertado mi patriotismo tanto tiempo larvado. Quiero colaborar, sentirme partícipe y ser miembro activo a favor de mi país, aunque sea de ésta manera simbólica. De nada tengo que avergonzarme pues soy ciudadano libre de un país libre y democrático como el que más y no una dictadura como algunos con mala fe nos quieren hacer creer.
A partir de mañana con nada que sople el viento ondeará mi bandera con orgullo en mi balcón. Y seré uno más de entre todos los que se han molestado en hacerlo antes que yo. A partir de mañana, también yo haré presión con mi gesto para que se aplique de manera precisa el articulo 155,. Y que de una vez por todas pongamos arreglo en aquella querida tierra española.
Bienvenido sea el efecto colateral del que hablaba al principio si ha servido para unificar nuestro criterio. Y de paso nos ayude a renacer de las cenizas el depauperado sentimiento de español. Falta nos hace...
Dicho queda…
                                   Joaquín Yerga
                                   25/10/2017



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