viernes, 5 de mayo de 2017

A orillas del Mediterráneo






Y si un día para mi mal
viene a buscarme la parca
Empujad al mar mi barca
con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas
Y a mi enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo
(Serrat)

Los españoles por muchas razones somos gente con suerte, pues ahora, principiado ya el siglo XXI, hemos alcanzado la élite de países más o menos democráticos y prósperos de la tierra, a pesar de los pesares. Pero resulta que ya desde hace tres milenios éramos alguien en el mundo conocido. Y es que la mayor parte de nuestro país es tierra limítrofe con el Mediterráneo, y precisamente en las riberas de éste mar nacieron todas las culturas y religiones importantes que en el mundo han sido; algunas lo siguen siendo.
El mar Mediterráneo, al que los romanos pusieron por razones obvias Mare Nostrum (Mar Nuestro) es un pequeño mar interior con un único contacto con el océano; el estrecho de Gibraltar. Es éste un angosto canal de quince kilómetros de anchura y gracias a él sus aguas se renuevan, aunque no tanto como sería necesario por lo que acumula un alto grado de salinidad.
Éste Mar Nuestro, ahora tan saturadas sus costas, tiene una extensión de unos tres millones de kilómetros cuadrados (seis veces más que España). Es de escasa envergadura si lo comparamos, por ejemplo, con el Atlántico (ciento seis millones), o con el Pacifico (el más grande), que posee nada menos que ciento ochenta millones de kilómetros cuadrados. Pero si geográficamente son menudas sus proporciones no lo es en la historia que ha nacido y desarrollado en sus contornos.
No hay religión importante en el mundo, salvo las orientales, (y estas están circunscritas allí) que no hayan visto la luz cerquita del Mediterráneo. La primera de ellas, la judía, nació en Palestina, en el mismo sitio, por cierto, que sus primos hermanos los cristianos. Ya saben, y aunque Jesús no fundó esta iglesia pues él ni se enteró de lo que hicieron después sus discípulos, digamos, que si anduvo toda su vida a unos pocos kilómetros de su orilla. La otra gran religión, la musulmana, tampoco se alejó demasiado de éste mar, pues si bien Arabia Saudita y la Meca (donde nació Mahoma) no tiene fronteras directas con él, toda la cultura y civilización de la que procede tiene su origen en el Mediterráneo.
Pero es en la parte cultural en donde el Mediterráneo destaca de todas las zonas del mundo. Aquí se originó la agricultura y la ganadería y es aquí donde el hombre dejó la flecha y la pica, con las que abatían las piezas de caza, y aprendió a sembrar, y se hizo sedentario. Después, todos sabemos que con los excedentes agrícolas comenzó a comerciar, y surgieron las primeras ciudades. De éstas primeras ciudades, todas ellas en la antigua Mesopotamia (tierra entre ríos), destacaron: Ur (patria de Abraham), Lagash, Uruk, o Babilonia (la mítica de los jardines colgantes). Del saber de los habitantes de éstas fértiles tierras situadas entre los ríos Tigris y Éufrates, proceden los primeros indicios de las matemáticas, la astronomía o incluso de las leyes. Su antigüedad se remonta hasta el año 5200 a.c.
De toda esta gente asentadas en el llamado por su feracidad "Creciente Fértil", aprendieron los egipcios que llevaron su civilización a lo más alto nunca visto hasta entonces. Se dice pronto, pero ya desde hace 5500 años tuvieron la osadía de edificar las enormes construcciones (pirámides y templos) que aun hoy sorprende maravillado al visitante ¡Claro! que con ése rio Nilo, padre y madre (según ellos) de todo el universo, y que dos veces al año les inundaba las tierras colindantes regalándoles un maná de barro y limo con el que recolectaban hasta dos cosechas por temporada, así cualquiera prospera...
