Dos
patrias tengo yo: Fuente de Cantos y la noche.
¿O
son una las dos? No bien retira
su
majestad el sol, con largos velos
y
un clavel en la mano, silenciosa
Fuente de Cantos
cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé
cuál es ese clavel sangriento
que en
la mano le tiembla! Está vacío
mi
pecho, destrozado está y vacío
en
donde estaba el corazón. Ya es hora
de
empezar a morir. La noche es buena
para
decir adiós.
--J. Martí--
La patria de uno es su infancia
Dejadme romper una lanza por los fuentecanteños de la diáspora, aquellos siete mil hombres, mujeres y niños que tuvieron que dejar su pueblo para irse por esos mundos de dios en busca del sustento que su tierra les negó.
Fijaos, dependiendo de a qué región del país hayan emigrado, han acabado abrazando las singularidades propias del lugar de destino: singularidades políticas, sociales, incluso deportivas y territoriales, y es lógico que así sea, uno asume lo que ve allá donde va y mora. No obstante, entiendo que algo superior a todo eso les une, a ellos y nos une a todos: nuestra niñez fuentecanteña.
Sí, aquella gente se dispersaron por los diferentes territorios de nuestra España y, precisamente por convivir con gente distinta que los acogieron en sus ciudades con agrado (Cataluña, Madrid, Asturias o Sevilla), han asimilado sus tradiciones y hasta sus banderas de medio pelo, pero el sentimiento de fuentecanteño de siempre, con nuestra historia, nuestro acento y usanzas, eso, me temo, perdurará para siempre en sus corazones.
Y es que, pesar de los años que hace que volaron, de la distancia, del tiempo y de lenguas extrañas, a los fuentecanteños del gran éxodo de los sesenta y setenta, les une y nos une, nuestra niñez, nuestra memoria, nuestros antepasados que yacen en paz en nuestro cementerio, y nuestra alma, que parte de ella aquí quedó para siempre. Así que, por favor, como dice la canción, no le llaméis forasteros..
Joaquín
calle Llerena
calle López de Ayala
Plaza de Magallanes
Plaza de Magallanes
Plaza del Padre Manjón
Plaza de Manuel Carrascal
calle Martínez
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