Si el sexo no fuese lo más
importante de la vida, el Génesis no empezaría por ahí.
--Cesare Pavese--
Miren qué cosa más curiosa,
resulta que para la Iglesia católica la masturbación ha sido
un pecado nefando; camino directo para ir al infierno al que lo
practicara. Pero he de decirles que ésta manía persecutoria se debe
a un error de interpretación de la Biblia. La idea de
masturbación u onanismo (satisfacerse uno mismo) se debe a Onán,
hijo de Judá (patriarca bíblico)..
Cuando murió su Er, su
padre, Judá, ordenó a Onán que se acostara con su viuda (era la
tradición judía que obligaba a preñar a la mujer de su hermano si
éste moría sin descendencia). Onán obedeció, pero dice la Biblia
que derramaba el semen en el suelo (no quería competencias
hereditarias). Dios castigó a Onán y le hizo matar. Tristemente, la
Iglesia, tal vez por desconocimiento, (dudo que a sabiendas) consideró
a Onán como masturbador e hizo de éste gesto un pecado abominable.
Gracias a ésta ojeriza los jóvenes cristianos de toda la vida lo
hemos pasado fatal y con unos remordimientos terribles, además de
apechugar con la amenaza constante de todo tipo de plagas sobre
nosotros si persistíamos en el asunto Bueno, obvio decirles que la
mayoría hacíamos oídos sordos estas intimidaciones..
La Iglesia católica, de alguna
manera, tenia prohibido leer la Biblia a niños, jóvenes y mujeres hasta hace muy poquito tiempo. El motivo y aunque cueste creerlo, el
trato tan permisivo que ésta le da al sexo. Y si lo piensan bien, es
increíble que la base y principio fundamental del cristianismo como
es la Biblia, esté censurada para la mitad de sus fieles. Y conste
que la otra mitad, los varones adultos, no podían entenderla, pues
la misa y el resto de liturgia se recitaba y leía en latín, y ya me
dirán quien conocía esta culta lengua.
Lo de la Iglesia con el sexo es
como lo de un matrimonio mal avenido, se llevan fatal. Y la cosa no
viene de ahora ni mucho menos, ha sido así prácticamente desde los
inicios del cristianismo. Pero tiene su explicación...
Curiosamente, la Biblia (no
la Iglesia) que es el armazón donde se sustenta nuestra religión
cristiana, ha tratado muy bien el tema de la sexualidad y el
erotismo. No tiene empacho en fomentarlo y en absoluto se escandaliza
por estos temas.Quizás sea porque sus autores eran todos judíos, y
estos no eran pacatos a la hora de practicar y permitir el sexo entre
las personas.
Los judíos, que de alguna manera
son nuestros antepasados religiosos, consentían perfectamente que en
una pareja y de mutuo acuerdo se pudiera practicar todo tipo de
relaciones sexuales, incluso el sexo oral y hasta el anal... ¡Si, no
se escandalicen!. Esto es así porque su finalidad como pueblo era
crecer y ser numerosos, y para eso había que procrear. Ellos en sus
orígenes eran un pueblo pequeño y necesitaban ser muchos para
sobrevivir pues estaban rodeados de naciones hostiles. Por lo tanto
no es de extrañar que fomentasen y alentasen todo tipo de relaciones
carnales o maritales entre ellos, lo que importaba era traer niños
al mundo.
Los pecados mas castigados para
los judíos, y por tanto se reflejan en la Biblia eran, por este
orden: idolatría, injusticia social y adulterio (las mujeres eran
propiedad exclusiva del marido y para nada menciona otro tipo de
actos sexuales como pecaminosos..
Para los judíos el sexo era una
cosa normal y hasta aconsejable, porque para ellos el cuerpo es tan
importante como el alma. No así para la Iglesia que lo que le
interesaba exclusivamente es la salvación de las almas. El cuerpo es
corruptible, débil e impuro y por lo tanto debemos mortificarlo. Por
eso aconsejan reprimirlo en todo lo que suponga satisfacción de
algún tipo.
Muchos dicen que la Biblia,
(que no la Iglesia) es un libro escabroso porque habla con toda
naturalidad de: incestos, desviaciones sexuales, prostitución,
sodomía, voyeurismo etc. es decir, asuntos de hombres y de mujeres.
La Iglesia, sin embargo, va más allá, se niega en redondo a
tocar, siquiera, el cuerpo pecaminoso de los seres humanos. No va con
ellos eso de: lo que se van a comer los gusanos que se aprovechen
los...
En fin, juzguen ustedes...
Dicho queda…
Joaquín
Yerga
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