Ese vago rumor que corta el viento
es la voz funeral de una campana,
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana
--Zorrilla--
Mariano José de Larra vivía bien. No en vano había conseguido a sus 28 años lo que nadie jamás hizo hasta entonces, buscarse la vida escribiendo artículos. Incluso triplicaba en ingresos al del mismísimo presidente del gobierno. Eso decían..
Fijaos si le iban bien las cosas que se compró una casa bastante grande en la calle Santa Clara, de Madrid, contrató un coche de caballos y cochero para su exclusivo servicio y aun se permitía el lujo de tener dos criadas y una cocinera.
Sin embargo en lo sentimental la cosa le iba regular.. Acababa de separarse de su mujer por incompatibilidad de caracteres. Pero no se podía quejar, además frecuentaba teatros, salones de moda o paseos en su coche por el Paseo del Prado.
Hasta que se cruzó en su camino Dolores...
Ay, Dios, lo suyo con Dolores fue más que un flechazo. Un fogonazo de luz entró de golpe en su corazón para zozobrarlo..
Dolores estaba casada con un tipo con dinero.. Se le había quedado pequeña Sevilla para sus elevadas apetencias sociales y convenció a su marido a trasladarse a Madrid..
Y por aquí andaba, detrás de algún ricacho o guapete galán. Y mira por donde se fijó en él, que entonces saboreaba las mieles del éxito.. Mariano José se enamoró de ella hasta las cachas. Pero, claro, nunca supo que ella lo utilizaba sólo para medrar entre la sociedad madrileña..
Pasear su nuevo amor por las calles de la capital supuso un gran escándalo.. Fueron meses de amor y pasión clandestina, que el marido de Dolores intentó terminar de raíz llevándosela a París, a Viena y a Roma, entre hoteles de lujo y salones de baile..
Desesperado, Mariano José esperaba, y se tuvo que resignar a no ver más a Dolores..pero..
Mira por donde, durante aquel duro invierno por Europa el marido de Dolores cogió una pulmonía de aúpa y murió. El cielo se le abrió a María José, ¡por fin, Dolores se queda libre!---pensó esperanzado
Pero incomprensiblemente Dolores no vuelve a Madrid, ha desaparecido. No le llegan noticias suyas..
Y pasó el tiempo, más de un año..
Aquel martes de febrero estaban los carnavales de Madrid en plena ebullición.. Maríano José estaba en su despacho terminando un trabajo cuando un criado le avisa de que una señora de nombre Dolores quiere hablar con él...
Se quedó petrificado. No esperaba ya volver a verla..
Rápido ordenó al criado que la hiciera subir y se dispuso a recibirla, estaba loco de alegría.. pero.., fría y distante, ella le dice que no quiere saber nada de él, que sólo venía a por las cartas de amor que se escribieron..
Mariano José le suplicó, lloró, se arrodilló, pero, nada, nada.... Ella lo tiene claro, no lo quiere, lo abandona.. Se había comprometido con un señor francés importante y quiere casarse--le confesó
Maríano José era un caballero, así que, resignado le entregó el paquete de cartas atadas con un lacito azul que guardaba como oro en paño y se despidió de ella definitivamente...
Dolores abandona la casa y él se mete en su despacho.. Un gran dolor se apodera por momentos de su mente. No pudo concebir quedar sin el amor de Dolores.. Cogió la pistola que tenía en el aparador y se pegó un tiro..
Los criados oyeron disparo. Entran corriendo y lo encuentran tirado en el suelo con una herida de bala en la cabeza, ¡Se había suicidado!..
La noticia causó una inmensa conmoción en Madrid.. ¡Oh, Mariano José de Larra, el mejor periodista del momento se había suicidado por amor!
En el cementerio de la ciudad y ante la multitud que se agolpa frente a su tumba, un joven poeta, también romántico, leyó un hermoso panegírico en su memoria.. se llamaba José de Zorrilla..
Por cierto, Dolores Armijo, la guapa morena sevillana de ojos verdes, conmocionada por el suicidio de su antiguo amor, abandonó su idea de casarse, volvió a Sevilla e ingresó de monja en el convento de las Descalzas..
Joaquín