martes, 5 de junio de 2018

Sobre incestos y otras menudencias




Buenos amigos, buenos libros y una consciencia adormecida: esa es la vida real.
(Mark Twain)


Hay un librito de oraciones en la Biblioteca Nacional que se guarda como “oro en paño”. Es del siglo IX y perteneció a la infanta Doña Urraca, hermana del rey Alfonso VI de León. El libro se llama “Libro de Horas” y lo utilizaba esta mujer para sus oraciones y penitencias. Además de ser una auténtica reliquia por su antigüedad, contiene unas anotaciones hechas a mano por su confesor de las que se desprenden unas conclusiones cuanto menos sorprendentes...
Según los historiadores la tal, Doña Urraca, era una señora de armas tomar. Desde siempre había tenido una insana predilección por su hermano Alfonso con el que tuvo amores incestuosos. Y no sólo eso, ideó el crimen de su otro hermano, Sancho II, para favorecerlo.
Una de las épocas más apasionantes de la historia de España se dio bordeando el mítico año mil. Estaba entonces el país dividido a partes iguales entre cristianos y musulmanes; exactamente de Madrid para abajo aun era mora y de ahí para arriba se habían formalizado ya los diferentes reinos cristianos, que serían después el origen de las diferentes regiones actuales..
Muerto Fernando I de León, que aglutinaba gran parte de esos reinos, dividió su territorio entre sus cinco hijos (tres machos y dos hembras). El primogénito Sancho II, sacó la mejor tajada al tocarle Castilla, al segundo Alfonso VI, el reino de León y al tercero de los varones, Galícia. En cuanto a las hembras se llevaron las migajas, Urraca, la mayor, se tuvo que apañar con el condado de Zamora y Elvira con el de Toro.
Así veía las cosas su padre, pero sus retoños no quedaron conformes con el reparto. Sancho, quizás el más ambicioso, pensaba que al ser el mayor le correspondía casi todo, y no tardó en pelear contra su hermano Alfonso para arrebatarle su parte. La hermana mayor, Urraca, ojito derecho, y más, (ya lo contaremos luego) de Alfonso) intercedió y llegaron a un acuerdo amistoso. Sin embargo, pronto volvieron a la carga y Sancho hizo preso a Alfonso desterrandolo a Toledo, en poder entonces de los moros. Aprovechando  la ausencia de su hermano siguió con sus apetencias de apoderase de todo.
En una escaramuza, mientras intentaba ganarse Zamora, Sancho fue asesinado, pero su forma de morir ha dado mucha carnaza a la literatura española. Estaba el hombre agachado haciendo sus necesidades más perentorias a las afueras de la ciudad cuando un tal Bellido Dolfos le atravesó el pecho con una lanza. Ése tal Bellido era amigo y protegido de Urraca, con lo que no hacía falta hacer muchas conjeturas acerca de la verdadera instigadora del asesinato.
Urraca en cuanto supo de la muerte de su hermano Sancho, dio recado urgente a su otro hermano, Alfonso para que volviera, pues ya tenía el camino libre. Y Alfonso, efectivamente, volvió de Toledo y además con ganas de gresca. Enseguida tomó posesión de su reino y del de su hermano asesinado. Y no solo eso, fue a Galicia, encerró sin compasión y con grilletes en una mazmorra de por vida a su otro hermano, García, y de paso metió en un convento a sus dos hermanas para quedarse con todo lo suyo, ¡Después de todo lo que Urraca había hecho por él!... Pero, en fin, así se las gastaban en aquella época.
Alfonso, apodado el VI, se convirtió en uno de los reyes más importantes de la Edad Media, ganó batallas a los moros pero también perdió algunas. Una de las cuestiones por las que fue más conocido era por la relación de amor y odio que mantuvo con el Cid toda su vida.
Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador” fue el lugarteniente del rey Sancho II, además de un tipo poderoso y con ejercito propio. Al morir asesinado Sancho y recaer las sospechas en su hermano Alfonso, tuvo la osadía de exigirle a éste antes de prometerle obediencia y fidelidad, que jurara no haber tenido nada que ver con el asesinato de su hermano, es decir, la famosa “Jura de Santa Gadea”, (por la iglesia de Burgos en donde se realizó el acto). Alfonso juró su inocencia pero ése gesto nunca se lo perdonó al Cid y se lo hizo pagar caro toda su vida.
Otro de los muchos episodios que caracterizó la vida del conflictivo, Alfonso VI, fue su negativa a conquistar Toledo a los moros hasta que su rey no muriera. Éste rey moro, Al-Mamún se portó muy bien con él cuando estuvo ahí desterrado por su hermano. Fue un gesto muy loable por su parte porque nada mas estirar la pata el bueno de Al-Mamún apenas tardó nada en apropiarse de la capital castellana.
En la vida amorosa de Alfonso tampoco faltó de nada. Se casó cinco veces pero tuvo muchas amantes de larga duración, e infinidad de ellas de un sólo día. Tal vez la más famosa de todas sea la mora Zaida, hija del rey moro de Sevilla y con la que tuvo, por cierto, dos hijos ilegítimos. 
No obstante, a pesar de sus aciertos y desaciertos, que hubo muchos, quizás su fallo más grande fue ceder (a su muerte) a su yerno francés (casado con su hija mayor) el condado de Oporto. Esto motivó, con el tiempo, la independencia de Portugal del condado de Castilla, ¡Para que vean de dónde viene la cosa!..
Dicho queda...
                                                                                      Joaquín Yerga
                                                                                      05/06/2018



No hay comentarios:

Publicar un comentario