Suenan tétricas
las notas
de la vieja arpa.
La luna muestra lo
que encierra
en su lado más
oscuro.
Visto de negro
y el Dios de los
vientos
mece enfurecido
mis cabellos.
--Fanny J. Wong--
Mentiría como un
bellaco si negara que los ingleses tienen una historia impresionante
a sus espaldas. No hay que olvidar que han sido los dueños absolutos
de medio mundo hasta hace cuatro días. Lo malo de ellos es que creen
que lo siguen siendo. Pero hay que reconocerles una cualidad de la
que nosotros carecemos, saben venderse muy bien. El cine
de Hollywood les ha servido para edulcorar una
historia a ojos del mundo que ha tenido episodios vergonzantes para
ellos.
Nosotros los
españoles a pesar de haber tenido un pasado igual de prolífico, no
solo no hemos sabido venderlo, sino que nos hemos dejado quitar el
relato del mismo. Ahora nos encontramos inmersos en una injusta
leyenda negra inventada por nuestros enemigos que nos paraliza y
acompleja. Hasta tal punto es cierto aquello de que una mentira mil
veces repetida se trasforma en verdad, que incluso gran parte de
nosotros mismos nos las hemos creído.
Los españoles hemos
tenido antepasados heroicos, gloriosos, aunque también algún
villano que otro ¿por qué no? Y sin embargo, muchos de nosotros
apenas los conocen. Es paradójico que una mayoría de compatriotas
sepan de héroes anglosajones menores o inventados, y conozcan sus
historias solo porque el cine los encumbró y apenas sepamos nada de
los nuestros.
Españoles
extraordinarios, hombres intrépidos, rudos, valientes, fueron, por
ejemplo, los que patearon de norte a sur el continente
americano, muchos de ellos extremeños. En una época
difícil y con unos medios materiales escasos fueron capaces de
apoderarse de un territorio inmenso, sorpréndanse, unas ochenta
veces mas grande que España.
Casi todos los
hombres y mujeres, que participaron en la conquista de América y su
posterior colonización fueron excepcionales. No obstante hubo un
grupo de ellos, los dirigentes, que marcaron toda una época. Hoy
quiero hablar del mas grande….
Hernán
Cortes nació en Medellín cerquita de Mérida y
fue todo un jabato. Estudió algo en la universidad de Salamanca, así
que era de los más preparados entre sus rudos compañeros. Quizás
durante su etapa de estudiante desarrolló su esplendida elocuencia y
desparpajo, que le sirvió sin duda, para conquistar a un montón de
féminas. Creo que fue un mujeriego de mucho cuidado.
Salió hacia América
y desembarcó en Cuba a las ordenes de Diego Velázquez de Cuéllar
(no confundir con el pintor). Éste le cogió tanto cariño y
admiración por sus aptitudes y simpatía que incluso aceptó casarlo
con su cuñada, Catalina. Pero Hernán estaba en otra
cosa. Además de su afición por las faldas le apasionaba la aventura
y no tardó en persuadir a Velázquez para que organizara una
expedición a lo que luego sería México.
Y lo consiguió;
atracó con unos cuantos barcos y no mas de 500 hombres en la
península del Yucatán (Cancún, ahora lleno de turistas españoles).
Desde aquí avanzó hacia el norte en busca de la capital del
territorio. Había oído por unos indios que era impresionante.
Cortés fue
sometiendo una a una a las diferentes tríbus que se iba encontrando.
A unas, a base de terror masacrando a su población, a otras con
engaños y promesas. Y así llegó a Tecnochtitlan (actual México
D.F.) edificada sobre un gran lago. Al contemplar semejante belleza y
grandiosidad, los españoles, acostumbrados a la rudeza de su patria,
se quedaron atónitos. Seguro que mientras veían extasiados esa
maravilla pasaban por su cabeza las toneladas de oro que podían
sacar de allí.
La conquista de la
gran capital de los Aztecas, le costó a Hernán
Cortés, meses, lágrimas, y mucha sangre. Dicen los
historiadores que podía estar habitada por mas de un millón de
indios... ¡y los españoles eran sólo 500 abigarrados hombres!.
El jefe de los
aztecas era entonces el gran Moztezuma II, y entre las
ofrendas que le solían hacer sus súbditos estaba la de entregarles
el corazón aun palpitando de los enemigos capturados. ¡No
quiero pensar cómo pondrían de sangre las escaleras de la gran
pirámide, que es donde hacían las ceremonias! El hechicero
introducía la mano en el pecho y le arrancaba al preso
directamente el corazón. Después, chorreando sangre, se lo ofrecían
al Rey, y a los Dioses. Esta macabra operación las hacían a
menudo y con miles de pobres victimas.
Hernán
Cortés consiguió a base de astucia apoderarse de la ciudad
y pacificarla. Sin embargo su jefe y cuñado, Diego Velázquez,
celoso de sus éxitos, envió a un comando de hombres a
capturarlo. Cortés tuvo que dejar la ciudad e ir a
la costa en su busca, dejando al mando a su ayudante, Pedro
de Alvarado (el pelirrojo). Cortés venció a
los enviados de Velázquez y volvió a la capital, pero Alvarado no
tenia el carisma de su jefe y ésta se había sublevado. Los indios
habían hecho una carnicería con los españoles que se habían
quedado. Hernán Cortés intentó recuperar la
ciudad, pero tuvo que huir ante el ímpetu y bravura desplegada por
los indígenas en lo que la historia llamó después como: La
noche triste.
Una vez recuperados y
con los ánimos prestos, los españoles volvieron a conquistar la
capital que definitivamente quedó ya como española y perteneciente
a la Corona de Castilla… y con ella todo el inmenso país que ahora
es México.
La hazaña
de Cortés fue inenarrable. Conquistar un territorio
del tamaño de tres Españas, poblado con millones de indios y con la
fuerza de tan solo, 500 hombres, unos cientos de trabucos y no muchos
caballos, es un mérito solo al alcance de unos pocos en la historia.
Y eso lo hizo, con astucia y también con la crueldad necesaria, un
español y extremeño para más honra..
Al volver a la
península, el rey Carlos V, desagradecido como siempre,
no se portó muy bien con él y le negó los cargos y prebendas que
el reclamaba y que creía justos. Murió en un viaje de regreso a
América que no culminó.
En desagravio a los
indios he de decir que éstos no estaban tan preparados para la
guerra como los europeos. Les paralizaba mucho ésa profecía
milenaria, según la cual algún día verían aparecer seres
superiores a ellos, altos y barbudos por el este y que les
esclavizarían. Al ver aparecer por éste punto cardinal a los
españoles, mas altos que ellos y la mayoría barbudos, incluso
algunos pelirrojos, se quedaron estupefactos pensando que los
dioses se habían confabulado para castigarles. Además al verlos
montados a caballo, (animal desconocido en América), creyeron que se
trataban de seres mitológicos, mitad humano mitad animal. En fin..
El valor y arrojo que
derrochó Hernán Cortés, nuestro paisano, fue
desmesurado. Al desembarcar la primera vez en México, y viendo
(preocupado) que parte de sus hombres tenían miedo por lo que
contaban algunos y amenazaban con amotinarse y volver, ni corto ni
perezoso mandó quemar las naves y así adentrarse
de lleno en el continente en busca del misterioso rey azteca
Moztezuma sin miedo a motines.
Lo dicho, si estos
superhombres hubieran sido ingleses, hoy serian idolatrados por medio
mundo. Pero eran simplemente españoles y aquí nadie es profeta en
su tierra, salvo los cantamañanas…
Joaquín
Yerga