miércoles, 27 de diciembre de 2017

Permítanme un brindis...




Aunque no sea yo la razón de tu sonrisa, quiero verte sonreír.
(Anónimo)

Si me lo permiten, quiero en estos días tan especiales a punto ya de acabar el año levantar mi copa y brindar por algunas cosas; creo que hay motivos para ello.
Por ejemplo: brindo por nuestro país, porque a pesar del mucho empeño que ponen algunos para destruirlo, aun estamos aquí, juntos y en paz... Y mañana Dios dirá...
Brindo por mi suerte y por la de tantos compatriotas de mi generación, porque nosotros, que vinimos al mundo en un sitio aunque  amable para echar raíces, en unos momentos tan difíciles de nuestra historia y sin embargo hemos conseguido entre todos hacer de éste, un lugar y un país digno de vivir en él. Les aseguro que la mayoría de los habitantes del mundo se darían de tortas por tener nuestra suerte...
Brindo, cómo no, por lo que solemos brindar en estas fechas, por la salud de todos y por la mía pues no debo quejarme, y aunque achaques propios de la edad asomen tímidamente la patita para fastidiar mi lozanía, qué menos que beber un sorbo de cava para festejar mis muchos años ya en éste mundo; sobre todo si considero que hasta hace no demasiado tiempo mi edad era ya la antesala de la senectud, y de la muerte...
Brindo, también, por las pequeñas cosas que rodean nuestras vidas y que hacen que éstas sean merecedoras de ser vividas, porque son ellas las que le dan sentido y hondura a nuestra existencia. Las grandes y ostentosas ensoñaciones solo sirven para dar un toque de vanidad, para confrontar y para presumir, y son tan efímeras como las flores del almendro.
Vuelvo a llenar mi copa y brindo ahora por los amigos. Por los que están, por los que se fueron... y por los que no quisieron. También por los que espero, ansioso, lleguen algún día. Sin duda son ellos los que armonizan nuestras vidas. Sin ellos seria imposible sobrevivir en tanta soledad. El mundo sin su compañía sería un páramo de desolación, una inmensa cárcel sin barrotes… y sin sentido.
Y brindo, ahora que no me ven, por la familia. Ellos son los verdaderos sufridores de mi ingratitud y egoísmo. Y porque, además, con la candorosa impresión de bondad y magnanimidad que les doy, son absolutos desconocedores de la aviesa y real naturaleza de su deudo. Sin duda, hay por el mundo padres más ejemplares y hombres mucho más dignos...pero bueno...
Y hasta brindo, si me apuran, por las redes sociales, tan amenas, tan masivas… y tan útiles cuando buen uso hacemos de ellas. Porque gracias a ellas nos damos a conocer, y nos tratamos… y nos queremos. ¿Cuántas personas tímidas y apocadas se han visto reconfortadas con el invento. ¿Y cuántas más se han podido asomar a un mundo desconocido e interactuar con sus habitantes en la facilidad de su móvil?  
Y termino apurando mi copa en consideración y respeto por los amigos y amigas que demasiado a menudo pierden el tiempo leyendo las simplezas que escribo, pero que al menos nos sirve para intercambiar impresiones y para afianzar una amistad que nació en las redes pero que ahora va mucho más allá.
Se nos va, igual que entró, el 2018, y a pesar de todo hay que brindar por él. Ha sido éste un año tranquilo, si exceptuamos la matraca de los independentistas de siempre. Del resto de acontecimientos los habituales, demasiadas mujeres asesinadas por sus parejas, una cierta recuperación económica y los sueños de siempre por ser felices.
Dicho queda…
                                                         cosasdejoaquinyerga@blogspot.com

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