jueves, 27 de abril de 2017

Un héroe olvidado



No hay testigo tan terrible ni acusador tan potente como la conciencia que mora en el seno de cada hombre.
(Polibio)


Que seamos los españoles así como somos en parte se lo debemos a un hombre. Uno muy especial, por cierto, pero un solo hombre. Quizás sorprenda que a estas alturas, de la película de los siglos, diga esta exageración, pero cuando les termine de contar mis razones tal vez les convenza.
Ese hombre al que aludo y que gracias a él, de alguna manera, hablamos castellano y tenemos unas leyes determinadas, y sobre todo una cultura tan especifica como extraordinaria, es Aníbal.
Aníbal Barca era cartaginés. Recuerdo que este pueblo ha tenido una importancia enorme en nuestra historia, a pesar del desconocimiento que de ellos tenemos. A los cartagineses les llamaron los griegos Púnicos, por el color púrpura de sus tejidos. Lo descubrieron gracias a la tinta de un molusco y lo mantuvieron en secreto. Hicieron buenos negocios con él pues era muy apreciado en la antigüedad.
El nombre, cartaginés, proviene de la ciudad de Cartago (cerquita de la actual Túnez) y la fundaron los fenicios. Eran éstos un pueblo muy antiguo (lo menciona ya la Biblia) y moraban en lo que ahora es el Líbano. Tenían fama, (sin duda lo eran), de ser los mejores comerciantes y marinos de la historia. Ellos fueron, también, los inventores del alfabeto, de donde proceden casi todos los idiomas que existen. Otra particularidad suya fue la destreza para comerciar con productos de todo tipo. Tal fue su fama que aun hoy se les llama fenicio a los que trapichean con maestría. En ocasiones, a los catalanes se les han llamado así, por su parecido en estos menesteres, aunque ahora habría que añadirles otro apelativo quizás no tan amable.
En un momento de la historia (siglo IX a.c.) una avanzadilla de fenicios fundaron Cartago para abrirse camino en ésta parte del Mediterráneo. Comerciaron con sicilianos, hispanos y con griegos. Y tan bien les fue (vendiéndonos cachivaches y tintes para la ropa) que su ciudad, Cartago, se hizo prospera y grande. Solo que al final tuvieron mala suerte con los tiempos. Coincidieron con la expansión y auge de Roma. ¡Y estos eran harina de otro costal!!
Los romanos les disputaron la hegemonía del Mediterráneo. Tuvieron tres guerras con ellos, las llamadas Guerras Púnicas. En la primera, aquellos los expulsaron de Sicília (era entonces el granero de Italia). A consecuencia de ese contratiempo y huyendo de los romanos se instalaron en España. Fundaron, entre otras, Akra Leuke, (Alicante) y Hélike ( Elche) y se dispusieron a saquearnos todo lo que podían y más.
Los romanos tenían un pacto de ayuda con la ciudad costera de Sagunto. Los cartagineses, repuestos ya de la primera derrota con ellos y sabedores de ese pacto, atacaron la ciudad con la idea de liquidar Roma de una vez por todas. No se equivocaron, los romanos salieron en auxilio de Sagunto y les declararon la guerra.
Aníbal era el heredero de una de las mejores familias cartaginesas, los Barca. Al morir su padre Amilcar Barca (fundador de Barcelona) se le nombró General en Jefe de las tropas. Y tenia un plan...
En el año 218 a.c. partió de Cartago nova (Cartagena) con un enorme ejercito compuesto por miles infantes (gran parte hispanos), caballos y elefantes (nunca vistos antes en Europa) y atravesando los Alpes (en pleno invierno) se puso a las puertas de la misma Roma. Antes de llegar con su ejercito a sus cercanías había derrotado ya a los romanos en tres batallas infringiendo enormes perdidas materiales y humanas a éstos. Roma estaba ya exhausta y afligida y solo esperaba un último ataque de Aníbal para sucumbir. Pero incomprensiblemente éste ataque final nunca llegó. Tanto se lo pensó el general cartaginés, que le dio tiempo a Roma a mandar a Hispania a su general Escipion el Africano, con la orden de cortar los suministros a Aníbal y en su caso atacar la misma Cartago.
En el 204 a.c. después de una década de luchas en Italia y a punto de tomar Roma, el ejercito de Aníbal tuvo que embarcar rumbo a su ciudad, en África, a defenderla porque Escipion estaba presto a tomarla. Y en octubre del año 202 a.c. se libró una de las batallas mas famosas e importantes de la historia, la de Zama, en las cercanías de Cartago. Ganó Roma y en en ella murieron mas de 40.000 cartagineses y bastantes menos romanos. Aníbal tuvo que huir, y Roma, a partir de ahí, se hizo dueña absoluta del Mediterráneo. Cambió el rumbo de la historia.
Los romanos lo pasaron tan mal (estuvieron al borde de desaparecer) que jamás se olvidaron de Aníbal, y de Cartago. Con ésta última, y a pesar de las duras condiciones de paz que les impusieron no desistieron hasta destruirla por completo. Es conocida la anécdota, cierta, según la cual muchos senadores romanos cuando terminaban de hacer sus discursos y aunque no tuviese nada que ver, acababan diciendo: Carthago delenda est (Cartago debe ser destruida). Y lo fue. Cualquier escusa era buena.
 El Senado romano declaró cincuenta años mas tarde que Cartago había incumplido los acuerdos que les impusieron sobre no acumular barcos de guerra ni armamentos militar. Evidentemente exageraban. Realmente lo que estaban era deseosos de exterminar a Cartago por la afrenta sufrida durante la invasión de Italia por Aníbal. Y en el año 147 a.c. volvieron a declararles la guerra (Tercera Guerra Púnica). En ésta arrasaron a Cartago y sus habitantes. No quedó absolutamente nada. Sobre los restos humeantes de la ciudad echaron toneladas de sal para que jamas se volviera a cultivar nada en el lugar.
¿Y Aníbal, qué fue de él?... Al salir derrotado en la batalla de Zama (durante la segunda guerra), perdió el favor del Consejo de Ancianos, que eran los que mandaban en Cartago, y tuvo que huir. Primero se fue a la tierra de sus antepasados, en Fenicia, pero al no considerarse seguro allí, recaló mas tarde en Bitinia, un pequeño reino en la actual Turquía, y donde mandaba un antiguo enemigo de los romanos, el rey Antioco III. Gracias a esa enemistad de Bitinia con los romanos estuvo seguro y a salvo durante un tiempo. Pero los romanos no perdonan, ni olvidan y a la mínima oportunidad enviaron allí lo que ahora seria un comando. Aníbal, orgulloso como siempre había sido, se mantuvo firme en sus ideales y se negó rotundamente a ser entregado a Roma. Un anillo con cianuro, que siempre llevaba en su dedo, le ayudó a hacer el tránsito al mas allá.
Decía al principio que éste hombre pudo haber cambiado el signo de los tiempos y de la historia. Todo lo que somos, prácticamente, se lo debemos a los romanos; historia, lengua, leyes, incluso raza. Si Aníbal se hubiera decido atacar Roma cuando la tuvo a tiro, y la hubiese aniquilado como era su intención, hoy en día no seríamos lo que somos. Lo que no me atrevo a asegurar es qué seriamos entonces.
Dicho queda…


                                                   Joaquín Yerga
                                                    27/04/2017

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