¿Pecados?
Sí, aunque leves, de esos que Dios perdona,
porque,
a pesar de todo, Dios no es mala persona.
¿Mentiras?
Dije muchas, y de bello artificio,
pero
que en un poeta son cosas del oficio.
Y
en los casos dudosos, si hice bien o mal,
ya
arreglaremos cuentas en el Juicio Final.
--José A. Buesa--
Egipto lo tenia todo para ser uno de los primeros lugares donde floreciera el progreso y la cultura del hombre. Ese río extraordinario que recorre de sur a norte su desértico paisaje y que dos veces al año (de junio y septiembre) se desbordaba inundando sus márgenes con el maná del barro para que floreciera ubérrimas cosechas, tenia que hacer, por narices, que sus suertudos habitantes vivieran muy bien y, saciado el hambre, emplearan la mente y las manos para otros menesteres, digamos más artísticos.
El amor por el Antiguo Egipto comenzó con Napoleón, cuando siendo éste aún general, fue enviado por el gobierno francés al mando de 30.000 hombres a combatir en Egipto y liberarlo de la ocupación turca, y se llevó consigo a unos cuantos expertos en el tema.
Por supuesto que se conocía ésa civilización por historiadores y viajeros que habían hablado mucho de ella, pero después de la experiencia de los franceses entró en Europa una verdadera pasión por Egipto y sus faraones..
Napoleón se puso la botas allá en Egipto, vio, disfrutó, manoseó y saqueó enormes riquezas arquitectónicas. Se llevó a París hermosos obeliscos, joyas, momias, ajuares de faraones y por supuesto la piedra Rosseta que no sirvió para descifrar los jeroglíficos
Por cierto, Napoleón llegó a pasar personalmente siete horas seguidas dentro de la gran pirámide de Keops. Pidió que le dejaran solo dentro de la gran tumba para sentir lo mismo que sintiera el gran Alejandro Magno dos mil años antes cuando conquistó Egipto...
Lo que sintiera Napoleón dentro del tétrico silencio de la tumba sólo él lo supo, se llevó al más allá el secreto..
Joaquin
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