Las amistades peligrosas
No
miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino
también aquel que habla en contra de lo que no sabe.
Nietzsche
Cuando Joseph Ignatie Guillotin propuso la guillotina en
1789, para desembarazarse de los enemigos de una manera más
rápida, y aunque cueste creerlo más civilizada, fue el protagonista
de un episodio muy encomiable.
Hasta
entonces, los ricos (aristócratas)
eran ejecutados separándoles la cabeza del resto del cuerpo de
un tajo a través de un fuerte mandoble proporcionado por el verdugo con un sable.
Sin embargo, la clase baja (el
pueblo)
eran ajusticiados de una manera tan ruin como la horca. Para
igualar a todos en el trance del último suspiro dispusieron de
la guillotina; un método, por otra parte, rápido, limpio y
eficaz.
La
Revolución francesa (que
de eso hablo)
como
todas, se llevó a cabo gracias a los buenos oficios de algunos
nobles. Estaban
estos fascinados por implantar en el país una cierta igualdad social
que acabara con los enormes privilegios que tenían ciertas clases
sociales como la monarquía, el clero y la aristocracia.
Aristócratas
y burgueses
eran los individuos más preparados de la sociedad. Solo
ellos
habían
tenido la oportunidad
de obtener la cultura adecuada, y
algunos
de ellos, precisamente, fueron
los que arengaron al pueblo a sublevarse en contra de esos
privilegios. Pero
lo
que nunca
se imaginaron es que la revolución, como ocurre siempre, acabaría
devorando a sus propios hijos.
En
cualquier revuelta o sublevación los más exacerbados son los que
acaban imponiéndose.
En España pasó
durante nuestra infausta
guerra
civil en multitud de ocasiones. Invariablemente, los dialogantes y
prudentes son sobrepasados por los más furibundos que
enarbolan las ideas más fanáticas.
En
la revolución francesa, los
llamados girondinos (moderados)
¿Psoe?-- que fueron los padres de ella, terminaron muchos de ellos
guillotinados acusados de traidores y enemigos del pueblo. La
idea de estos era hacer de Francia un
país más justo, con propuestas como: permitir una monarquía
parlamentaria, dar poder a los partidos políticos, abogar por
un reparto justo de impuestos, o quitarle
poder
del clero. Teniendo en cuenta de donde venían (monarquía
absoluta)
eran
un logro espectacular. Sin embargo, para los
extremistas (jacobinos) ¿Podemos?
era esto pecata
minuta… ellos lo querían
todo.
En
el último periodo de la revolución fueron cayendo (ejecutados
por
ellos mismos) primero
los que la iniciaron (burguesía)
luego
los moderados y más tarde hasta muchos radicales. El ideólogo
de la revuelta, Dantón,
fue de los primeros en morir y el último, el más radical de todos,
el terrible Robespierre (El
Incorruptible)
Hay
documentos que atestiguan que --por ejemplo-- el verdugo de la
principal guillotina, situada en la Plaza de la
Concordia (denominada después así por razones obvias)
llamado Charles Henri Sansón, ejecutó a 2.918
personas de todo oficio y condición por orden del Comité
de Salud Pública influenciado primero, y liderado
después por el aristócrata Robespierre.. Por
cierto, acabo de visitar esa plaza, considerada la más grande de
Francia y es espectacular, recomiendo su visita.
Por
las ensangrentadas manos de este verdugo pasaron: Luis XVI,
María Antonieta, los girondinos, Dantón, Lavoisier
(científico
y padre de la química francesa)
Camille
Desmoulins (el
Errejón de la época)
para
terminar con el propio Robespierre ¿Pablo Iglesias?…Que nadie se
ofenda por las extrapolaciones que hago, mi ánimo en absoluto está
en agraviar a nadie y más con la guillotina de por
medio. Simplemente explico cómo los más exaltados acaban
imponiéndose. Además esto pasa en todas las ideologías y épocas.
Con
las revueltas de los llamados Sans Culottes (el
pueblo indignado) y
sus asambleas callejeras, en donde todo se decidía a mano
alzada, se permitieron muchas barbaridades, y no solo por las
ejecuciones en masa de cualquier sospechoso de blandenguería,
también con la pretensión de poner todo patas arriba… costumbres,
hábitos y hasta el cambio de nombre de los meses del
calendario… ¿Nos suena?..
La
Revolución francesa terminó debido a sus propios excesos.
Curiosamente después vino Napoleón,
que se autoproclamó, emperador
de los franceses y actuó como un verdadero dictador… ¡Claro!
que las ideas de la revolución quedaron grabadas de manera
perenne en las mentes, no solo de los franceses también de todos
los europeos. Al
hilo de Napoleón (que empezó como un simple revolucionario) el
gran Beethoven,
fascinado con él y sus ideas le compuso una sinfonía, La Heroica,
pero en cuanto se enteró que se había hecho coronar así mismo emperador, montó en cólera y quitó la dedicatoria… ¡Menudo
era el insigne sordo de Bonn!!
Hay
que tener en cuenta que la situación del pueblo llano era lamentable
en toda Europa. Los campesinos y el resto de la plebe carecían de
cualquier tipo de justicia social. Con
la Revolución, Francia
y el resto de Europa después,
se pusieron
al día en lo social y en derechos humanos.
Francia, que
había sido cuna de las monarquías más absolutas, se hizo
republicana. El país ganó en modernidad, se abolieron las antiguas
regiones con ínfulas independentistas y toda la vida política y
económica se centralizó en Paris,
su gran capital.
Esos
nuevos aires revolucionarios, que ya soplaban desde hacia una
década en los Estados Unidos, contagió
a Europa, y
de alguna manera somos lo que somos gracias a ella. Aunque,
por
supuesto, nada que ver con la situación actual. Hoy no necesitamos
ningún tipo de revolución…Quizás, de haberla, suplico
encarecidamente que sea cultural.
Muchos
nobles aristócratas y burgueses acabaron ejecutados por el pueblo,
un pueblo al que algunos de ellos soliviantó y arengó con la
mejor intención del mundo para que consiguieran la libertad y
dignidad que antes no tenían. Permítanme una moraleja, aboguemos
porque en Europa no repitamos ahora lo que entonces estuvo bien
justificado. No abramos los
brazos a
revoluciones extemporáneas ajenas a nuestra civilización, cuando no
hostiles.
Con
la ingenuidad que exhiben algunos nos puede pasar como a los
nuevos burgueses de la Revolución francesa, que esa
renovación drástica que tanto ambicionamos pueda acabar ejecutando
nuestra evolucionada, culta y libre civilización.
Dicho
queda…
Joaquín
Yerga
13/04/2016
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