Amiga..
Comprendo tu
amargura.
Pero deberías
quejarte menos de tu suerte.
Tuviste
oportunidades y no escogiste
precisamente la
mejor. Así es la vida.
Puedes alegar que
eras muy joven, que no sabías.
Eso es verdad.
Pero eso no te
exime del duro precio a pagar.
Yo ya aboné el
mio por tu desidia;
y fue caro, te lo
aseguro..
--Joaquín--
Imagínense un barrio
apartado del este de Londres a finales del siglo XIX. Hagan un
esfuerzo más, figúrense también una sórdida calle cualquiera de
ése mismo barrio. Tengan en cuenta que es una noche de invierno y
una intensa niebla mezclada con el sucio humo de las calderas de
carbón cubre toda la ciudad. Apenas se ve a dos metros y las tenues
luces de las farolas de gas no consiguen proporcionar visibilidad a
los escasos transeúntes que se atreven a pisar el resbaladizo
empedrado de los sinuosos callejones.
De pronto el silbato
de un policía atruena en el silencio de la noche.. Después, voces,
ruidos de pisadas apresuradas y gente corriendo despavorida sin saber
exactamente a donde ir ni para dónde tirar. Algunos se agolpan
alrededor de un bulto tirado en el suelo en la esquina de una oscura
plazuela. Poco a poco cada vez más gente van llegando, expectantes;
todos quieren acercarse y mirar lo que, parece ser, el cadáver de
una mujer.
A medida que la
pequeña multitud se arremolina junto al cuerpo inerte de la mujer la
curiosidad se va transformando en caras de horror y de espanto. Unos
cuantos no pueden evitarlo y vomitan allí mismo ante el espeluznante
espectáculo que contemplan sus ojos. Decenas de policías que han
acudido a la llamada de su compañero acordonan la zona para evitar
que sigan produciéndose escenas de pánico entre la gente. Un agente
intenta tapar con mantas los restos esparcidos por el suelo de la
mujer, pero antes muchos curiosos han podido ver, in situ, lo que
jamás hubieran imaginado, ni tan siquiera soñado en sus más
horripilantes pesadillas, la mujer con la cara desencajada y con una
espantosa mueca de terror en la boca yacía totalmente descuartizada
con el vientre abierto en canal y las tripas desparramadas sobre las
mugrientas baldosas de la plaza.
Una escena como ésta
que acabo de describir la vivieron los ciudadanos de Londres cinco
veces (que se sepa) en el transcurso del otoño de 1888. Se trataba
de los horripilantes asesinatos atribuidos a Jack “El
Destripador”.
Según la policía de
Scotland Yard que se encargó del caso fueron cinco las
mujeres salvajemente asesinadas y descuartizadas por el misterioso
criminal. Y todas ellas lo fueron de una manera atroz porque las
despedazaba con una maestría de profesional. Todos los casos, por
cierto, tuvieron lugar en el humilde barrio de Whitechapel, en
aquella época poblado de obreros, mendigos y prostitutas, de hecho,
todas las víctimas ejercían esta antigua profesión.
Estos crímenes
escandalizaron a toda Inglaterra y fueron muchos los esfuerzos que se
dedicaron a cazar al asesino, pero no hubo manera. Mira si fue
especialmente llamativo que aun hoy se siguen editando montones de
libros y rodando decenas de películas sobre el asunto.
La investigación que
se hizo del asunto fue profunda y muchos los sospechosos. Quizás la
hipótesis más creíble de todas las que sopesó la policía fue la
participación en los hechos del príncipe Alberto Víctor, duque de
Clarence (primogénito del príncipe de Gales). Muchos, incluida gran
parte de la prensa, aseguraron que había cometido estos crímenes
para tapar los escándalos de su disipada y escandalosa vida sexual.
Tiempo después y
cerrado ya el caso han ido saliendo a la luz pública otros posibles
sospechosos. Recientemente la famosa escritora Patricia Cornwell
desveló que el candidato con más probabilidades a ser el asesino es
el pintor alemán afincado en Londres en aquella época, Walter
Richard Sickert, en cuyos cuadros incluía imágenes misóginas de
ataques a mujeres. Se ha sabido también que éste fue incluido en la
lista de sospechosos de la policía y descartado después no se sabe
por qué. Hace un par de años leí su libro y os aseguro que no deja
a nadie indiferente.
Se da la
circunstancia de que el asesino dejó de actuar en noviembre de ése
1888. El día 9 apareció en la cama de un sucio apartamento de
Whitechapel, el cadáver de Mary Jane Kelly, la última de sus
víctimas, la había mutilado horriblemente. Todos sus órganos
incluido el corazón y sus genitales aparecieron esparcidos sobre la
cama. El asesino la había abierto en canal a través de una raja que
iba del cuello al vientre; a partir de ahí nunca más se supo.
No
obstante la súbita desaparición de este asesino en serie ha dejado
a la posteridad muchos interrogantes… ¿Por qué cesó de golpe sus
horrendos crímenes? ¿Cambió de barrio o de ciudad y siguió con su
ritual en otro sitio? ¿Volvió a su vida normal temeroso de que la
policía lo encontrase? Quizás simplemente cumplió sus objetivos.
Me temo que nunca lo sabremos.
Joaquin
Yerga
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