jueves, 26 de abril de 2018

A Cristina, con amor.





Llegué, vencí, lideré, amé, confié y me traicionaron.


Indiscutiblemente la política, al menos en nuestro país, anda hecha unos zorros. Se han degradado tanto los asuntos públicos que lo que debería ser el espejo donde mirarse las personas de bien y en general todo el mundo se ha convertido en un cenagal atestado de intrigas, choriceos y trabajo fijo para mediocres, lo terminamos de ver ayer en la comunidad de Madrid. Aun así yo espero y deseo con verdadero ahínco que a partir de ahora, una vez pillados unos cuantos con el “carrito de los helados” y prestos ya a pasar por chirona donde penar por los saqueos de sus cleptomanías, se depure la cosa y tengamos el panorama más despejado.
Un político, es decir, una persona que dedica su tiempo y trabajo a servir a los demás debería tener ciertas cualidades, indispensables, para ejercer el cargo. Estar al frente de los ciudadanos, gobernarlos en sus diferentes jurisdicciones políticas y administrativas debería conllevar un plus extra de honestidad, rectitud y justicia, porque gestionar los caudales públicos de manera honrada y facilitar la prosperidad de todos sus compatriotas implica, además, un grado de sapiencia que no todos tienen. Solo los más cualificados deberían ocupar esos cargos.
Sé que es políticamente incorrecto, y menos hoy, decir que los políticos deberían tener mejores sueldos que el resto de los mortales pero es lo que pienso. Y lo pienso porque es muy importante, incluso diría que vital, que los mejores ocupen esos cargos que tanto nos afectan a todos. Lo contrario es que accedan a ellos los mediocres porque en la empresa privada, que suele dar mejores sueldos, los rehuyen, no los aceptan. Hay que tener en cuenta que un simple director ejecutivo y no digamos un consejero delegado de cualquier mediana empresa privada recibe unos salarios, que apuesto triplica, como poco, al de ministro o al del mismísimo presidente del gobierno.
También es cierto que debido a la chusma que se nos ha colado últimamente en la política nos parezca horroroso que encima ganen un pastón. O que nuestro singular sistema público, con autonomías, ayuntamientos, diputaciones etc. acomode a tantos politiquillos de tres al cuarto, pero esto es otra cuestión que deberíamos solventar más pronto que tarde.
Y creo, también, que es inteligente ofrecer aceptables emolumentos a los dirigentes políticos importantes porque además de que accederían los mejores evitaríamos de paso muchas tentaciones de enriquecimientos ilícitos, tan de moda últimamente. Por supuesto en caso contrario la administración se llenaría de gente mediocre, vulgares que imposibilitados de trabajar en la empresa privada se agarrarían a la publica como lapas, porque ya sabemos que aquí apenas se les exige nada, solo pocos escrúpulos y mucha labia. Miren si son importantes las resoluciones de la alta política que cualquier decisión suya puede acarrear la ruina total de un país como el nuestro, acuérdense de la crisis económica y la pésima gestión realizada en ella por algunos.
A mi humilde entender, de los dos grandes males que abruman la política española, la corrupción y la mediocridad, de la primera estamos a punto de librarnos porque a partir de ahora no habrá dios quien meta la mano en la caja, no así la mediocridad que como consecuencia de la primera, ésta irá en aumento pues con la que está cayendo a ver quién es el guapo que se mete en política, salvo los inútiles ¡claro! que no saben hacer otra cosa y los vagos que encuentran acomodo en las prietas filas de los partidos.
Cristina Cifuentes ha sido victima del llamado “fuego amigo”, es decir de la pendencias, intrigas y venganzas de gentes de su propio partido que perjudicados o ninguneados por decisiones suyas no se lo han perdonado. Y miren si la política en España es un terreno no apto para pusilánimes que algunos han tenido la osadía de apuntarle directamente y dispararle después, no con balas de fogueo precisamente, sino con las de carga hueca y efecto retardado que hacen mucho más daño, y destrozan el alma. 
Dicho queda…
                                    Joaquin Yerga
                                    26/04/2018

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