- Hola Linda
-¿A quién le dices linda?
-Amor, ella se llama así
-¡Me importa un carajo, llámala por su apellido!
(Perdón por el mal chiste)
De niño solía decirme mi madre, a raíz de alguna travesura mía que enturbiara su tranquilidad, aquello de: “El diablo, cuando no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas”. Aludía, mi santa, a que el aburrimiento alienta ociosidades y entretenimientos poco recomendables. Hoy, esta tarde, me estaba acordando de mi madre; y es que me encuentro en la misma circunstancia que describía ella. Es decir, con la mente en blanco y una cierta apatía por hacer algo.
La gran diferencia entre las dos circunstancias (la de aquella añorada época de diabluras infantiles y ésta tarde) es la ausencia de mi querida progenitora. El resto, salvando la distancia temporal poco o nada ha cambiado.
Las pequeñas travesuras de entonces que tanto incordiaban a mis mayores, equivalen a las cuatro simplezas que escribo ahora para pasar el rato y con las que os doy buena mandanga todos los días. Por cierto, recuerdo ahora que intento forzar mi fantasía y al hilo de mencionar a mi madre, cómo desde siempre y de manera incomprensible he tenido pasión por las grandes ciudades.
Sé que pudiera parecer extraordinario, o cuanto menos inverosímil, pero desde bien pequeño sentí cierto placer por pintar o más bien garabatear sobre cualquier papel edificios altos. Posiblemente emulaba los rascacielos de Nueva York, que era por entonces la única ciudad con este tipo de skyline urbano.
Ignoro el origen de esa pasión por las megas-ciudades. Pudiera derivar, entiendo, de los tebeos que leía a cientos desde mi más tierna infancia, y en los cuales diferentes personajes principales desarrollaban sus vidas en ciudades. Tal vez fuera eso, por qué no..
Nací y crecí en Fuente de Cantos, un pueblo, casi, de ambiente y carácter rural como todos sabemos. Aquí viví y por sus calles deambulé de manera tan singular o tan normal como cualquier niño más o menos feliz de mi generación. Y aquí desarrollé mi personalidad, pero gran parte de mis deseos era vivir algún día en una gran ciudad.
Pasados los años cumplí mis sueños y me trasladé a Madrid; que no era precisamente la ciudad de los rascacielos pero no dejaba de ser una gran ciudad; la más grande y poblada, sin duda, en mil kilómetros a la redonda.
Pero ya que estamos en faena y aprovechando que el Manzanares pasa por… ¿O era el Pisuerga? Da igual, el asunto es que les quiero contar unas cuantas curiosidades sobre las grandes ciudades y sus circunstancias, que haberlas haylas, y muchas...
Madrid, como ciudad, es la quinta más poblada de Europa (3 millones y medio de hab. Caben cuatro Sevillas en ella.) Tiene más habitantes que París, pero menos que Estambul, Moscú, Londres o San Petersburgo. Por comparar, Barcelona solo tiene 1 millón setecientos mil hab., y haría ésta la número diecisiete del continente. Sin embargo, hoy en día lo que cuenta es la zona metropolitana; o sea, la propia ciudad y todas las llamadas ciudades dormitorios que la circundan y que de alguna manera han crecido y dependen de ella.
Pero si de aglomeraciones urbanas hablamos, Madrid sube hasta el cuarto puesto y congrega la friolera de 7 millones y medio de hab. Para hacernos una idea, la zona metropolitana más poblada de Europa es el Gran Londres, con la desmesurada cifra de 15 millones de hab. La otra gran ciudad (de momento española) Barcelona, se nos quedaría con la nada despreciable cifra de 5 millones y medio de habitantes.
Y no es mi pretensión poner melancólicos a nadie, porque yo soy parte del asunto, pero en ese ranking de ciudades, Fuente de Cantos estaría exactamente en el puesto nº 1.350 de España, con nuestros raquíticos 4.721 habitantes. Tenemos una proporción de 18 habitantes por km², que se reparten por los 251 km² de nuestro término. Bueno, consolémonos con que en Monesterio (nuestro rival) aún son menos; ya no llegan ni a los 4.200 monesterienses..
Sé que enredarme con estos fríos datos no va a ser motivo de felicitaciones, pero qué duda cabe que el mundo gira en torno a las grandes ciudades. Es aquí, en ellas, donde germina y florece la innovación y el desarrollo para después pasar al resto. No se me enfaden mis paisanos, pero el mundo camina hacia la reagrupación en grandes urbes. Claro, que eso muy bueno no debe ser. Yo, visto lo visto ya, me quedo en el pueblo; se lo digo en serio..
Joaquín
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