domingo, 6 de noviembre de 2016

Oigo, patria, tu aflicción...




Ninguna nación grande jamás ha sido conquistada sin antes haberse destruido así misma.
( W.Durant)



A día de hoy y en plenas facultades físicas y mentales, me creo en condiciones de manifestar que los españoles por el mero hecho de serlo, tenemos buena suerte pues nacimos con la fortuna de pertenecer a un gran país. Aunque me temo que no seamos conscientes de ello.
Bien es cierto que unas cuantas naciones en el mundo son más grandes que nosotros; otras están más pobladas y las hay más ricas, pero teniendo en cuenta que son casi doscientas las que hay en el globo, resulta que no estamos mal situados.
Hay siete u ocho tipos de ciudadanos en el mundo a los que deberíamos envidiar: franceses, ingleses, alemanes, norteamericanos, y poco más. Han tenido éstos la fortuna de nacer en unos lugares realmente sobresalientes, pues además de ser potentes en población lo son también en bienestar y riqueza. Son ellos los que deciden en la tierra. Los gobiernos de estos estados son fuertes y consolidadas sus democracias, poseen poderosos ejércitos y son respetados y admirados por el resto. Probablemente cualquier individuo consciente se cambiaría de nacionalidad sin pensarlo dos veces para convertirse en súbditos de cualquiera de sus banderas. Por supuesto, sus habitantes están orgullosos y satisfechos de pertenecer a sus respectivas naciones.
Después existe otro grupo de países, que aun siendo más ricos proporcionalmente (renta per cápita) que nosotros, también son más pequeños demográficamente. Éstos, Dinamarca, Holanda, Austria etc. (la mayoría europeos) tienen un nivel de bienestar extraordinario, conseguido gracias a la excelente cultura de sus ciudadanos. Viven muy bien, poseen unos servicios de sanidad, educación etc. magníficos, y con buena renta que les permiten tener hogares más que dignos y disfrutar de altas pensiones. No obstante, cuentan con cierta desventaja respecto a los del primer grupo, están poco poblados, y por este motivo no cuentan demasiado en el organigrama decisorio mundial.
Los españoles estamos a medio camino de los dos grupos mencionados. Por una parte somos un país mediano en tamaño y población y por otro, disponemos de una renta aceptable, pero algo lejos de los países de la segunda tanda… Si en algo destacamos, eso sí, por encima de nuestra dimensión y riqueza es por el idioma castellano, verdadero tesoro cultural y hasta económico que nos legaron nuestros antepasados, sobre todo los que llevaron nuestro habla tan lejos, allende el atlántico.
La lengua de Cervantes la utilizan en el mundo más de quinientos cuarenta millones de personas y ya somos el segundo idioma que más se estudia en el globo, y subiendo. En los Estados Unidos supera al francés como segunda lengua. Si no fuera por el castellano seríamos un país mucho más mediocre de lo que somos realmente.
Los residentes en éste extravagante país nuestro que llamamos España, somos unos seres realmente privilegiados, porque estar entre los primeros de una  lista tan amplia en el mundo, (en bienestar y desarrollo) no es baladí. Para tratar de entender el excelente lugar que ocupamos en ese registro universal hay que tener en cuenta varias circunstancias. Me explico…
Nuestra situación geográfica tiene pros y contras. Por la latitud espacial de nuestra posición en la tierra y la generosidad del clima mediterráneo que predomina en nuestro entorno ya somos especialmente beneficiados en relación al resto de Europa.
Otra excelencia: somos acomodo y anhelo vacacional para millones de sufridos norteuropeos que sueñan con tener una casita en donde reposar sus veranos y concluir felizmente su aterida existencia en un país desarrollado y seguro. Ésto es una satisfacción que pocos países del mundo tienen. Sin embargo, estar a caballo entre África y Europa, también nos proporciona algunos quebraderos de cabeza, desafortunadamente, todos sabemos cuáles.
Qué duda cabe que pertenecer a la unión europea y ser miembro de todos sus organismos sociales y económicos nos ofrece unas ventajas que no todo el mundo tiene, y nos brinda un espacio de seguridad cultural, jurídico y económico envidiable. Gracias a esto, y a pesar de nuestras veleidades bananeras recurrentes estamos protegidos dentro del espacio más desarrollado y avanzado del planeta, que falta nos hace. Imaginemos por un momento qué sería de nosotros si en vez de estar en el sur de Europa estuviésemos situados en Sudamérica.
Los españoles medramos en una perpetua contradicción: ambicionamos imitar en sueldos y haberes a los muy productivos y pragmáticos europeos de religión protestante, pero tenemos mentalidad de los conformistas y pasivos mediterráneos católicos…Y es que por una parte somos incapaces de situarnos al mismo nivel de desarrollo y riqueza de los primeros, porque tampoco hacemos el esfuerzo necesario para ello, preferimos la seguridad de un estado protector que nos proporcione las básicas prestaciones a aventurarnos a mejorar económicamente si para ello hay que exponer capital e incertidumbre.
Y por la otra, nuestra manera de ser tiene también, aunque no lo parezca su lado positivo. Es conocido y aceptado que el modo mediterráneo de vivir conlleva menos estrés, mejor y más sana comida, y relaciones sociales más intensas, las cuales nos hacen menos propensos a la soledad y la depresión, males muy extendidos últimamente.
En el cómputo final creo, que por nuestra idiosincrasia cultural y nivel de vida que atesoramos, somos unos afortunados, todas las variables así lo corroboran.
Otro dato esencial para medir el grado de desarrollo de un país es la edad media de supervivencia de su gente. Afortunadamente estamos entre los dos o tres países más longevos de la tierra. incluso, en bienestar social y por las prestaciones asistenciales que nos damos tampoco salimos mal parados. Los hay mejores, por supuesto, pero démonos por satisfechos, aunque siempre podemos exigirnos más.
Por otra parte también pesa sobre nuestras cabezas y dignidad como ciudadanos losas inaceptables como es el alto nivel de paro que hace que suba la media de personas que sobreviven por debajo de la renta mínima permitida.
Es obvio constatar que no a todos nuestros compatriotas satisface este grado de optimismo que exhibo, pues a pesar de ser uno de los países mejores del mundo para vivir, con un buen nivel de bienestar, unos servicios sociales aceptables, un clima propicio, una naturaleza rica y variada, una historia pródiga (aunque no siempre razonable) y un idioma universal, hay gente que reniega pertenecer a esta antiquísima nación. Otros prefieren resaltar solo lo negativo, pero ¡Claro!, allá cada uno y sus conciencias.
Pese a nuestro carácter latino, que realza lo tribal y repudia lo colectivo, (aunque esto vaya en detrimento de un mayor desarrollo) algo estaremos haciendo bien últimamente para que muchos habitantes del planeta sientan una sana envidia de la suerte de los españoles.
Por terminar con este merecido elogio a nuestra tierra, y ahora que lo pienso, es posible que exagere un poco., perdóneseme el atrevimiento, tal vez me pierda el inmenso cariño que le tengo a este viejo país… a pesar de sus imperfecciones.
Dicho queda…


                                          Joaquín Yerga
                                          06/11/2016


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