A orillas del Mediterráneo
Y
si un día para mi mal
viene
a buscarme la parca
Empujad
al mar mi barca
con
un levante otoñal
y
dejad que el temporal
desguace
sus alas blancas
Y
a mi enterradme sin duelo
entre
la playa y el cielo
(Serrat)
Los
españoles por muchas razones somos gente con suerte, pues ahora, principiado ya el siglo XXI, hemos alcanzado la élite de países más
o menos democráticos y prósperos de la tierra, a pesar de los
pesares. Pero resulta que ya desde hace tres milenios éramos alguien
en el mundo conocido. Y es que la mayor parte de nuestro país es
tierra limítrofe con el Mediterráneo, y precisamente en
las riberas de éste mar nacieron todas las culturas y religiones
importantes que en el mundo han sido; algunas lo siguen siendo.
El
mar Mediterráneo, al que los romanos pusieron por razones
obvias Mare Nostrum (Mar Nuestro) es un pequeño mar interior
con un único contacto con el océano; el estrecho de Gibraltar. Es
éste un angosto canal de quince kilómetros de anchura y gracias a
él sus aguas se renuevan, aunque no tanto como sería necesario por
lo que acumula un alto grado de salinidad.
Éste Mar
Nuestro, ahora tan saturadas sus costas, tiene una extensión de
unos tres millones de kilómetros cuadrados (seis veces más que
España). Es de escasa envergadura si lo comparamos, por ejemplo, con
el Atlántico (ciento seis millones), o con
el Pacifico (el más grande), que posee nada menos
que ciento ochenta millones de kilómetros cuadrados. Pero
si geográficamente son menudas sus proporciones no lo es en la
historia que ha nacido y desarrollado en sus contornos.
No
hay religión importante en el mundo, salvo las orientales, (y estas
están circunscritas allí) que no hayan visto la luz cerquita del
Mediterráneo. La primera de ellas, la judía, nació
en Palestina, en el mismo sitio, por cierto, que sus primos
hermanos los cristianos. Ya saben, y aunque Jesús no fundó
esta iglesia pues él ni se enteró de lo que hicieron después sus
discípulos, digamos, que si anduvo toda su vida a unos pocos
kilómetros de su orilla. La otra gran religión, la musulmana,
tampoco se alejó demasiado de éste mar, pues si bien Arabia Saudita
y la Meca (donde nació Mahoma) no tiene fronteras directas con él,
toda la cultura y civilización de la que procede tiene su origen en
el Mediterráneo.
Pero
es en la parte cultural en donde el Mediterráneo destaca
de todas las zonas del mundo. Aquí se originó
la agricultura y la ganadería y es aquí donde el hombre dejó la
flecha y la pica, con las que abatían las piezas de caza, y aprendió
a sembrar, y se hizo sedentario. Después, todos sabemos que con los
excedentes agrícolas comenzó a comerciar, y surgieron las primeras
ciudades. De éstas primeras ciudades, todas ellas en la antigua
Mesopotamia (tierra entre ríos), destacaron: Ur (patria de
Abraham), Lagash, Uruk, o Babilonia (la mítica de los jardines
colgantes). Del saber de los habitantes de éstas fértiles tierras
situadas entre los ríos Tigris y Éufrates, proceden
los primeros indicios de las matemáticas, la astronomía o incluso
de las leyes. Su antigüedad se remonta hasta el año 5200 a.c.
De
toda esta gente asentadas en el llamado por su feracidad "Creciente
Fértil", aprendieron los egipcios que
llevaron su civilización a lo más alto nunca visto hasta entonces.
Se dice pronto, pero ya desde hace 5500 años tuvieron la osadía de
edificar las enormes construcciones (pirámides y templos) que aun
hoy sorprende maravillado al visitante ¡Claro! que con ése
rio Nilo, padre y madre (según ellos) de todo el
universo, y que dos veces al año les inundaba las tierras
colindantes regalándoles un maná de barro y limo con el que
recolectaban hasta dos cosechas por temporada, así cualquiera
prospera...
