Me levanté temprano como siempre, moribundo casi, pero resucité y di la bienvenida al mundo. Luego desayuné con las noticias políticas habituales y me fui en Metro al trabajo.
Aburrido miraba las caras de los viajeros sentados enfrente mía, compañeros de rutina y bostezos de todos los días... de repente un rostro de mujer iluminó el vagón. Esa cara y esos gestos me trajeron recuerdos de otros tiempos, tiempos en los que una suerte mejor me sonreía, y me emocioné.
No me atreví a decirle nada, no estaba seguro, aunque esos ojos, sin duda, eran suyos; más cargados de nostalgia, quizás más oscuros, pero era ella y estaba casi igual, tan hermosa como entonces, o tal vez más. Cerré los ojos y me puse a pensar de qué manera entrarle, cómo podría saludarla:
“Sigues pareciendo la chica más triste de la ciudad”---pensé decirle con ironía---”¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos?. ¿Recuerdas cuando buscábamos cualquier rincón sin luz?. "Agárrate de mi mano, que tengo miedo del futuro"--- me decías. Ahora que te encuentro veo que aún arde la llama que encendiste. Nunca, nunca es tarde para nacer de nuevo, para amarte. Debo decirte algo antes de que te bajes de este vagón y quede muerto otra vez"---Todo esto se me ocurrió decirle, pero...
Me levanté y me acerqué a ella:
---Hola, ¿Cómo estás? Cuánto tiempo, ¿te acuerdas de mí?---le pregunté
Con una sonrisa tímida respondió:
---Perdone, pero creo que usted se ha equivocado.
---Disculpe, señorita, ¡Me recuerda tanto a una mujer que conocí hace ya algunos años!.
Más viejo y más cansado volví a mi asiento y, aburrido, volví a vigilar las caras de los viajeros, compañeros de rutina y bostezos.
(Anónimo)
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