Un héroe olvidado
No
hay testigo tan terrible ni acusador tan potente como la conciencia
que mora en el seno de cada hombre.
(Polibio)
Que
seamos los españoles así como somos en parte se lo debemos a un hombre. Uno muy especial, por cierto, pero un
solo hombre. Quizás sorprenda que a estas alturas, de la
película de los siglos, diga esta exageración, pero cuando les
termine de contar mis razones tal vez les convenza.
Ese
hombre al que aludo y que gracias a él, de alguna manera, hablamos
castellano y tenemos unas leyes determinadas, y sobre todo una
cultura tan especifica como extraordinaria, es Aníbal.
Aníbal
Barca era cartaginés. Recuerdo que este pueblo ha tenido una importancia
enorme en nuestra historia, a pesar del desconocimiento que de
ellos tenemos. A los cartagineses les llamaron los griegos Púnicos, por el
color púrpura de sus tejidos. Lo descubrieron gracias a la tinta de
un molusco y lo mantuvieron en secreto. Hicieron buenos negocios con
él pues era muy apreciado en la antigüedad.
El
nombre, cartaginés, proviene de la ciudad de Cartago
(cerquita de la actual Túnez) y la fundaron los fenicios. Eran éstos
un pueblo muy antiguo (lo menciona ya la Biblia) y moraban
en lo que ahora es el Líbano. Tenían fama, (sin duda lo eran), de
ser los mejores comerciantes y marinos de la historia. Ellos fueron,
también, los inventores del alfabeto, de donde proceden casi todos
los idiomas que existen. Otra particularidad suya fue la destreza
para comerciar con productos de todo tipo. Tal fue su fama que aun
hoy se les llama fenicio a los que trapichean con maestría. En
ocasiones, a los catalanes se les han llamado así, por su parecido
en estos menesteres, aunque ahora habría que añadirles otro apelativo quizás no tan amable.
En
un momento de la historia (siglo IX a.c.) una avanzadilla de fenicios
fundaron Cartago para abrirse camino en ésta parte del
Mediterráneo. Comerciaron con sicilianos, hispanos y con griegos. Y
tan bien les fue (vendiéndonos cachivaches y tintes para la ropa)
que su ciudad, Cartago, se hizo prospera y grande. Solo que al final
tuvieron mala suerte con los tiempos. Coincidieron con la expansión
y auge de Roma. ¡Y estos eran harina de otro costal!!
Los
romanos les disputaron la hegemonía del Mediterráneo. Tuvieron tres
guerras con ellos, las llamadas Guerras Púnicas. En la
primera, aquellos los expulsaron de Sicília (era entonces el
granero de Italia). A consecuencia de ese contratiempo y huyendo de
los romanos se instalaron en España. Fundaron, entre otras, Akra
Leuke, (Alicante) y Hélike ( Elche) y se dispusieron a saquearnos
todo lo que podían y más.
Los
romanos tenían un pacto de ayuda con la ciudad costera de Sagunto.
Los cartagineses, repuestos ya de la primera derrota con ellos y
sabedores de ese pacto, atacaron la ciudad con la idea de liquidar
Roma de una vez por todas. No se equivocaron, los romanos
salieron en auxilio de Sagunto y les declararon la guerra.
Aníbal
era el heredero de una de las mejores familias cartaginesas, los
Barca. Al morir su padre Amilcar Barca (fundador de Barcelona)
se le nombró General en Jefe de las tropas. Y tenia un plan...
En
el año 218 a.c. partió de Cartago nova (Cartagena) con un
enorme ejercito compuesto por miles infantes (gran parte hispanos),
caballos y elefantes (nunca vistos antes en Europa) y atravesando los
Alpes (en pleno invierno) se puso a las puertas de la misma Roma.
Antes de llegar con su ejercito a sus cercanías había derrotado ya
a los romanos en tres batallas infringiendo enormes perdidas
materiales y humanas a éstos. Roma estaba ya exhausta y
afligida y solo esperaba un último ataque de Aníbal para sucumbir.
Pero incomprensiblemente éste ataque final nunca llegó. Tanto se lo
pensó el general cartaginés, que le dio tiempo a Roma a mandar a
Hispania a su general Escipion el Africano, con la orden de
cortar los suministros a Aníbal y en su caso atacar la misma
Cartago.
En
el 204 a.c. después de una década de luchas en Italia y a
punto de tomar Roma, el ejercito de Aníbal tuvo que embarcar rumbo a
su ciudad, en África, a defenderla porque Escipion estaba
presto a tomarla. Y en octubre del año 202 a.c. se libró una de las
batallas mas famosas e importantes de la historia, la de Zama,
en las cercanías de Cartago. Ganó
Roma y en en ella murieron
mas de 40.000 cartagineses y bastantes menos romanos. Aníbal
tuvo que huir, y Roma, a
partir de ahí, se hizo
dueña absoluta del Mediterráneo. Cambió el
rumbo de la historia.
Los
romanos lo pasaron
tan mal (estuvieron
al borde
de desaparecer) que jamás se
olvidaron
de
Aníbal,
y de
Cartago. Con ésta última, y a pesar de las duras condiciones de paz
que les
impusieron
no desistieron
hasta destruirla por completo. Es conocida la anécdota,
cierta, según la cual muchos senadores romanos cuando terminaban
de hacer sus discursos y aunque no tuviese nada que ver, acababan
diciendo: Carthago
delenda est (Cartago
debe ser destruida). Y lo fue. Cualquier escusa era buena.
El
Senado romano
declaró cincuenta años mas tarde que Cartago había incumplido los
acuerdos que les impusieron sobre no acumular barcos de guerra ni
armamentos militar. Evidentemente exageraban. Realmente
lo que estaban
era
deseosos
de exterminar a Cartago por la afrenta sufrida durante la invasión
de Italia
por Aníbal. Y en el año 147 a.c. volvieron a declararles la guerra
(Tercera Guerra Púnica). En ésta arrasaron a Cartago
y sus habitantes. No quedó absolutamente nada. Sobre los restos
humeantes de la ciudad echaron toneladas de sal para que jamas se
volviera
a cultivar nada en
el lugar.
¿Y
Aníbal, qué fue de él?... Al
salir derrotado en la batalla de Zama
(durante la segunda guerra), perdió el favor del Consejo de
Ancianos, que eran los que mandaban en Cartago, y tuvo que huir.
Primero se fue a la tierra de sus antepasados, en Fenicia, pero al no
considerarse seguro allí, recaló
mas
tarde en Bitinia,
un pequeño reino en la
actual Turquía, y donde mandaba un antiguo enemigo de los romanos,
el
rey Antioco III. Gracias a esa enemistad de Bitinia
con los romanos estuvo seguro y a salvo durante un tiempo. Pero los
romanos no perdonan, ni olvidan y a la mínima oportunidad enviaron
allí lo que ahora seria un comando. Aníbal, orgulloso como siempre
había sido, se mantuvo firme en sus ideales y se negó rotundamente
a ser entregado a Roma. Un anillo con cianuro, que siempre llevaba en
su dedo, le ayudó a
hacer el tránsito al mas allá.
Decía
al principio que éste hombre pudo haber cambiado el signo de los
tiempos y de la historia. Todo lo que somos, prácticamente, se lo
debemos a los romanos; historia, lengua, leyes, incluso raza. Si
Aníbal se hubiera decido atacar Roma cuando la tuvo a tiro, y la
hubiese aniquilado como era su intención, hoy en día no seríamos
lo que somos. Lo que no me atrevo a asegurar es qué seriamos
entonces.
Dicho
queda…
Joaquín
Yerga
27/04/2017
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