miércoles, 23 de noviembre de 2016

No lloréis por mí

                                                                     

                      



Cualquiera puede arrebatar la vida a un hombre; pero nadie puede arrebatarle la muerte. Mil caminos se abren hasta ella. 
--Séneca--

Hace unos meses dos niños de 9 y 11 años se quitaron la vida en sus propios domicilios en sendos lugares de España. Ayer Juanito, de 12 años, un chico murciano, estupendo y buen estudiante se ahorcó con el cordón de su bata en su habitación; acababa de morir cuando lo encontró su madre. Creo saber que el acoso infantil está detrás de cada uno de los casos. Los tiempos han cambiado tanto que si hace unas pocas décadas era impensable imaginar que unos niños de tan corta edad se suicidaran, hoy en día lo aceptamos como si fuese algo de lo más habitual..
Hoy no es el día de la Prevención del Suicidio, que lo es el 10 de septiembre, pero mirad qué barbaridad: un día cualquiera, exactamente hoy viernes 19 de febrero de este invierno tristón, es el idóneo para que doce personas sin piedad con ellas mismas se quiten la vida en España de manera voluntaria. Desconozco las causas íntimas que les impulsarán a realizar un acto así de lamentable, pero deben ser excepcionales. Ignoro también el estado anímico terminal de las personas afectadas en el momento de ejecutar esa acción tan terrible contra sí  mismas, pero lo intuyo insoportable.
En nuestro país se suicidan al año casi 4.000 personasQue un individuo se quite la vida voluntariamente es más común de lo que imaginamos. Sin ir más lejos en los países del norte de Europa, que es donde se da el índice de suicidios más alto del mundo, supone de hecho un porcentaje importante en la tasa de mortalidad juvenil. Mucho tendrá que ver el nivel de vida. 
Curiosamente en el tercer mundo, donde la pobreza campa a su albedrío, las personas no tienen tentaciones suicidas a pesar de lo penoso de sus vidas. Seguramente andan tan atareadas intentando subsistir día a día que no queda tiempo para esas, “nimiedades”. Bastante tienen con llevar el pan a sus casas y alimentar a sus hijos o padres. 
Y fijaros, cada cultura tienen su forma singular de suicidarse. En Fuente de Cantos todos sabemos de algunos que se han quitado la vida voluntariamente, aunque desde luego es un fenómeno que se da menos ahora que hace unas décadas, cuando era relativamente habitual. Acordaros que el método más común aquí era tirarse a un pozo o el ahorcamiento, maneras propias de la zona rural. En las ciudades es más tradicional lanzarse al vacío desde un edificio alto.
El suicidio ha significado un estigma muy grande para las familias que los han padecido. No está claro si las tendencias suicidas como tal son hereditarias, aunque sí la personalidad depresiva. Ahora con los nuevos estudios de los genes así se ha revelado.
El suicidio, en definitiva, es un asunto moral muy peliagudo. Se podría llegar a aceptar la libertad de un ser humano adulto con las facultades mentales estables y diagnosticado de alguna grave enfermedad para hacer con su vida lo que desee oportuno, incluso lo más trágico, pero el resto tenemos el deber moral de impedirlo, sobre todo ante la incertidumbre de saber si esa acción es consecuencia de un momento doloroso determinado, pero reversible. 
Joaquín


                                


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