Amiga..
Tú, que sabes del amor y con los dos hablas,
no le digas nada de mi sufrimiento.
Sé que te incomoda mi dolor
y le suplicarás que vuelva conmigo,
que no puedo más.
Comprendo tus ansias de ayudar,
has visto la ruina de un hombre malherido.
Sin embargo, no puedo pedirle más.
Lameré mis heridas lentamente, en el tiempo,
mientras espero el milagro del olvido..
--Joaquín--
¿Qué cualidades tendría el monje Rasputín para generar sobre su vida tal cantidad de libros, leyendas, películas, y tanto misterio en cuanto a su figura?. Incluso hasta canciones se hicieron en su recuerdo; acuérdense de aquella del grupo Bonney M. que tanto éxito tuvo y tanto la bailamos en las discotecas de finales de los setenta..
El tipo se llamaba realmente Grigori Yelfmovich y, curiosamente, era solo un campesino nómada y analfabeto, pero eso sí, sin muchos escrúpulos. De joven abandonó su aldea en Siberia y se metió en una secta cuyo dogma principal era practicar sexo hasta la extenuación; para ello organizaban orgías y todo tipo de encuentros sexuales.
La fama de sanador y nigromante de Rasputín traspasó su ámbito y un día se lo presentaron a la zarina Alejandra, esposa del zar de Rusia, Nicolás II, para aliviar los males de su hijo, el pequeño zarévich, heredero al trono. Padecía éste de hemofilia, la sangre no coagula lo suficiente y se tienen abundantes hemorragias. El caso es que con los remedios de Rasputín el chico mejoró y a partir de entonces la zarina y su marido le cogieron tal afecto que se convirtió, casi, como uno más de la familia.
Rasputín aprovechó el poder que le dieron y se hizo "de facto" dueño de la corte. A través de la zarina, ponía y quitaba ministros cuando le daba la gana. Medraba a su antojo por palacio y llegó a ser temido por muchos, incluidos nobles o sirvientes. A todo esto; el tío tenía un carisma especial, era muy alto, con el pelo negro y los ojos increíblemente azules. Pero lo que más impresionaba era su mirada; tan penetrante era que los que lo conocieron decían que causaba pavor. Otra cualidad extraordinaria era su forma de hablar, rotunda y con un vocabulario peculiar ruso que hacía que todos, y sobre todo, todas, que le escuchaban cayeran rendidos ante su arrolladora personalidad.
Pero Rasputín tenía un punto débil: su manera de ser, violenta, arrogante y vicioso como el solo. Sus borracheras eran tan sonadas como su desenfrenada vida sexual. A menudo contrataba prostitutas para satisfacer sus irrefrenables impulsos o se encamaba con mujeres de alta alcurnia de la corte seducidas por su magnetismo personal.
Por andar sobrado, hasta de pene presumía Rasputín. Hay constancia de que alardeaba de su intensa vida sexual y de su enorme miembro viril. Cuentan que muchas admiradoras se daban de tortas por acostarse con él. Una de ellas que consumó la coyunda, aprovechó cuando le hacían la autopsia, a su muerte, para cortarle su enorme falo. Y créanselo, fue una reliquia muy apreciada; se la rifaban por todas las ciudades europeas durante los años veinte. Corrió el rumor de una supuesta buena suerte al que la poseyera. Ahora se conserva en formol en un museo de San Petersburgo. Y pásmense, mide treinta centímetros de largo y es grueso como la muñeca de una mano; ¡así cualquiera!..
Pero, claro, cuando uno triunfa tan a lo bestia como lo hizo Rasputín en la poderosa monarquía rusa de entonces, también se crea numerosos enemigos, y él no iba a ser menos. Pasaba Rusia un mal momento social y económico debido a su entrada en la Primera Guerra Mundial y hubo mucha gente que echaba la culpa a Rasputín de todo lo malo que le pasaba a la nación por su perniciosa influencia en la zarina, incluso había rumores de que se acostaba con ella.
Llegó a un punto tal la indignación de muchos nobles que unos cuántos se conjugaron para asesinarlo. Y eso hicieron, pero hasta para morir era el tío especial. Engañado, le propusieron un encuentro amoroso en un palacete con una prima de la zarina. Previamente habían envenenado con cianuro unos pasteles que le hicieron tomar.
Pero hete aquí que el menda no estiraba la pata ni a la de tres, así que el cabecilla de los conjurados, el príncipe Yusupov, les descerrajó dos tiros en la cabeza con una pistola browning y lo dejó por muerto. Mientras preparaban los útiles para deshacerse del cadáver comprobaron atónitos que aún vivía, así que le pegaron otros dos tiros más y varios golpes en la cabeza hasta rematarlo. Después arrastraron el cadáver con cadenas de hierro hasta el rio Nevá de San Petersburgo donde, si aún le quedaba algún hálito de vida, moriría definitivamente congelado. Y así fue, por cierto.
Pero hete aquí que el menda no estiraba la pata ni a la de tres, así que el cabecilla de los conjurados, el príncipe Yusupov, les descerrajó dos tiros en la cabeza con una pistola browning y lo dejó por muerto. Mientras preparaban los útiles para deshacerse del cadáver comprobaron atónitos que aún vivía, así que le pegaron otros dos tiros más y varios golpes en la cabeza hasta rematarlo. Después arrastraron el cadáver con cadenas de hierro hasta el rio Nevá de San Petersburgo donde, si aún le quedaba algún hálito de vida, moriría definitivamente congelado. Y así fue, por cierto.
Poco antes de su asesinato Rasputín llegó a decirle al zar Nicolás: “Cuando suene tres veces la campana, será para anunciar que me han matado. Si me matan gente común, vos y vuestros hijos gobernaréis Rusia en los siglos venideros, pero si quienes lo hacen son de vuestra condición (noble) moriréis a manos del pueblo ruso. Rogad, zar de Rusia, rogad”
Como todos sabemos poco tiempo después de su muerte sobrevino la Revolución, el pueblo se levantó en armas y el zar y toda su familia fueron fusilados y sus cuerpos quemados. Acertó de lleno Rasputín, el monje loco.
En fin...
Joaquín Yerga
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