domingo, 4 de junio de 2017

Reina por sorpresa.




Las princesas también se cansan de tanto cuento.

La vida a veces engendra unas paradojas difíciles de imaginar, aunque a lo largo de ella algunas podemos llegar a conocer y considerar. Antes de hablar de una de estas paradojas, sin duda interesantísima, debo contarles unos antecedentes imprescindibles para que se entienda a la perfección. Quiero resumirlos todo lo que pueda para no extenderme en prolegómenos innecesarios e ir cuanto antes al meollo de la cuestión.
Empecemos diciendo que la reina Victoria de Inglaterra fue una de las monarcas que más tiempo se mantuvo en el poder. Y lo hizo prácticamente casi todo el siglo XIX. Aunque hoy una de sus herederas, Isabel II, ya la ha superado en permanencia, lleva la “tía” sesenta y ocho años en la poltrona.
La reina Victoria marcó toda un época. Se puede decir que el siglo XIX al completo está impregnado de ella. Incluso creó un estilo propio de vida remilgado y puritano en costumbres al que se le denominó “Estilo Victoriano”. Muchos libros y películas reflejan esa manera de pensar y de vivir. Acuérdense: toda la obra de Dickens, de Sherlock Holmes, de la Revolución Industrial, de Jack el Destripador, del parlamento ingles, de las exposiciones universales, de Ana Karenina y también de esos niños pobres buscándose la vida por los barrios humildes y neblinosos del Londres aquel, al estilo David Copperfield.
Ésta reina dejó un reguero de hijos y nietos por todas las casas reales de Europa. Es difícil concebir hoy en día algún apuesto heredero o guapa princesa que no descienda directamente de la Reina Victoria. Sin ir mas lejos, nuestro rey actual tiene sangre victoriana por dos partes. Su padre el rey Juan Carlos es bisnieto de una hija de ésa prolífica reina inglesa y su madre, la reina Sofía, también es nieta de otra nieta de la reina Victoria.
Bien, pues el hijo mayor de Victoria, Eduardo VII, cuando aun era Príncipe de Gales le llamaban, (en ambientes reservados ¡claro!) Bertie el Acariciador. Este curioso apelativo, apuesto, que se lo pondría algún chistoso amiguete conocedor de sus hazañas. Éstas eran, casi todas, de carácter amatorio. En fin, y para no andarnos con rodeos, le llamaban así porque era un putero redomado. Para que se hagan una idea se calcula que llegó a disfrutar de tres o cuatro amantes diferentes por mes durante su larga y esplendorosa vida. Calculen, pues, cuántas pasaron por su lecho al final de ésta. Su garito de juergas preferido era un club libertino de París, en donde era muy conocido por sus extravagancias sexuales. Una de las mas conocidas era chapotear (o lo que fuese menester) en una gran bañera llena de champán y acompañado de tres o cuatro meretrices, cuando no amantes.
Entre las queridas que tuvo éste desaforado y orondo Eduardo VII de Inglaterra, (bisabuelo de la actual reina Isabel) las había de todo tipo y condición. Entre las más famosas de ellas estaba la madre del mismísimo Winston Churchill, (ya saben el famoso primer ministro). Sin embargo, la que mas le duró fue Alice Keppel, una chica que tenia entonces veintitantas  primaveras al conocer a Eduardo, mientras que éste rondaba unos cincuenta y seis bien disfrutados años.
Alice era una joven casada, encantadora y ligerita de cascos, y muy moderna para la época. Tanto lo era que tuvo hijos de tres hombres diferentes. Resulta que una de ésas hijas todo el mundo sospechaba, (con fundamento) que era de Eduardo. Pasado el tiempo, y muchos revolcones sexuales después, vino al mundo una bisnieta de Alice; le pusieron de nombre, pásmense: Camilla (Parker-Bowles)
Curiosamente, y esta es una de las paradojas de las que hablaba la principio, resulta que el actual Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra (el de las orejas infinitas) tuvo el mismo bisabuelo que su actual querida esposa Camilla, Eduardo VII,
Ciento cincuenta años después se repite la historia. En 1885, Eduardo VII, Príncipe de Gales, (apodado el Acariciador) conoce a su amante mas experimentada, a la inteligente y bella Alice Kepper. En 1970, otro Príncipe de Gales, Carlos (el orejudo) bisnieto de Eduardo, conoce a su querida mas avezada y lista, (que no bella) Camilla Parker-Bowles, bisnieta de Eduardo y de su amante Alice, ¡Menudo sandwich!.
Camilla conoció al tímido e inexperto Carlos al terminar éste un partido de polo del que es muy aficionado. Estaba sudoroso y cansado. Camilla buscó la excusa perfecta para saludarlo y contarle lo de sus antepasados comunes. Por supuesto, Carlos, se quedó prendado de su osadía e inteligencia. A partir de entonces quedó rendido a sus píes. No obstante, Camilla estaba muy enamorada del capitán Andrew Parker-Bowles. Se dice que ésta tonteó con Carlos para darle celos a Andrew. Seguro que hay mucho de cierto en todo esto.
Carlos y Camilla se hicieron amantes, pero tuvieron que verse a escondidas, pues ella a ojos de la puritana sociedad inglesa era plebeya. Acordaron dos bodas, Carlos con la supuesta bobalicona Lady Dí, y Camilla con el capitán Andrew. Parece ser que Carlos lo pasó muy mal con el bodorrio de ella, señal de su enamoramiento. Aun así jamás dejaron de verse y de llamarse tres o cuatro veces al día por teléfono. Después del accidente y muerte de Lady Dí, (que todos conocemos al dedillo) la cosa, por fin, se les puso a huevo a la pareja. Y ya sabemos del desenlace final. 
Camilla ha tenido una vida sexual activa y prolífica con lo que es una experimentada amante. Asunto, por cierto, que le ha venido bien al tontorrón de Carlos que era un poco pacato en estos menesteres. El episodio se repite con aquellos antepasados de la época victoriana, pero los personajes, a pesar de ser parientes, no son comparables. El bisabuelo de Carlos, Eduardo VII, era un consumado fornicador. No así su bisnieto Carlos que es más bien timorato en estos verdes asuntos. Tan solo Camilla ha heredado la soltura amatoria de su bisabuela, la bella y avispada Alice Kepper.
Dicho queda…
                                                                               Joaquin 




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