Pero si, lector, por el contrario, al leer estas notas sabes que existo,
compadéceme. Envejezco en alguna metrópoli, cogido entre
los engranajes del vivir cotidiano; y en tanto, mi pobre Ana,
muerta, se hunde, se hunde en los abismos del infinito:
navega sola por los negros océanos del devenir, se aleja,
de uno en otro cielo, hacia riberas tan remotas, que mi
mente se fatiga sólo de pensarlas.
--Amado Nervo--
Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar, decía un tal William Caxton. Perdonadme que les diga que lo segundo no lo veo por ninguna parte. Encontrar hoy en día una persona que escuche más que hable es una bicoca, una operación sumamente difícil. ¡Vamos, se lo rifan los plastas!. Si uno se dispone a escuchar como un bendito todo lo que el otro quiera soltar por su boquita, tienes amigo para rato. Eso sí, en cuanto tu quieras hablar y decir aquí estoy yo, te quedas sin amigo y sin tiempo..
En este mundo de ruidos y palabrería el silencio se queda sólo para los ratos de meditación o de lectura. Aunque una vez dijera el escritor inglés, George Meredith que la palabra es la calderilla del silencio. Claro, tuvo que ser un nórdico quien dijera esto; apuesto que a un español ni se le ocurriría; ¡Nosotros, que tenemos la boca constantemente llena de calderilla!.
Un paisano de Meredith,, Aldoux Huxley, sugirió que: el que guarda silencio no declara contra sí mismo. Y digo yo que esto era antes, los políticos nos están acostumbrando a que la palabra dada no valga absolutamente nada, y es una pena que perdamos honestidad; ¡Qué tiempos aquellos cuando la palabra de un hombre era igual que la rubrica de un notario!..
Volviendo a los proverbios, hay otro, chino, que sentencia: "el sabio no dice lo que sabe, y el necio no sabe lo que dice". Yo, como no sé lo que digo, casi me callo ya. Pero antes déjenme que me aplique aquello que escribió nuestro genial Miguel de Cervantes: “sé lento con la lengua y rápido con el ojo”, por si acaso..
Buenas días..
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