martes, 30 de agosto de 2016

Te quise tanto que...

Desde que te fuiste creo que el infierno está vacío, 
todos los demonios están aquí, conmigo.
 


 Cuando Pedro enviudó, quedó desolado y con él sus dos hijas adolescentes…. Acababa de cumplir cuarenta y cinco años.
   Bien es verdad que, antes de casarse había disfrutado de una vida más o menos plena en lo concerniente, digamos…al amor,  y tenido un par de aventurillas,  llamémosla…  serias pero… después de un feliz matrimonio y pasar veinte años junto a su mujer, evidentemente llegó a postergar esos entornos y ambientes, y  se centró en su nuevo mundo con la familia… su familia.  
  Tanto tiempo junto a ella,  y dedicado en lo afectivo solo a ella, le marcó para siempre… le hizo habituarse a su manera de ser y de vivir,  de tal forma que,  después del mal trance pasado, todos le auguraban un futuro incierto, o cuanto menos de mucho sufrimiento.
  Algunos amigos y conocidos,  incluso sus hijas,  con insistencia, le animaron a salir y divertirse, al verlo tan decaído y apático, en cuanto pasó un tiempo prudencial de la desaparición de su mujer… sin embargo, él  se resistía,  alegando el mucho amor que le profesó a su extinta compañera… siempre le pareció, de alguna manera, una falta de respeto hacia ella…pero… ante la obstinación de sus allegados por mejorar su felicidad, de las primeras  negativas tan rotundas por su parte, siguieron las dudas, y a éstas,  la aceptación de los consejos al respecto que le dieron por doquier…Al final, sin proponérselo,  se animó y casi un año después comenzó a hacer algunas salidas para… distraerse.
 Junto con un par de conocidos del barrio (un viudo y el otro solterón) que le habían sugerido,  poco a poco se vio  envuelto en salidas  nocturnas y,  entrar en un entorno social, que no había vuelto a vivir desde hacía décadas…  Frecuentó con cierta asiduidad  algún que otro garito y discotecas para maduritos, y con ello llegó lo inevitable… conoció a otra mujer.
  Lucia  era divorciada y con un hijo ya mozalbete de quince años… Ella le manifestó  y él así lo constató más tarde,  que solo buscaba un poco de entretenimiento y evadirse de los problemas cotidianos, por lo menos  un par de veces al mes, sin más pretensiones.
  Rubita teñida, treinta y seis años bien llevados, regordeta, y no muy alta…pero... bien proporcionada, era además muy simpática con lo que se daba todos los condicionamientos para que Pedro acabara sucumbiendo a sus encantos, en cuanto se conocieron.
  El azar, caprichoso él, quiso que la ocasión para su primer encuentro se diera en una concurrida sala de baile del centro que estaba de moda…la excusa…la necesidad ineludible de pareja para bailotear una salsa…Bailaron, hablaron y se gustaron, que no fue poco para empezar.
   -¿Qué tal?... ¿Te atreves a bailar esta salsa?...  -Le dijo él, acercándose a su lado y esforzándose en mostrar una sonrisa, la primera vez que le habló.
   -Sí,  vamos…pero…no esperes mucho, apenas se dar unos pases…  –Le contestó ella  sonriendo y de manera escueta, mientras se levantaba dirigiéndose a la pista de baile.
  El ya se había fijado en ella al poco de entrar en la discoteca…la vio contoneándose al ritmo de una pegadiza rumba y luego no la perdió de vista, hasta que se atrevió a invitarla a bailar…Lucia no estaba sola, le acompañaba una amiga visiblemente mayor que ella y  poco agraciada…Iba ésta imbuida en un vestido rojo chillón, muy largo y pasado de moda.
  Terminó la salsa y, aunque no destacaron precisamente por su bien bailar,  se atrevieron después con un par de pasodobles más pausados que repusieron y que les permitió hablar de cosas más íntimas y conocerse mejor.
   Dos o tres meses bastaron para hacerse imprescindibles el uno al otro…De verse un par de veces a la semana llegaron a la necesidad perentoria de vivir juntos.