¡Y
qué me dicen de los griegos! Estos en la otra orilla del
Mediterráneo, en la de enfrente. Qué duda cabe que gran parte de
sus conocimientos lo adquirieron de los egipcios y cretenses;
sí Creta, ésa isla en mitad del mar y hoy perteneciente
a Grecia, desarrolló a la par que los egipcios una cultura
espectacular. Hoy aun nos es desconocida pues el mundo egipcio
acapara toda la atención pero imagino que algún día los
historiadores y arqueólogos nos muestren toda su grandeza pasada,
que fue mucha. Si alguien tiene la oportunidad visiten los restos de
sus antiguos palacios de Cnosos, construidos hace la
friolera de 4000 años. Acuérdense que la leyenda del Minotauro y
del laberinto se desarrolló aquí.
Los
Griegos concibieron (si exceptuamos la actual) la mayor
cultura que el hombre haya engendrado jamás. La hicieron al borde de
éste mar, y muy relacionada con él pues sus grandes viajes marinos
y la colonización de nuevas tierras tuvo mucho que ver con su
desarrollo y esplendor. Ellos fundaron ciudades tan prósperas como
Marsella (Francia) o Nápoles (Italia) entre otras muchas. Y ellos
pusieron la primera piedra de nuestra civilización occidental. Toda
nuestra preponderancia en el mundo que vino luego se lo debemos a sus
enseñanzas, sobre todo a la filosofía, literatura, escultura o
incluso arquitectura, sin olvidar la democracia. Los romanos mamaron
el ochenta por cierto de sus conocimientos de ellos.
Pero
sin duda fueron éstos, los Romanos, los verdaderos
dueños del Mediterráneo. Por algo fue, su Mar. Y además ellos se
encargaron de expandir toda la sabiduría acumulada por todo el orbe
conocido hasta entonces. Los romanos no fueron tan exquisitos en el
arte como los griegos, no inventaron nada simplemente copiaron lo
bueno de aquellos, pero nos legaron su manera práctica de entender
la vida. Precisamente en eso, en funcionales y efectivos, no tuvieron
rivales. En todo lo que hacían miraban el lado práctico de las
cosas, por eso fueron casi invencibles en las guerras. En definitiva,
entre éstos, los griegos y un poco los musulmanes, está la base de
nuestra civilización.
Más
tarde surgió otro tipo de cultura, la Otomana (turca) de
religión musulmana pero con sus propias peculiaridades. Los
otomanos, procedentes de las estepas asiáticas, arrebataron a los
bizantinos ortodoxos toda la actual Turquía y fundaron un reino
(sultanato) con capital en la deslumbrante Estambul (antigua
Constantinopla). Llegaron a ser tan poderosos que en el siglo XVII,
incluso, estuvieron a punto de tomar Viena, el corazón
de Europa. Con ello, qué duda cabe, hubieran cambiado el signo de la
historia europea. Menos mal que le ganamos (los españoles) en la
batalla de Lepanto y esto les frenó un poco. De
alguna manera sirvió para que nuestro Cervantes (el
manco de Lepanto) pudiera escribir el mejor libro en castellano de la
historia, el Quijote. De todo ese antiguo imperio nos queda, para
deleitarnos, las magníficas mezquitas y palacios del misterioso
Estambul.
A
partir del siglo XVI nuestros antepasados españoles tomaron las
riendas del poder en el mundo. Pero la zona de influencia de éste al
descubrirse el nuevo continente americano se trasladó hacia el
Atlántico. Y el Mediterráneo comenzó su declive. ¡Y los extremeños entramos en acción, en América!..
Hoy
en día el mar Mediterráneo mantiene cierta importancia en el
planeta, pero no ya como epicentro de ninguna civilización
importante, ni como eje comercial y de prosperidad, sino como centro
de graves problemas, tanto religiosos, de inmigración o de pobreza.
También nos queda, por suerte para los españoles, las cálidas y
suaves playas de éste maravilloso mar (antaño tan importante), para
que el resto de europeos vengan a mojarse la barriga y tomar el sol.
Y de paso nos dejen sus buenas divisas que faltan nos hacen para
seguir en la élite del mundo civilizado. Por cierto, ya no es la
inexpugnable Constantinopla ni la culta Alejandría, ni
tan siquiera la poderosa Roma las que despuntan a orillas de
nuestro histórico mar, ahora la que triunfa, con sus rascacielos,
sus playas y sus bulliciosas juergas es Benidorm, ni mas ni
menos...
Joaquín
Yerga
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