jueves, 15 de junio de 2017

La noche triste...

                                                                                





Suenan tétricas las notas

de la vieja arpa.

La luna muestra lo que encierra

en su lado más oscuro.

Visto de negro

y el Dios de los vientos

mece enfurecido mis cabellos.

--Fanny J. Wong--


Mentiría como un bellaco si negara que los ingleses tienen una historia impresionante a sus espaldas. No hay que olvidar que han sido los dueños absolutos de medio mundo hasta hace cuatro días. Lo malo de ellos es que creen que lo siguen siendo. Pero hay que reconocerles una cualidad de la que nosotros carecemos, saben venderse muy bien. El cine de Hollywood les ha servido para edulcorar una historia a ojos del mundo que ha tenido episodios vergonzantes para ellos.

Nosotros los españoles a pesar de haber tenido un pasado igual de prolífico, no solo no hemos sabido venderlo, sino que nos hemos dejado quitar el relato del mismo. Ahora nos encontramos inmersos en una injusta leyenda negra inventada por nuestros enemigos que nos paraliza y acompleja. Hasta tal punto es cierto aquello de que una mentira mil veces repetida se trasforma en verdad, que incluso gran parte de nosotros mismos nos las hemos creído.

Los españoles hemos tenido antepasados heroicos, gloriosos, aunque también algún villano que otro ¿por qué no? Y sin embargo, muchos de nosotros apenas los conocen. Es paradójico que una mayoría de compatriotas sepan de héroes anglosajones menores o inventados, y conozcan sus historias solo porque el cine los encumbró y apenas sepamos nada de los nuestros.

Españoles extraordinarios, hombres intrépidos, rudos, valientes, fueron, por ejemplo, los que patearon de norte a sur el continente americano, muchos de ellos extremeños. En una época difícil y con unos medios materiales escasos fueron capaces de apoderarse de un territorio inmenso, sorpréndanse, unas ochenta veces mas grande que España.

Casi todos los hombres y mujeres, que participaron en la conquista de América y su posterior colonización fueron excepcionales. No obstante hubo un grupo de ellos, los dirigentes, que marcaron toda una época. Hoy quiero hablar del mas grande….

Hernán Cortes nació en Medellín cerquita de Mérida y fue todo un jabato. Estudió algo en la universidad de Salamanca, así que era de los más preparados entre sus rudos compañeros. Quizás durante su etapa de estudiante desarrolló su esplendida elocuencia y desparpajo, que le sirvió sin duda, para conquistar a un montón de féminas. Creo que fue un mujeriego de mucho cuidado.

Salió hacia América y desembarcó en Cuba a las ordenes de Diego Velázquez de Cuéllar (no confundir con el pintor). Éste le cogió tanto cariño y admiración por sus aptitudes y simpatía que incluso aceptó casarlo con su cuñada, Catalina. Pero Hernán estaba en otra cosa. Además de su afición por las faldas le apasionaba la aventura y no tardó en persuadir a Velázquez para que organizara una expedición a lo que luego sería México.

Y lo consiguió; atracó con unos cuantos barcos y no mas de 500 hombres en la península del Yucatán (Cancún, ahora lleno de turistas españoles). Desde aquí avanzó hacia el norte en busca de la capital del territorio. Había oído por unos indios que era impresionante. 

Cortés fue sometiendo una a una a las diferentes tríbus que se iba encontrando. A unas, a base de terror masacrando a su población, a otras con engaños y promesas. Y así llegó a Tecnochtitlan (actual México D.F.) edificada sobre un gran lago. Al contemplar semejante belleza y grandiosidad, los españoles, acostumbrados a la rudeza de su patria, se quedaron atónitos. Seguro que mientras veían extasiados esa maravilla pasaban por su cabeza las toneladas de oro que podían sacar de allí.

La conquista de la gran capital de los Aztecas, le costó a Hernán Cortés, meses, lágrimas, y mucha sangre. Dicen los historiadores que podía estar habitada por mas de un millón de indios... ¡y los españoles eran sólo 500 abigarrados hombres!. 

El jefe de los aztecas era entonces el gran Moztezuma II, y entre las ofrendas que le solían hacer sus súbditos estaba la de entregarles el corazón aun palpitando de los enemigos capturados. ¡No quiero pensar cómo pondrían de sangre las escaleras de la gran pirámide, que es donde hacían las ceremonias! El hechicero introducía la mano en el pecho y le arrancaba al preso directamente el corazón. Después, chorreando sangre, se lo ofrecían al Rey, y a los Dioses. Esta macabra operación las hacían a menudo y con miles de pobres victimas.

Hernán Cortés consiguió a base de astucia apoderarse de la ciudad y pacificarla. Sin embargo su jefe y cuñado, Diego Velázquez, celoso de sus éxitos, envió a un comando de hombres a capturarlo. Cortés tuvo que dejar la ciudad e ir a la costa en su busca, dejando al mando a su ayudante, Pedro de Alvarado (el pelirrojo)Cortés venció a los enviados de Velázquez y volvió a la capital, pero Alvarado no tenia el carisma de su jefe y ésta se había sublevado. Los indios habían hecho una carnicería con los españoles que se habían quedado. Hernán Cortés intentó recuperar la ciudad, pero tuvo que huir ante el ímpetu y bravura desplegada por los indígenas en lo que la historia llamó después como: La noche triste.

Una vez recuperados y con los ánimos prestos, los españoles volvieron a conquistar la capital que definitivamente quedó ya como española y perteneciente a la Corona de Castilla… y con ella todo el inmenso país que ahora es México.

La hazaña de Cortés fue inenarrable. Conquistar un territorio del tamaño de tres Españas, poblado con millones de indios y con la fuerza de tan solo, 500 hombres, unos cientos de trabucos y no muchos caballos, es un mérito solo al alcance de unos pocos en la historia. Y eso lo hizo, con astucia y también con la crueldad necesaria, un español y extremeño para más honra..

Al volver a la península, el rey Carlos V, desagradecido como siempre, no se portó muy bien con él y le negó los cargos y prebendas que el reclamaba y que creía justos. Murió en un viaje de regreso a América que no culminó.

En desagravio a los indios he de decir que éstos no estaban tan preparados para la guerra como los europeos. Les paralizaba mucho ésa profecía milenaria, según la cual algún día verían aparecer seres superiores a ellos, altos y barbudos por el este y que les esclavizarían. Al ver aparecer por éste punto cardinal a los españoles, mas altos que ellos y la mayoría barbudos, incluso algunos pelirrojos, se quedaron estupefactos pensando que los dioses se habían confabulado para castigarles. Además al verlos montados a caballo, (animal desconocido en América), creyeron que se trataban de seres mitológicos, mitad humano mitad animal. En fin..

El valor y arrojo que derrochó Hernán Cortés, nuestro paisano, fue desmesurado. Al desembarcar la primera vez en México, y viendo (preocupado) que parte de sus hombres tenían miedo por lo que contaban algunos y amenazaban con amotinarse y volver, ni corto ni perezoso mandó quemar las naves  y así adentrarse de lleno en el continente en busca del misterioso rey azteca Moztezuma sin miedo a motines.

Lo dicho, si estos superhombres hubieran sido ingleses, hoy serian idolatrados por medio mundo. Pero eran simplemente españoles y aquí nadie es profeta en su tierra, salvo los cantamañanas…

Joaquín Yerga




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