Un egoísta es
una persona que piensa más en sí mismo que en mí.
(A.Bierce)
El
tipo que tengo enfrente y que me mira, yo diría que no tiene mal aspecto…por la
disposición y cantidad de arrugas de su rostro calculo que apenas
rebasará los cincuenta y siete… --Yo no apostaría más--.
Quizás de estatura media, teniendo en cuenta… ¡claro!, los suculentos
tacones de sus zapatos, aunque, por su complexión, más bien robusta, tal vez
parezca menos de lo que mide realmente.
Los
tres o cuatro kg de peso de más que soporta su armazón --al menos eso
aparenta-- no merma en absoluto su moderada complexión atlética, a
pesar de que una tímida pero incipiente barriga va haciendo acto de presencia
en su,--imagino-- antaño firme abdomen… Acorde con su cuerpo, en su
considerable y desproporcionada cabeza, una amplia zona central de la misma, desprovista
ya de cabellos, denota una paulatina desaparición de estos, el resto se
debaten entre blanquecer o continuar en su color castaño original --Me temo y,
él debe saberlo, que los primeros
se impongan a los segundos en un breve espacio de tiempo--
En un momento dado le vi arrugar su frente y arquear las cejas, --me
consta que suele hacerlo a veces, cuando se mira al espejo, quizás con la
inútil pretensión de parecer más varonil-- --Sé de gente de su entorno inmediato que se burlaron de él por este chulesco gesto, muy al estilo del actor Clark
Gable-- Posteriormente, para completar
la pose, con su mano derecha se acarició la cara palpando y sintiendo
gratamente cómo una incipiente barba señoreaba su rostro tras varios días de
soberano albedrio --creo que le gusta mostrarse así, con barba descuidada,
porque de esa manera, y según su desconcertante parecer, disimula el semblante
rojizo de su piel-- --De sobra sabe que cuando está rasurada afloran un sinfín
de penosas imperfecciones-- --posiblemente
ésta maniática anomalía tenga su origen en su ya lejana, y todavía no superada,
conflictiva adolescencia --Sospecho que
de siempre ha odiado el aspecto aniñado de su cara--
Visiblemente satisfecho, tanto de su compostura como de su apariencia física, le observé acercar su cara, al más que anticuado espejo del cuarto de baño, y fijar por unos
instantes sus marrones y vivaces ojillos, --con una mirada contrariada,
por cierto-- a una pequeña protuberancia que acababa de descubrir justo en
la punta de su más que prominente y colorada nariz, pero no le dio
demasiada importancia, por el contrario, prestó
toda su atención al nudo de su corbata intentando ajustarlo a su recio cuello…
Mientras, al margen de su ardua tarea de acicalamiento, y con los
labios fruncidos, intentaba silbar una canción de Joaquín Sabina que
inconscientemente, --parece ser-- se había alojado en su cerebro, y que ahora, de
manera reiterativa canturreaba desde hacía días.
Una
vez que hubo comprobado, bien orgulloso frente al espejo, cómo su rostro, a
pesar de las consabidas arrugas, su tosca nariz, y sus apenas imperceptibles
labios, aún mantenía un lozano aspecto, le vi coger el cepillo redondo de
rígidas púas que suele utilizar, y darle un último retoque
coqueto a su exiguo flequillo… al mismo tiempo y de manera
espontánea echó una mirada al rólex de imitación que en una ocasión, y durante un momento
de debilidad se dejó regalar…Después aceleró los preparativos finales, y así
estar a punto para esa cena y baile, que me consta estaba citado, y a la cual ansía acudir.
Un
poco antes de perderle de vista observé cómo se ceñía y ajustaba el
cinturón negro que había elegido de su guardarropa, a juego sin duda, con sus oscuros
zapatos Martinelli, recién adquiridos… Lo último que hizo
para terminar de ataviarse fue coger su chaqueta que pendía del picaporte
de la puerta y comprobar bien a gusto, una vez colocada en su torso, lo
irresistible de su porte y figura --Y es
que recordé por un momento que, el personaje que no paraba de mirarme, hacia ya
años que se quedó sin abuelas--
Dispuesto ya a salir del baño, y apagar la luz, echó una última mirada al
espejo tocador que le había servido de cómplice, y este le devolvió nítidamente la imagen de su
figura, pulcra y bien acicalada.
Complacido, y tarareando la contumaz melodía de Sabina, abandonó el aseo --por cierto, curiosamente la imagen que
reflectaba el espejo era la… mía-- ¡Qué
cosas!...
Joaquín
Yerga
17/10/2016
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