Viajar es sentirse poeta,
escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar
(G.Garcia Marquez)
Estoy seguro que la mayoría de los que lean estas páginas han oído hablar de Marco Polo; o casi todos, pero por si acaso a algunos se le escapa de qué le suena ése nombre les adelanto que fue un italiano que llegó a China en el siglo XIII. Y dirán ustedes ¿Qué importancia tiene llegar a ése inmenso y desconocido país?... Les cuento…
Estamos hablando de muchos siglos atrás. En esa época (Edad Media), los viajes eran muy complicados, se hacían en carretas y apenas había caminos que fueran transitables. Imaginémonos por un momento lo que sería pasar por ellos durante los durísimos inviernos. A modo de preámbulo ya les digo que Marco Polo y sus acompañantes tuvieron que atravesar unos cuantos países en donde sus habitantes aun eran semisalvajes. Abundaban bandidos que asaltaban a los viajeros así como animales salvajes capaces de despedazar hombres. Los kilómetros que anduvieron hasta llegar hasta el pie de la misma muralla China se cuentan por miles y los obstáculos que se vieron obligados a sortear eran inmensos, entre ellos las grandes cadenas montañosas de Asia central y los desiertos del Gobi y de Mongolia, en fin, puro sufrimiento.
Marco Polo fue un comerciante veneciano hijo y sobrino de gente del mismo gremio. Venecia era en esos tiempos un emporio de riqueza. Una especie de Ducado formado por la misma ciudad y todo su contorno, Sus habitantes comerciaban con todo el mundo conocido y el Mediterráneo estaba lleno de colonias suyas en donde ellos disponían absolutamente. También les servían de puertos de atraques para mercadear con todo tipo de cachivaches con los lugareños. Ni que decir tiene que se hicieron muy ricos. No hay más que ver el lujo y la hermosura de los palacios de la ciudad de los canales aun hoy en día, a pesar de los siglos y del abandono.
Marco Polo, su padre y su tío se propusieron hacer un gran viaje al extremo oriente con la idea de traer toda la seda (sólo los chinos conocían el secreto de fabricarla) y especias que pudieran. Eran muy apreciadas en Europa y todo prometía a que iban a hacer un buen negocio del cual sacarían muy buenos dividendos.
Que se sepa ningún europeo había viajado tan lejos y apenas se conocían esas tierras tan extrañas y misteriosas. Imagino que los Polo tampoco pretendían alejarse tanto. Pero uno empieza y sigue y luego no sabe cuándo parar. Los únicos y escasos conocimientos que se tenía entonces de Catay y Cipango, que eran como se llamaban a China y Japón, los habían proporcionado algunos comerciantes árabes, y de oídas.
Marco Polo salió de su casa de Venecia a los 17 años y no volvió hasta los 41. Es decir estuvo en China, (que es donde pasó la mayor parte de su tiempo), la friolera de 24 años. Allí le ocurrió de todo, incluso fue recibido por Kublai Kan, que era el mandamás mongol que gobernaba con mano de hierro toda la zona. Éste llegó a apreciarle tanto que le hizo Gobernador de una provincia. Pero Marco Polo tenía nostalgia de su Venecia natal y no cejaba de importunar al Gran Kan para que le dejara regresar. Tal fue la tabarra que le dio que al final éste les dejó marchar, aunque con verdadero sentimiento.
A su vuelta a Italia, se contaba con cierto estupor, cómo sorprendieron a sus paisanos por los ropajes que traían y su raro acento. Pero a Marco Polo se le acabó la suerte que le había acompañado durante su periplo chino. Fue capturado por los genoveses y pasó en la cárcel unos años. Venecia estaba en esa época en guerra con la ciudad de Génova, su rival comercial. Entre las dos y los catalanes (Almogávares) dominaban el comercio en el Mediterráneo.
Durante su estancia en las mazmorras de Génova, conoció a un escritor de poca monta, Rustichello de Pisa, al que contó sus aventuras y desventuras por el lejano oriente. Éste, muy interesado en sus historias, anotó con mucho detalle todo lo que le fue diciendo Marco Polo, y al salir de la cárcel lo publicó en un libro. El libro, titulado en un principio, El libro de las maravillas del mundo, fue en éxito rotundo nada más salir al mercado.
Lo que el libro contaba de esos exóticos lugares maravilló al mundo occidental. Marco Polo se explayó contando anécdotas de los chinos de entonces, de sus costumbres tan increíbles, de los paisajes que vio, y de la gente que trató. Por supuesto, todo el mundo quedó sorprendido con lo que había más allá de Constantinopla y del Imperio Bizantino (actual Turquía). Y se supo, por vez primera, de parajes, tales, como los actuales: Afganistán, Pakistán, India, Indonesia, China o Japón…Que no es poco.
Toda referencia posterior al viaje de Marco Polo de ésa parte de la tierra se remitían al famoso libro, y la gente empezó a conocer ése mundo gracias al libro. Su influencia fue tal que sus efectos duraron varios siglos. Sin ir más lejos, casi trecientos años después, Cristóbal Colón tenía en su poder un ejemplar y se cree que gracias a él y a sus explicaciones le animaron a emprender su mítico viaje por el Atlántico hasta descubrir América. No hay lugar a dudas que Colón quiso llegar a los lugares que describía Marco Polo, pero hacerlo a través de La Mar Océana, como se decía entonces, y no por tierra.
A Marco Polo lo liberaron los genoveses en 1298, y fue acogido en su ciudad, Venecia, con entusiasmo. Le hicieron miembro del consejo (máxima autoridad) y pudo seguir con sus negocios. Se compró un palacete en la isla de Rialto, (frente a la ciudad) y allí murió, a la edad de sesenta y nueve años.
Poco después de su muerte se creó una gran polémica en torno a su figura. Hubo gente, (aun las hay) que opinan que Marco Polo fue un impostor y que nunca llegó a China. Se basan en conjeturas y comparaciones porque según ellos no habla de la Gran Muralla, ni tampoco de la costumbre de las chinas de vendarse los pies para que no le crecieran. De todas maneras también hay expertos que rebaten esas contradicciones y le buscan sus oportunas explicaciones.
No hay dudas que Marco Polo fue un personaje excepcional y pionero de los grandes viajes que estaban por llegar. Lo que cuenta en su libro aun sorprende, a pesar de que hoy en día no hay lugar en la tierra que no esté súper-explorado. Imaginémonos, pues, lo que sería en ésos siglos de oscurantismo y atrasos saber de sus aventuras y en una época, además, donde la gente no conocía más allá de su entorno. Incluso los más aventureros solo se habían atrevido hacerlo, como mucho, al norte de África y Cercano Oriente, además de Europa. De América aún no se sabía.
Dicho queda…
Joaquín Yerga
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