Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
El cierzo pasa, y suspirando:¡Llora!.
--Amado Nervo--
¡Nada he ganado con lo que te hice, Lucía!. ¡La prueba está que estoy aquí, sólo, hundido; meditando sobre mi terrible acción!..¡¡Dios mío, cómo pude llegar a esto!! Es verdad que, herido en lo más profundo de mí ser y con un furioso berrinche me dejé arrastrar por la ira y tuve que hacerlo.
Ya es tarde, lo sé; podría haberlo concebido de una manera más reflexiva, más pacífica. O haber servido mi venganza en plato frío, como dicen algunos, pero mi temperamento impulsivo me lo impidió. Temo que ha empezado mi tragedia..
Me desquité a mi antojo, es verdad, pero la duda ya ha hecho acto de presencia en mi ánimo donde poco antes reinaba la satisfacción más absoluta por un deber cumplido. Ahora me pregunto dónde fue a parar mi convicción, mi aplomo. ¡Cómo un tipo como yo, tan seguro de sí mismo anda consternado y aterrado, y empezando a dudar de todo!...
Es espantoso como cambia el cuento. ¡Quién iba pensar unas horas antes que yo, el tipo más confiado, alegre, y por qué no, enamorado del mundo, iba a estar aquí, desconsolado y sollozando en mi coche, frente a la puerta de nuestra casa y con la cabeza apoyada sobre el volante lamentando mi terrible equivocación!!..
Lo cierto es que tú, Lucia, mi mujer, el gran amor de mi vida, me has traicionado con toda la frialdad del mundo; a pesar de que yo ¡Lo juro!, te fui fiel hasta en pensamientos. ¿Quién me lo dijo? No recuerdo, quizás un amigo. Sólo sé que un oscuro velo nubló mi razón y tanta fue mi amargura que veinte años habré envejecido de golpe... En medio de ese angustioso torbellino una obsesión arraigó inmediatamente en mi pensamiento y una palabra perversa perfilaron mis labios ¡Venganza!...
Admito que no he tardado mucho en encontrar colaboración para mi malvado plan. En mi mente, sin llegar a esforzarme demasiado, aparecieron súbitamente el argumento y el personaje de esa ansiada venganza... Y mi amiga Marta entró en acción. Con ése desafío y con la imprescindible colaboración de ella, ¡lo hemos consumado de manera imprudente los dos!, ¡Sí! ¡Y ésta misma tarde!...
Marta nunca negó cierta envidia, rayana al odio, hacia ti. Y sobre ése odio, lo reconozco, he sabido extraer un buen provecho. No tengo recato en admitir que para requerir su ayuda no tuve que esforzarme demasiado; ella siempre estuvo dispuesta. Sólo bastó mostrarle mi angustia para que perdidamente cayera en mis brazos...
Sé que para Marta todo esto ha sido un asunto pendiente largamente deseado, y ahora cumplido. Para mí, sin embargo, ha supuesto un acto de desahogo, de rabia conmigo mismo por mi torpe ingenuidad y confianza contigo.
Gotas de fina lluvia comienzan a caer sobre el cristal del parabrisas del coche. Las percibo tan frías como las lágrimas que acuden a mis ojos empujadas por mi desesperación. Mi vida y mi mundo, sí, mi conocido y querido mundo se va al garete, y tal vez la venganza que he cometido esta tarde sea la losa que prolongue mi melancolía por mucho tiempo.
¡Había sido la nuestra una sublime historia de amor, Lucía!.. ¡Habíamos creado entre los dos un Edén aquí en la tierra y lo hemos perdido de golpe!. ¡El cruel destino quiso que, al igual que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, repitiera en nuestras vidas sus desdichas!.
Es verdad que Marta y yo hicimos frenéticamente el amor esta tarde. Ella por lo más hermoso de ésta palabra, lo cual dice mucho en su favor. Lo mío fue mucho peor, por una venganza quizás malentendida, pero que tú, Lucia, te merecías. O quizás ya no... no sé..
Joaquín
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