Mi cita con Mariana fue en un cine de películas clásicas, en Madrid. No había mucha gente, así que ella se permitió el lujo de elegir asiento.
En una de las escenas más románticas, yo levanté disimuladamente los brazos y posé mi mano sobre su hombro. Para mi sorpresa, ella giró la cabeza y contempló mi rostro. Me sonrió y luego cerró los ojos lentamente.
Así murió Mariana, a sus casi ochenta años, viendo por enésima vez "Lo que el viento se llevó" su película favorita. Algo conmovido por su ternura final, cogí mi guadaña y me fui a mi siguiente cita.
S.P.

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