martes, 19 de diciembre de 2017

¿Conocéis a Jack?..



Amiga..
Comprendo tu amargura.
Pero deberías quejarte menos de tu suerte.
Tuviste oportunidades y no escogiste
precisamente la mejor. Así es la vida.
Puedes alegar que eras muy joven, que no sabías.
Eso es verdad.
Pero eso no te exime del duro precio a pagar.
Yo ya aboné el mio por tu desidia;
y fue caro, te lo aseguro..
--Joaquín--


Imagínense un barrio apartado del este de Londres a finales del siglo XIX. Hagan un esfuerzo más, figúrense también una sórdida calle cualquiera de ése mismo barrio. Tengan en cuenta que es una noche de invierno y una intensa niebla mezclada con el sucio humo de las calderas de carbón cubre toda la ciudad. Apenas se ve a dos metros y las tenues luces de las farolas de gas no consiguen proporcionar visibilidad a los escasos transeúntes que se atreven a pisar el resbaladizo empedrado de los sinuosos callejones.
De pronto el silbato de un policía atruena en el silencio de la noche.. Después, voces, ruidos de pisadas apresuradas y gente corriendo despavorida sin saber exactamente a donde ir ni para dónde tirar. Algunos se agolpan alrededor de un bulto tirado en el suelo en la esquina de una oscura plazuela. Poco a poco cada vez más gente van llegando, expectantes; todos quieren acercarse y mirar lo que, parece ser, el cadáver de una mujer.
A medida que la pequeña multitud se arremolina junto al cuerpo inerte de la mujer la curiosidad se va transformando en caras de horror y de espanto. Unos cuantos no pueden evitarlo y vomitan allí mismo ante el espeluznante espectáculo que contemplan sus ojos. Decenas de policías que han acudido a la llamada de su compañero acordonan la zona para evitar que sigan produciéndose escenas de pánico entre la gente. Un agente intenta tapar con mantas los restos esparcidos por el suelo de la mujer, pero antes muchos curiosos han podido ver, in situ, lo que jamás hubieran imaginado, ni tan siquiera soñado en sus más horripilantes pesadillas, la mujer con la cara desencajada y con una espantosa mueca de terror en la boca yacía totalmente descuartizada con el vientre abierto en canal y las tripas desparramadas sobre las mugrientas baldosas de la plaza.
Una escena como ésta que acabo de describir la vivieron los ciudadanos de Londres cinco veces (que se sepa) en el transcurso del otoño de 1888. Se trataba de los horripilantes asesinatos atribuidos a Jack “El Destripador”.
Según la policía de Scotland Yard que se encargó del caso fueron cinco las mujeres salvajemente asesinadas y descuartizadas por el misterioso criminal. Y todas ellas lo fueron de una manera atroz porque las despedazaba con una maestría de profesional. Todos los casos, por cierto, tuvieron lugar en el humilde barrio de Whitechapel, en aquella época poblado de obreros, mendigos y prostitutas, de hecho, todas las víctimas ejercían esta antigua profesión.
Estos crímenes escandalizaron a toda Inglaterra y fueron muchos los esfuerzos que se dedicaron a cazar al asesino, pero no hubo manera. Mira si fue especialmente llamativo que aun hoy se siguen editando montones de libros y rodando decenas de películas sobre el asunto.
La investigación que se hizo del asunto fue profunda y muchos los sospechosos. Quizás la hipótesis más creíble de todas las que sopesó la policía fue la participación en los hechos del príncipe Alberto Víctor, duque de Clarence (primogénito del príncipe de Gales). Muchos, incluida gran parte de la prensa, aseguraron que había cometido estos crímenes para tapar los escándalos de su disipada y escandalosa vida sexual.
Tiempo después y cerrado ya el caso han ido saliendo a la luz pública otros posibles sospechosos. Recientemente la famosa escritora Patricia Cornwell desveló que el candidato con más probabilidades a ser el asesino es el pintor alemán afincado en Londres en aquella época, Walter Richard Sickert, en cuyos cuadros incluía imágenes misóginas de ataques a mujeres. Se ha sabido también que éste fue incluido en la lista de sospechosos de la policía y descartado después no se sabe por qué. Hace un par de años leí su libro y os aseguro que no deja a nadie indiferente.
Se da la circunstancia de que el asesino dejó de actuar en noviembre de ése 1888. El día 9 apareció en la cama de un sucio apartamento de Whitechapel, el cadáver de Mary Jane Kelly, la última de sus víctimas, la había mutilado horriblemente. Todos sus órganos incluido el corazón y sus genitales aparecieron esparcidos sobre la cama. El asesino la había abierto en canal a través de una raja que iba del cuello al vientre; a partir de ahí nunca más se supo. 
No obstante la súbita desaparición de este asesino en serie ha dejado a la posteridad muchos interrogantes… ¿Por qué cesó de golpe sus horrendos crímenes? ¿Cambió de barrio o de ciudad y siguió con su ritual en otro sitio? ¿Volvió a su vida normal temeroso de que la policía lo encontrase? Quizás simplemente cumplió sus objetivos. Me temo que nunca lo sabremos.

Joaquin Yerga





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