lunes, 21 de noviembre de 2016

Mi última tarde con Teresa


Era verano y hacía calor. Paseaba yo por la calle más comercial de la ciudad cuando una chica se acercó y me preguntó por una dirección. Me dio las gracias cuando la informé y se dio la vuelta. De pronto recordé: ¡coño, pero si es Teresa!, una antigua compañera de trabajo a la que hacía años que no veía.. 

--¡Teresa!---Le grité casi a voces---¿No sabes quién soy? ¿No me conoces?.

Se dio la vuelta y me contestó desconcertada:

--Eres Joaquín, ¿no?. Te había reconocido antes cuando te pregunté, pero no me atreví a decirte nada; no estaba segura.

Nos acercamos y nos dimos dos besos.

--Sigues igual que siempre ¿Qué haces por aquí?---Le interrogué gratamente sorprendido. Aunque le mentía de manera descarada, había cambiado mucho.

--Tú también estas casi igual, aunque con menos pelo---Me confesó con una sonrisa que percibí  triste

--Ha pasado mucho tiempo ¿Ocho, diez años? ¿Sigues aún en El Corte Inglés?---Me interesé.

--Hace un mes me despidieron---Respondió--- ya sabes, después de tanto tiempo. Han pasado muchas cosas y no todas buenas precisamente. Pero, bueno, es una historia larga de contar.

En esa última frase noté cierta melancolía. Estábamos conversando en mitad de la calle y, aunque no era la hora del mayor bullicio, ya se estaba llenando de gente e impedíamos el trasiego normal de los transeúntes. Así que me animé y le sugerí tomar unas cervezas en una cafetería cercana y seguir hablando.

--De acuerdo, aunque no puedo parar mucho tiempo---Me dijo--vengo a una gestoría que me han recomendado por aquí cerca y creo que cierran a las nueve.

Miré el reloj. Eran las siete y cuarto. La cogí suavemente por la cintura y caminamos hacia arriba, en dirección a la cafetería. Durante el trayecto me fui interesando por los antiguos compañeros de trabajo y por temas relacionados con el mismo. 

Ella me fue hablando de todos con cierta excitación hasta que le mencioné a Carlos, el director del centro comercial. Cambió el semblante de su cara al oír su nombre; una visible tristeza se apoderó de sus aún hermosos ojos negros. Me miró pero no dijo nada.

Carlos era entonces un joven de unos treinta y pocos años, recién licenciado en empresariales, pero con mucho don de gente, ambicioso y con un futuro prometedor. Alto y bien parecido, era "vox populi" en toda la empresa de cómo lo miraban las chicas y el éxito que tenia con ellas.

Después de apreciar el cambio de expresión en el rostro de Teresa, intuí algo sombrío entre ellos. No obstante seguimos andando y no quise preguntarle más.

Llegamos a la cafetería y conseguimos una mesa en un apartado rincón. Desde allí contemplábamos perfectamente la gente pasar por la acera pero, con las puertas y ventanas cerradas para mantener el aire acondicionado, tan solo un rumor lejano de voces llegaba a nuestros oídos.

Mientras saboreábamos unas cervezas frías y por motu propio, ella recuperó el asunto de Carlos. Se sinceró conmigo:

--Joaquín no estoy pasando un buen momento---Me dijo---recuerdo que tú eras un buen compañero y te apreciaba, te sigo estimando, por eso no me importa desahogarme contigo si no te aburro demasiado. No he hablado de esto de Carlos con nadie, ni si quiera con mi madre. Está delicada de salud y no quiero preocuparle.

Me vino a la memoria que ella era hija única. Su padre murió en aquellos tiempos que trabajamos juntos.

--Faltaría más Teresa---Le contesté---puedes contar conmigo para lo que quieras, siempre me caíste bien. Acuérdate de las charlas tan interesantes que teníamos durante las comidas.

--Me alegro mucho haberte encontrado aquí. Para serte sincera llevaba horas deambulando sin rumbo fijo, solo quería andar y ver gente, necesito olvidar---Esto último lo dijo con un par de lágrimas en los ojos.

