Con las botas puestas...
Ningún
legado es tan rico como la honestidad.
(Shakespeare)
Quiero
hoy, pasado ya el tiempo, recordarte joven. Deseo ahora con toda mi alma ser reflejo de tu integridad y bien hacer,
pero en tu plenitud. Porque
te busco en tu lozanía y no en tus últimos años cuando
la enfermedad y el tiempo hicieron bien su trabajo
causando estragos en tu ánimo. Tampoco te quiero con tu
rostro ajado y prematuro marcado con arrugas
insondables. Ni con tus cabellos blancos, orgullosos,
campeando despóticamente sobre tu recia cabeza... No, te preciso vital como cuando lo eras todo para mí y no plegado ni vencido por el peso agotador de la
vida, ni avejentado por la loable supremacía del
deber para con los tuyos.
Porque
tengo ya meridianamente claras mis convicciones. En mi memoria
estarás fresco y lúcido, capaz de pilotar la
nave familiar y conducirla a buen puerto, ejerciendo
de admirado patrón como siempre hiciste.
Porque
ahora a medida que pasa el tiempo y me acerco,
inevitable, a tus últimos años, mis recuerdos,
caprichosos, me llevan a verte cada vez más
fuerte y apuesto, como tú fuiste; como a mí me
contaron. Ellos, indulgentes, me llevan de la mano y me ayudan
a subir en tus rodillas, y a creerme el niño más
feliz del mundo. O asomarme a la puerta de casa y verte aparecer
caminando calle arriba desplegando aquella magnánima sonrisa tuya al mirarme. Y tan impaciente por cogerme
en tus brazos. Porque ahora que han pasado tantos años desde que no
estás conmigo, curiosamente, haría cualquier cosa por poder
decirte.., ¡tantas cosas!..
Te
diría, si pudiera, que te acepto tal como eras, con tus virtudes que
eran muchas y tus defectos, acentuados absurdamente en la
inconsciencia de mi juventud...
Y
te contaría las veces que acerté con tus consejos cuando los
seguí. También las muchas que me equivoqué cuando obstinado
no los tuve en cuenta. Incomprensiblemente pondría hoy todo
el empeño del mundo por poder conversar contigo, quizás el
mismo o más con el que antes te rechacé.
Y
quiero que sepas, aunque ya no puedas escucharme, cuánto te echo de
menos. Y lo que daría por estar junto a ti, pasear a
tu lado, escuchar tus inquietudes, y que tú atendieras
las mías. Te contaría, sin duda, mil cosas
de mi vida. Ésa vida a la que tú tanto dedicaste y por la que
tanto te afligiste.
Y
te confesaría hoy, que ya he vivido los años suficientes, mis
momentos más tristes para llorar juntos. Y también los
menos malos para reconfortar tu ánimo, confidencias, por
cierto, que jamás a nadie revelaré y que reservo solo
para ti.
A
menudo, en mis horas bajas o en los días más tristes me acuerdo de
ti a pesar de los años sin verte. Y considero sin ninguna
indulgencia lo tarde que me dí cuenta hasta qué punto
te esforzaste con todos nosotros. Y lo que sufriste para
superar esa época horrible de nuestra penosa
historia. Y que lo diste todo, incluida tu salud, para que
a todos nos fuera mejor. Si ahora estamos satisfechos en
abundancias y modernidades te lo debemos a ti y a
otros muchos como tú. Tú eras de los que todo lo daban para
que los tuyos habitasen en un mundo mejor.
Y
ahora, aunque ya tarde, comprendo tus ideas y las hago
mías. Y reconozco tus buenas maneras de hacer
conmigo, tus justas enseñanzas y tu nobleza de hombre curtido
en mil batallas en tiempos tan difíciles…Paradojas de la vida, he
tenido que cumplir tus años y recorrer un largo
camino para entender lo más evidente.
Desapareciste
de mi vida demasiado pronto, sin avisar. Y te fuiste sin
alharacas, sin hacer ruido, casi sin molestar, pero dejaste un vacío
tan grande que nunca fuimos capaces de llenar.
Y
ahora, y aunque mis retóricas palabras suenen huecas y ya
tardías...,me gustaría poder hablarte de, ¡tantas cosas!…
Y
es que hoy, que casi cumplo los años que tenías cuando me dejaste,
y aunque tú no estés aquí para escucharme, quiero que
sepas...¡Cuánto me duelen los abrazos que no quise darte!. Y
que esas lágrimas que entonces te escatimé brotan abundantes
al recordarte, cuando ya es muy tarde…, demasiado
tarde.
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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