Réquiem por Cataluña
Podemos
imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta donde podemos
hundirnos.
E.Cioran
Imagino
que después de lo pasado el jueves en Cataluña todos estamos
jodidos y muy defraudados. Es verdad que ha sido la primera vez
que un partido no nacionalista ha ganado las elecciones
autonómicas (Ciudadanos) pero lamentablemente ha sido la suya una
victoria pírrica pues no nos vale para nada práctico.
Yo
que pensaba que después de lo pasado con la economía, en donde mas
de tres mil empresas han abandonado la región y otras tantas
amenazaron con hacerlo si persistían en su empeño de independencia,
muchos rectificarían. Y además creía, que con los partidos
nacionalistas descabezados de sus lideres y después del bochorno
generado, algunos se lo pensarían dos veces antes de votar. Pero ha
sido grande mi error, confundí deseos con realidad y me he dado de
bruces con la terquedad y el fanatismo de unos tipos debidamente
inoculados de rencor.
Han
sido muchos los informes y testimonios que vaticinaban la ruina de
Cataluña. Por ejemplo que es mentira que iban a seguir en la Unión
Europea y que nadie les iba a reconocer en el caso de una
independencia unilateral, pero ha sido en vano han vuelto a las
andadas.
La
primera les salió de culo (con perdón) pues después de años de
preparativos, de amenazas y de incumplimiento de las leyes, todo fue
un fiasco. Miren si no: Puigdemont huido, Junqueras encarcelado y el
resto encausados. Estos tíos, que les prometieron el cielo, les
ofrecieron la luna y hasta les garantizaron la felicidad
universal y que al final quedaron como el hazmerreir del mundo, sin embargo han vuelto a reincidir.
Me temo que fanatizados o engreído emulan ahora a los antiguos
hidalgos castellanos, que preferían honra sin barcos... allá ellos.
¡Quién
nos lo iba a decir de los catalanes! Tan serios y prudentes ellos,
con su seny y laboriosidad a prueba de bombas. Tan ricos, tan
prácticos, tan pedigüeños...tan preocupados por la estabilidad
general. Aun recuerdo las alabanzas que antaño les dedicábamos
porque ellos no eran como los vascos, que estaban siempre a la greña
con banda terrorista incluida y que les removía, por cierto el
árbol para que otros recogieran las nueces. Ellos (los catalanes)
estaban por la conciliación y el acuerdo, y a cambio de cierta pasta
gansa apoyaban a cualquier gobierno que asentara sus posaderas en la
Moncloa.
Pero,
¿Qué les ha pasado en estos años para que tiren por la borda su
fama, sus caudales… sus éxitos? ¿Qué les hemos hecho para que
antepongan una dudosa rentable independencia al progreso y riqueza
actual? Me temo que algo gordo ha debido ser, pues conociéndoles y
sabiendo lo bien que les iba chupando del bote decidan esta
incertidumbre precursora, sin duda, de su ruina.
¿Y
nosotros qué hacemos ahora? Y yo que pensaba que por fin íbamos a
olvidarnos del Puigdemont de turno, que tocaba ya hablar de otras
cosas, de otras preocupaciones, y mira por donde tendremos Cataluña
para más de un lustro. Os aseguro que hasta el catalán como lengua
me cae ya antipática y juro por lo más quiero que antes hasta me
gustaba.
Las
personas solemos tropezar dos veces, y más, en la misma piedra.
Tropezaron los ingleses cuando decidieron activar el Brexit, porque
ya se están arrepintiendo en vista del pésimo horizonte económico
que les espera sin Europa. Ahora los catalanes, imbuidos de un
equivocado orgullo supremacista, han vuelto a tropezar en su segunda
piedra, y cuando se les pase el ardor nacionalista, mucho me temo, se arrepentirán,
porque serán bastante más pobres para decidir nada.
En
fin... que salga lo que Dios quiera, aunque podemos imaginar por
donde van a ir los tiros. Si esta gente consiguen formar gobierno (lo
harán pues aun siendo de distintos colores para esto se ponen de
acuerdo) seguirán con su matraca. Y continuarán desviando ingentes
cantidades de dinero para sus perversos fines. Y persistirán en los
agravios o adoctrinando niños en su odio a España y así, sin prisa
pero sin pausa, dentro de diez años en vez del cincuenta por ciento
serán el setenta... y nosotros a lo nuestro, es decir, a
despedazarnos unos a otros.
Dicho
queda…
Joaquín
Yerga
23/12/2017
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