Hasta hace muy poquito tiempo para
los pecadores, una vez fallecidos, había tres fases o
periodos, (dependiendo del grado de sus pecados) donde pernoctar por
un tiempo más o menos definido, El Purgatorio, o lugar de transito
para los, llamémosle regulares, es decir para los que no fueron
excesivamente piadosos pero tampoco muy perversos y además se
habían arrepentido. Luego estaba y aun está, El Infierno,
sitio espantoso, definitivo para los muy canallas. Sin olvidar, por
supuesto: El Limbo, a donde iban los niños que no habían
recibido el bautismo. Pues sepan que lo tres están en fase de revisión por la Iglesia.
El infierno lo imaginamos como un lugar espeluznante, con fuego
abrasador y eterno, en donde los pecadores se asan de calor, amén de
otros males de por vida. No obstante debemos saber que éste es un
invento de la Iglesia y de San Agustín en particular, y no muy
antiguo. La Biblia en su Antiguo Testamento no lo menciona siquiera, pues para los judíos (que fueron quienes lo escribieron) el infierno
no existía. Todo lo que Dios les tenía reservado, tanto lo bueno
como lo malo, se desarrollaría aquí en la tierra.
Tenemos, pues, que el infierno fue
un invento reciente de la Iglesia y todo apunta a que lo tomaron de
los griegos y sobre todo de Platón. Éste último creía
en la dualidad Cuerpo/Alma. El cuerpo corruptible desaparecía de la
tierra después de muerto, pero el alma era inmortal y habría, por
tanto, que buscarle un acomodo. Y qué mejor acomodo que premiar a
los justos con el cielo y a los malvados con el infierno; así de
paso los mantenían a raya.
Según algunos la idea de asociar al fuego con el infierno se debe a la visión que
tenían los primeros cristianos de unos enormes depósitos de basura
permanentemente ardiendo a las afueras de Jerusalén.
Expelían éstos un olor nauseabundo y el calor en sus cercanías era
insoportable ¿Entonces? Pues qué mejor castigo para pecadores que introducirlos en un lugar parecido e imaginario de por
vida, y de por muerte, claro..
La idea del Limbo se
les ocurrió a las autoridades eclesiásticas mucho más tarde. Ante el
sufrimiento de muchas madres al ver como sus hijos recién nacidos
que fallecían sin posibilidad de recibir el bautismo estaban
condenados al infierno e incluso a nos ser enterrados junto a ellos, se
apiadaron de ellas. Se cuenta, (no sin cierta verosimilitud) que
el Papa Juan Pablo II decidió suprimirlo de un
plumazo y sin explicación cuando al querer enterrar a toda su
familia en un mismo panteón faltaron los restos de su hermana muerta
nada mas nacer. Y se acordó del padecimiento de su madre (muy
devota) ante la imposibilidad de haber enterrado a su hija
Joaquín Yerga
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