  Al hijo adolescente de Lucia, la idea de ver a su madre con un nuevo novio no le supuso ningún quebradero de cabeza...De hecho su padre había vuelto a casarse por segunda vez al poco tiempo de divorciarse de Lucia, su madre.
  Cosa bien distinta fue la actitud de las hijas de Pedro…éstas se negaron a considerar a Lucia como algo sustancial en la vida de su padre…En un principio sobrellevaron la nueva relación con indiferencia, pensaron, que sería todo flor de un día… después…a pesar de ser ellas las que más estimularon a su padre a divertirse y conocer gente, cuando advirtieron que la cosa iba en serio, no facilitaron en absoluto la convivencia en la nueva familia, más bien al contrario.
  Lucia  y Pedro se amaron apasionadamente durante un corto espacio de tiempo…vivieron juntos, los dos, y los hijos de ambos  bajo un mismo techo…pero…las relaciones se tornaron imposibles.
  La hija mayor, testaruda y, debidamente hostigada  por la hermana de su fallecida madre,  amenazó a su padre con todo tipo de chantajes y ultimátum,  más o menos soterrados, más o menos lícitos,  si continuaba el idilio… Al final consiguió enrarecer la convivencia.
  Lucia, desolada, y su hijo,  ante el clima hostil creado, acabó abandonando el nuevo hogar dejando atrás escasos…pero…maravillosos momentos de felicidad,  y sobre todo,  mucha frustración en el amor… a Pedro la cosa le fue aun peor.
  En un principio  (por remordimientos y un insufrible complejo de culpa)  transigió con los deseos de sus  hijas...Hizo las paces con ellas, muy a su pesar  y,  a costa de su felicidad.
  Pasado un tiempo y, poco a poco,  él se fue dando cuenta que,  el amor que sentía por Lucia era más fuerte de lo que pensaba…No solo no la olvidó, sino que, la extrañaba más cada día… pero… ya era tarde, demasiado tarde…sin duda llegó a comprobar que, tal vez había cometido el error más grande de su vida.
  Sus hijas no tardaron demasiado en emanciparse…la mayor, la más intransigente, se fue a vivir fuera del país...la otra encontró pareja y se instaló en un pisito en otro barrio, con lo que  Pedro, solo en casa,  y sin ánimo de nuevas aventuras  se fue sumiendo paulatinamente en una notable melancolía.
  Un día, se despertó más animado que de costumbre y decidió, desprendiéndose de altivez y del escaso orgullo que le quedaba, ir en busca de Lucia...Se presentó en su antiguo domicilio con la intención de pedirle perdón y volver a decirle, cuánto la amaba. No la encontró, unas vecinas suyas le informaron que, había estado muy enferma…pero… que recuperada, cambió de ciudad al encontrar una nueva pareja…Devastado por la desgraciada información, se refugió ensimismado en su amargura hasta el punto de estar al borde de la locura... locura de amor de la que le costó salir, por cierto, meses y mucha valentía.
 Hace unos días, en uno de los pocos contactos que mantiene aun con su hija primogénita,  recibió un mensaje de ésta en su Wassap…  en él,  le instaba a salir, distraerse y conocer gente.
  Indolente,  tumbado en el sillón del salón  y con la mirada ausente,  gesticuló una mueca sarcástica al visualizar en la pantalla de su móvil el, instructivo consejo, de su hija mayor…después y, haciendo un pequeño esfuerzo se incorporó del sillón, sujetó  el teléfono con la mano izquierda y con la derecha pulsó impetuosamente las teclas de borrado, hasta que nítidamente vio desaparecer y de manera definitiva… el que sería el último  consejo de sus hijas.
                                                                                     Joaquín Yerga
                                                                                      15/10/2014



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