¡Y qué me dicen de los griegos!  Estos en la otra orilla del Mediterráneo, en la de enfrente. Qué duda cabe que gran parte de sus conocimientos lo adquirieron de los egipcios y cretenses; sí Creta, ésa isla en mitad del mar y hoy perteneciente a Grecia, desarrolló a la par que los egipcios una cultura espectacular. Hoy aun nos es desconocida pues el mundo egipcio acapara toda la atención pero imagino que algún día los historiadores y arqueólogos nos muestren toda su grandeza pasada, que fue mucha. Si alguien tiene la oportunidad visiten los restos de sus antiguos palacios de Cnosos, construidos hace la friolera de 4000 años. Acuérdense que la leyenda del Minotauro y del laberinto se desarrolló aquí.
Los Griegos concibieron (si exceptuamos la actual) la mayor cultura que el hombre haya engendrado jamás. La hicieron al borde de éste mar, y muy relacionada con él pues sus grandes viajes marinos y la colonización de nuevas tierras tuvo mucho que ver con su desarrollo y esplendor. Ellos fundaron ciudades tan prósperas como Marsella (Francia) o Nápoles (Italia) entre otras muchas. Y ellos pusieron la primera piedra de nuestra civilización occidental. Toda nuestra preponderancia en el mundo que vino luego se lo debemos a sus enseñanzas, sobre todo a la filosofía, literatura, escultura o incluso arquitectura, sin olvidar la democracia. Los romanos mamaron el ochenta por cierto de sus conocimientos de ellos.
Pero sin duda fueron éstos, los Romanos, los verdaderos dueños del Mediterráneo. Por algo fue, su Mar. Y además ellos se encargaron de expandir toda la sabiduría acumulada por todo el orbe conocido hasta entonces. Los romanos no fueron tan exquisitos en el arte como los griegos, no inventaron nada simplemente copiaron lo bueno de aquellos, pero nos legaron su manera práctica de entender la vida. Precisamente en eso, en funcionales y efectivos, no tuvieron rivales. En todo lo que hacían miraban el lado práctico de las cosas, por eso fueron casi invencibles en las guerras. En definitiva, entre éstos, los griegos y un poco los musulmanes, está la base de nuestra civilización.
Más tarde surgió otro tipo de cultura, la Otomana (turca) de religión musulmana pero con sus propias peculiaridades. Los otomanos, procedentes de las estepas asiáticas, arrebataron a los bizantinos ortodoxos toda la actual Turquía y fundaron un reino (sultanato) con capital en la deslumbrante Estambul (antigua Constantinopla). Llegaron a ser tan poderosos que en el siglo XVII, incluso, estuvieron a punto de tomar Viena, el corazón de Europa. Con ello, qué duda cabe, hubieran cambiado el signo de la historia europea. Menos mal que le ganamos (los españoles) en la batalla de Lepanto y esto les frenó un poco. De alguna manera sirvió para que nuestro Cervantes (el manco de Lepanto) pudiera escribir el mejor libro en castellano de la historia, el Quijote. De todo ese antiguo imperio nos queda, para deleitarnos, las magníficas mezquitas y palacios del misterioso Estambul.
A partir del siglo XVI nuestros antepasados españoles tomaron las riendas del poder en el mundo. Pero la zona de influencia de éste al descubrirse el nuevo continente americano se trasladó hacia el Atlántico. Y el Mediterráneo comenzó su declive. ¡Y los extremeños entramos en acción, en América!..
Hoy en día el mar Mediterráneo mantiene cierta importancia en el planeta, pero no ya como epicentro de ninguna civilización importante, ni como eje comercial y de prosperidad, sino como centro de graves problemas, tanto religiosos, de inmigración o de pobreza. 
También nos queda, por suerte para los españoles, las cálidas y suaves playas de éste maravilloso mar (antaño tan importante), para que el resto de europeos vengan a mojarse la barriga y tomar el sol. Y de paso nos dejen sus buenas divisas que faltan nos hacen para seguir en la élite del mundo civilizado. Por cierto, ya no es la inexpugnable Constantinopla ni la culta Alejandría, ni tan siquiera la poderosa Roma las que despuntan a orillas de nuestro histórico mar, ahora la que triunfa, con sus rascacielos, sus playas y sus bulliciosas juergas es Benidorm, ni mas ni menos...
 Joaquín Yerga

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