sábado, 13 de junio de 2020

Quien a hierro mata...






Vivo por un sueño imposible.

Sueño que me ves pasar y me llamas;

tienes que contarme algo.

Yo, que estoy loco por hablarte y decirte

que eres el amor de mi vida,

balbuceo unas palabras inconexas, sin sentido..

Tú sonríes y me das un beso.

La sangre vuelve a circular por mis venas.

Soy el hombre más feliz del mundo.

Pero el sueño acaba, tu imagen se desvanece

y yo vuelvo a mis insustanciales quehaceres.

--Joaquín--


Gobernantes que están como chotas no es exclusivo de algunos y de estos tiempos ¡que va! Mirad: hubo una vez un emperador romano que gobernó Roma entre los años 218 y 222 que estaba como una cabra.. Tenía sólo 14 años cuando fue coronado; quizás eso lo explique.. El tipo se llamaba Marco Aurelio Antonino, pero fue más conocido como Heliogábalo. Está considerado uno (quizás el que más) de los emperadores más estrafalarios y nefastos de todos los que durante cuatrocientos años gobernaron el inmenso Imperio Romano.
Éste pájaro, nada más empezar su reinado y para celebrar su llegada al trono, asombró a los ciudadanos con su ocurrencia. Fijaros lo que hizo: Entró en la ciudad subido a un lujoso carro tirado por mujeres completamente desnudas. Contaban, además, que era tan afeminado que se vestía frecuentemente con ropas de mujer, o que a veces simulaba casarse con gladiadores..
Lo más curioso de éste imberbe era que él mismo creó un grupo de cronistas para que fueran recopilando y anotando todas sus andanzas. Sus desvaríos fueron sonados, así como las desmesuradas bacanales que organizaba el menda.. En uno de estos pantagruélicos banquetes invitó a ocho jorobados, ocho cojos, ocho gordosocho esqueléticos, ocho negros, y ocho albinos; ignoro el porqué de este disparate, pero así era el mozo...
Otra de las impertinencias de Heliogábalo era gastar bromas pesadas o crueles a sus súbditos y camarilla más cercana. Una de ellas la hizo durante la celebración de una fastuosa cena con muchos invitados. Al terminar los postres hizo cerrar todas las puertas y ventanas del comedor, e inmediatamente mandó soltar una manada de tigres y leones hambrientos...
Imaginaros a los desgraciados comensales huyendo despavoridos como alma que lleva el diablo por todo el recinto sin saber dónde meterse. Luego resultó que a las fieras les habían arrancado las garras y dientes, y las pobres nada podían hacer, solo asustar. Pero ¡claro! figúrense el sobresalto tan atroz que se llevaron. Nada dicen las crónicas de cuántos murieron; no por las fieras, que ellas, desdentadas, sólo harían cosquillas, sino por los infartos y la posterior deshidratación debido a las cagaleras que muchos sufrirían para el resto de sus vidas.
Pero dice el refrán que quien a hierro mata a hierro muere y vean el final tan poco honroso que tuvo el tipo; murió asfixiado. ¡Si, ya lo sé, morir asfixiado en aquellos tiempos era casi normal! Pero es que a esté pájaro le taparon la boca hasta morir con la esponja de limpiarse el culo.. Recuerdo para el que no lo sepa que en aquellos lejanos tiempos aún no estaba inventado el papel higiénico ni los periódicos, ni tan siquiera aquel papel de estraza tan duro de color marrón que usábamos para ese indecoroso menester en nuestra más tierna infancia
Bien, pues estaba el tipo tan tranquilo haciendo sus mas perentorias necesidades en el retrete cuando, ¡¡de repente unos guardias irrumpen en la estancia, le sujetan las manos, y con la esponja que usaban los romanos para asearse semejante parte le asfixian!!. Se ignora si el bueno de Heliogábalo había hecho buen uso de ella justo antes de que se la metieran en la boca... En fin, hasta para morir hay que tener suerte, y decoro..
Joaquín

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