--Qué te pasa Teresa, cuéntame---Casi le supliqué 

Arrimó su silla un poco más a la mía y ya  un poco más tranquila casi me susurró:

.--Después de irte tú de la tienda, al poco tiempo me enamoré de Carlos, aunque creo que siempre lo estuve. Hemos estado juntos más de cinco años, pero sin convivir en pareja. Él está casado y tiene dos niños. Alquilamos un pequeño apartamento donde nos veíamos dos veces por semana

Las palabras le salían una tras otra de manera precipitada. No quise interrumpirla, sólo le pregunté: 

--¿Y qué os ha pasado?

--Me ha dejado, se ha aburrido de mí---Me respondió dolida---y no sólo eso, sino que a instancia suyas me echaron también del trabajo. Se ve que no quiere problemas en la empresa, aunque todos saben allí de lo nuestro. 

Según me iba contando, yo iba descubriendo una tragedia en ciernes. La vi muy afectada. Prosiguió:

--Mira Joaquín, estuve con él en lo bueno y en lo malo, aunque realmente para mí siempre ha sido malo. Hemos estado viéndonos a escondidas, pero él, parece ser, mintiéndome de manera descarada durante todos estos años. Continuamente me prometía separarse de su mujer, cosa que por supuesto no hizo. Reconozco que la culpa es mía, ya soy mayorcita para saber lo que hago. Pero todo lo hice por amor, por quererle demasiado. Al final, ya ves como ha acabado todo.

Terminó. Sacó un pañuelo del bolso y se secó la comisura de los ojos, estaban llenas de lágrimas.

--No sé qué decirte Teresa, lo siento mucho---Le dije solidarizándome con ella.

--Gracias, Joaquín, ya lo sé, es la vida. He tenido la mala suerte de que se cruzara en mi camino, y yo tonta de mí enamorarme como nunca lo había hecho antes

Esto último lo dijo con mucha amargura.

--A pesar de todo---Continuó---creo que no merezco lo que me ha hecho. Y lo peor de todo es que aún le quiero. Hace un mes que no sé nada de él, no quiere verme. Se busca excusas tontas para no hacerlo y estoy desesperada.

Seguimos hablando un buen rato hasta casi las ocho y cuarto. Me recordó que tenía prisa pues le cerraban la gestoría a la que iba para tratar cuestiones sobre su despido..

Antes de irse me había contado con detalles todo sobre su relación con Carlos, y también otros temas de la empresa. Evidentemente estaba tocada, y muy enamorada aún. Reconozco que me sorprendió su perniciosa atracción por él.

Al despedimos nos abrazamos y noté como temblaba su cuerpo. Me quedé muy preocupado. Se fue con los ojos húmedos y la mirada ausente. Nos dimos el teléfono y prometí llamarla en un par de días. 

Debido a diversos problemas personales míos no volví a saber de ella hasta bastantes días después...

Una mañana ojeando en Internet vi aparecer una nota publicitaria de El Corte Inglés, la empresa donde trabajé con Teresa, y la recordé de súbito, y su amargura. Sin pensarlo dos veces cogí el móvil y la cartera donde aun guardaba la nota con su número de teléfono y la llamé. Habían pasado casi dos semanas desde que nos encontramos en aquella calle.

La contestación de su madre me dejó helado. Teresa murió atropellada el día 28 de julio pasada las diez de la noche en una importante avenida de la ciudad y, ¡Dios mío!---Exclamé para mis adentros---¡¡Eso fue justo el día que estuvimos juntos!!!...

Tardé unos instantes en reponerme del shock. Cuando lo conseguí pude escuchar el resto de las explicaciones de su afligida madre. Un coche se la llevó por delante y se dio a la fuga. Atravesaba la avenida por un lugar indebido. La muerte fue instantánea dijeron los de protección civil...

Entre sollozos, su madre me comentó que no se explicaba lo sucedido, aunque sabía lo mal que lo estaba pasando su hija después del despido.

Yo le hablé de mi encuentro con ella esa tarde y le conté toda nuestra dilatada conversación, y su secreto. Los dos adivinamos los graves motivos que alentaron su atropello. Pero no nos dijimos nada, sólo un emotivo y esclarecedor silencio fue cómplice de nuestra certeza.

Joaquín..






                                


2 comentarios: