miércoles, 20 de junio de 2018

La maldad vuela alto






Voy a dormir, nodriza miá, acuéstame.
Ponme una lámpara en la cabecera:
una constelación, la que este guste;
todas son buenas, bájala un poquito.

Déjame sola; oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases.
para que olvides...Gracias...Ah, un encargo:

si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido

(Último poema que Alfonsina Storni escribió antes de suicidarse.)


Tres años antes:
Zaharie Ahmad, llevaba meses preparando el asunto. Ya casi lo tenia todo listo, y estaba seguro que esta vez no fallaría. Desde hace unas semanas simula en su video-consola, incluso en un programa de ordenador que le dejaron prestado, cómo posar la aeronave exactamente en ése lugar desconocido del océano sin ser descubierto por los potentes radares de la zona, por lo menos hasta un tiempo después de la desaparición. Aunque lo que más le importa de todo esto es que su mujer y sus tres niños no sospechen absolutamente nada, el resto del pasaje, ni los conoce ni le importa lo más mínimo, mala suerte por haberse cruzado en su camino, allá ellos y sus problemas. De todas maneras al igual que él, los demás deberían pensar que éste mundo es un asco y darle, casi, las gracias por ayudarles a salir de él.
A sus 53 años y con muchas horas de vuelo a sus espaldas, lleva días pensado en su vida, y ha llegado a la conclusión de que no puede más, mejor dejarlo ahora que aun es joven. El futuro de su mujer y los niños no le preocupa pues ya tiene resuelto dejarles lo suficiente para sus estudios y manutención. Del resto de sus familiares piensa, creerán que fue un hombre honesto, trabajador y buen padre, y llorarán su perdida, ¡claro! que nadie tiene porqué enterarse de su secreto.
De todos los preparativos lo que más le ha costado idear es la manera de desembarazarse del copiloto de la nave, su compañero Fariq Abdul. Sabe que se iba a casar próximamente, a sus 27 años, con esa preciosa novia que un día le presentó en el restaurante del aeropuerto. Pero no le quedaba otra que hacerlo de manera violenta. El resto el pasaje, y tal y como había calculado minuciosamente, con la descompresión sería suficiente, no tardarían en morir asfixiados.

Tres años después:
Aparecía este domingo pasado en un diario de tirada nacional una información inquietante, aunque a decir verdad la noticia en sí fue portada hace ya tres años. Algunos o muchos recodarán todavía la desaparición de un avión de la compañía aérea Malasysia Airline. Fue noticia impactante en todos los medios informativos del mundo, primero por la catástrofe en si, viajaban en el aparato 239 ocupantes, y también por el misterio que rodeó al accidente.
La aeronave salió de Kuala Lumpur, capital de Malasia y su destino era Pekin, la capital de China, pero incomprensiblemente se perdió la pista del avión al poco de salir del aeropuerto. Cosa muy rara porque siempre deja algún rastro ese tipo de aparato cuando por diversas circunstancias tiene algún contratiempo.
He de recordar que Malasia es un país del sureste asiático que tiene fronteras con Tailandia y con Birmania, y aunque estos dos últimos son de religión mayoritariamente budista, en Malasia, sin embargo, son musulmanes sunnitas, con lo que la teoría del atentado terrorista era la que más se barajaba.
Pasaban los días y los meses, incluso los años, y del avión desaparecido ni mu, nada se sabía. Investigadores malayos, chinos y australianos (El norte de Australia está muy cerquita de Malasia) se esforzaban todo lo que podían y con todos los medios posibles para determinar las causas del misterio, pero sin resultados visibles, hasta ahora...
La mayoría del pasaje era de origen chino que regresaban a su patria, por lo que fueron las autoridades de este país, presionada por los familiares de los más que posibles fallecidos, los que más empeño pusieron en encontrarlos, aunque como dije antes sin éxito.
Resulta que a lo largo de estos tres años desde la desaparición se han encontrado algún resto del fuselaje del aparato, pero a mucha distancia, y piezas de tamaño muy grande para lo que sería razonable. Debemos tener en cuenta que la hipótesis más verosímil que manejaban los expertos, (sea el causante de la catástrofe una bomba o un fallo técnico) era la entrada del aparato en el mar de manera violenta, es decir un choque traumático que haría que el avión se descompusiera en trocitos pequeños. Y de los ocupantes ni os cuento...
Curiosamente, ahora, un trienio después del siniestro, un canadiense, un tipo sencillo, inteligente, meticuloso, llamado, Larry Vance, ha descifrado el enigma. Larry, un jubilado que en sus ratos libres trabaja de manera independiente para investigar accidentes de aviación nos descubre, por fin, qué pasó con el misterioso avión, y créanme a nadie a gustado conocer las razones.
Y es que lamentablemente ya pasó una vez y ha vuelto a pasar, un comandante de un avión se suicida con él y con todos sus pasajeros dentro. Hace unos años un piloto alemán, Andreas Lubitz, estrelló su aparato en las faldas de los Alpes franceses, murieron 150 pasajeros, según los informes el piloto estaba tratamiento psicológico.
En este caso el comandante malayo y piloto experimentado, Zaharie Ahmad, ha actuado de una manera, quizás, más atroz, más sibilina, en vez de estrellar el aparato directamente como lo hizo su compañero, Lubiz, lo posó sobre las aguas del océano Indico, en un lugar alejado y desconocido, hasta que el peso de la nave hizo que se hundiera lenta y definitivamente en las profundidades abisales. Y con ella la vida de 239 personas inocentes.
Concluye el investigador Larry Vance, que al poco de perderle la pista los controladores aéreos, el comandante Zaharíe asesinó al copiloto y provocó una descompresión. Los pasajeros se pusieron las mascarillas, pero se les acabó el oxigeno. El hecho de que las piezas del avión encontradas fueran muy grandes y que ningún radar lo detectase le hizo sospechar.
Efectivamente, después de aportar las pistas definitivas a la policía, se registró la casa del piloto y han encontrado los programas informáticos con los que el comandante Zaharíe simulaba el sitio exacto donde posar la nave para no ser descubierto y cometer así su tremenda canallada.


                                                                      Joaquin Yerga
                                                                        20/06/2018



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