Permítanme un brindis...
Aunque
no sea yo la razón de tu sonrisa, quiero verte sonreír.
(Anónimo)
Si
me lo permiten, quiero en estos días tan especiales a punto ya de
acabar el año levantar mi copa y brindar por algunas cosas; creo que
hay motivos para ello.
Por
ejemplo: brindo por nuestro país, porque a pesar del mucho empeño
que ponen algunos para destruirlo, aun estamos aquí, juntos y en
paz... Y mañana Dios dirá...
Brindo por mi suerte y por la de tantos compatriotas de mi
generación, porque nosotros, que vinimos al mundo en un sitio aunque amable para echar raíces, en unos momentos tan difíciles de nuestra
historia y sin embargo hemos conseguido entre todos hacer de éste, un
lugar y un país digno de vivir en él. Les aseguro que la mayoría de
los habitantes del mundo se darían de tortas por tener nuestra
suerte...
Brindo, cómo no, por lo que solemos brindar en estas fechas, por la
salud de todos y por la mía pues no debo quejarme, y aunque
achaques propios de la edad asomen tímidamente la patita para
fastidiar mi lozanía, qué menos que beber un sorbo de cava para
festejar mis muchos años ya en éste mundo; sobre todo si
considero que hasta hace no demasiado tiempo mi edad era ya la
antesala de la senectud, y de la muerte...
Brindo,
también, por las pequeñas cosas que rodean nuestras vidas y que
hacen que éstas sean merecedoras de ser vividas, porque son ellas
las que le dan sentido y hondura a nuestra existencia. Las grandes
y ostentosas ensoñaciones solo sirven para dar un toque de vanidad,
para confrontar y para presumir, y son tan efímeras como las
flores del almendro.
Vuelvo
a llenar mi copa y brindo ahora por los amigos. Por los que están,
por los que se fueron... y por los que no quisieron. También por los
que espero, ansioso, lleguen algún día. Sin duda son ellos los que
armonizan nuestras vidas. Sin ellos seria imposible sobrevivir en tanta soledad. El mundo sin su compañía sería un páramo de
desolación, una inmensa cárcel sin barrotes… y sin sentido.
Y
brindo, ahora que no me ven, por la familia. Ellos son los verdaderos
sufridores de mi ingratitud y egoísmo. Y porque, además, con la
candorosa impresión de bondad y magnanimidad que les doy, son
absolutos desconocedores de la aviesa y real naturaleza de su deudo. Sin duda,
hay por el mundo padres más ejemplares y hombres mucho más
dignos...pero bueno...
Y
hasta brindo, si me apuran, por las redes sociales, tan amenas, tan
masivas… y tan útiles cuando buen uso hacemos de ellas. Porque
gracias a ellas nos damos a conocer, y nos tratamos… y nos
queremos. ¿Cuántas personas tímidas y apocadas se han visto
reconfortadas con el invento. ¿Y cuántas más se han
podido asomar a un mundo desconocido e interactuar con sus habitantes
en la facilidad de su móvil?
Y
termino apurando mi copa en consideración y respeto por los amigos y
amigas que demasiado a menudo pierden el tiempo leyendo las simplezas
que escribo, pero que al menos nos sirve para intercambiar
impresiones y para afianzar una amistad que nació en las redes pero
que ahora va mucho más allá.
Se
nos va, igual que entró, el 2018, y a pesar de todo hay que brindar
por él. Ha sido éste un año tranquilo, si exceptuamos la matraca de los independentistas de siempre. Del resto de acontecimientos los habituales, demasiadas mujeres
asesinadas por sus parejas, una cierta recuperación económica y los
sueños de siempre por ser felices.
Dicho
queda…
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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