miércoles, 10 de julio de 2019

La guarrería no tiene límites..






Y sé que mi sed solo se sacia con tu agua
y que nadie podrá darme de beber
ni amor, ni sexo, ni rama florida
sin que yo le odie por querer parecérsete
y no quiero saber nada de otras voces
aunque me duela querer ternura 
--Gioconda Belli--

El duque de Parma, Don Fernando, nieto de Felipe V y María Amalia de Austria se casaban el 27 de junio de 1769..
Terminan los actos protocolarios y el refrigerio; la pareja sube a sus aposentos a consumar la coyunda procreadora.. Pero, hete aquí que al poco rato de haber abandonado la sala, donde aún se hayan los invitados zampando los postres, se oyen unos pequeños gritos de dolor.. 
--¡Qué pasa! ¡Qué pasa! --exclaman todos.. 
Sube rápidamente el ayuda de cámara a comprobar, y baja, raudo, muy preocupado en busca del médico personal del duque. Da con él y entran los dos en la habitación conyugal..
Pasan unas horas; todo el mundo estaba expectante ávidos de noticias A medianoche, por fin, baja el médico e informa a los consejeros y a la familia que esperaban impacientes, que.. Fernando sufre de fimosis y no puede consumar el acto. “El duque sufría tanto en la erección por la tirantez del frenillo que sujeta el prepucio y que hacía enarcar su verga. Se le está aplicando baños de leche”.. Palabras textuales del galeno..
Semanas después el duque seguía en las mismas, con lo que se llamó al famoso cirujano francés Vachel que, en cuanto vio el pene del pobre Fernando, enseguida dio con la causa
--¡Mierda! ¡Oh! -vociferó el galeno
--¿Mierda?. --se extrañaron los familiares.. 
Efectivamente, se le había formado una costra de porquería entre el prepucio y el glande que le era imposible, al guarro, consumar nada.
Está muy bien esto de intensificar la higiene; incluso más en las partes pudendas, de muchas enfermedades nos han librado pero, no crean que siempre fue así.. Hubo un tiempo en el que lavarse estaba considerado algo así como terapéutico, curativo, y no exagero.. 
Los egipcios, que fueron de los primeros que tenemos testimonios escritos, quizás fueran los más limpios de sus tiempos, hay constancia de ello.. Los griegos no tanto, pero si los romanos que fueron unos verdaderos maestros en baños públicos y saunas.. Todo un rito era para ellos acudir por las tardes a las termas publicas y salir de ellas hechos un pincel, relajados, limpios y perfumados..
Los árabes siguieron con la tradición y, aunque no llegaron a igualar a los romanos, si fueron mucho más limpios que los cristianos de sus tiempos, ya que estos eran unos puercos.. No obstante nunca se consiguió superar la guarreria de los siglos XVII y XVIII. Estos si que eran unos marranos... 
El siglo XVII, llamado el Siglo de las Luces, por el despertar de la humanidad a la ciencia y los adelantos médicos y tecnológicos, sin embargo para esto de la higiene no avanzaron absolutamente nada, más bien al contrario, retrocedieron una barbaridad..
Contaba el marques de Bourrienne en un libro, que en tiempos de los reyes franceses, Luis XIV y Luis XVI, los nobles y aristócratas se hacían sus necesidades en el propio Palacio de Versalles. Pero no en los baños como sería preceptivo, y es que tampoco había baño, sino en los pasillos y en los suelos de los mismisimos salones, créanselo.. 
Las marquesas, duquesas y otras damiselas de alta alcurnia se meaban de pie y, no sólo eso, también se hacían otras cosas mayores; los tíos igual que éstas guarronas.. Los sirvientes corroboraban estas practicas cuando a la mañana siguiente tenían que limpiar las reales cacas de esas suntuosas estancias. Incluso la cuñada de Luis XIV se quejaba de que en Versalles era imposible vivir por el olor a orines que había.. Decía también el marqués de Bourrienne: “muchas pelucas, muchos perfumes pero por dentro apestaban”.. ¡Hasta los piojos hacían su agosto en esta época!..
Mirad hasta donde llegaba la falta de privacidad y la cochinada de los reyes de entonces, que el mismísimo Luis XIV, el todopoderoso “Rey Sol” recibía a emisarios y embajadores sentado en una especie de retrete haciendo sus necesidades.. Una vez acabada su soberana defecación, un mayordomo le limpiaba su real agujero con un algodoncito humedecido en perfume, mientras, seguía negociando con el sorprendido embajador.. Y digo yo, ¡si esto lo hacían los nobles y ricos, qué no harían los pobres!.. En fin..
Joaquin Yerga

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