domingo, 21 de agosto de 2016

El hombre que sí amaba a las mujeres







Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado.
Napoleón

Napoleón cuando volvía a París después de sus numerosas campañas militares por Europa o Egipto solía escribir a su amante Josefina recordándole que no se lavara ni cambiara de ropa interior hasta que él llegara. Una de sus pasiones amatorias era, digamos, el atrayente olor que expelía los genitales de su amada, sobretodo después de unos días de  rutinario uso. Qué le vamos a hacer cada uno se consuela con lo que quiere, o puede.
Napoleón fue excesivo en todo, pero como general fue uno de los mayores genios que ha dado la historia. Ganó multitud de batallas y se apoderó de muchos países. Fue muy temido por sus enemigos. Se le considera, junto con el gran Alejandro Magno y Julio Cesar, el trío de los mejores estrategas militares que han dado los siglos.
Después de conquistar gran parte de las naciones europeas fronterizas con su país se fijó en España ¡No nos íbamos a ir de rositas, claro! Así que aprovechó una supuesta enemistad con Portugal para entrar en el nuestro e invadirnos. Pidió permiso al gandul de Carlos IV y una vez aquí se quedaron. Ya lo hicieron otros invasores siglos atrás con parecido pretexto.
Con nosotros los españoles no tuvo mucha suerte este genio. El pueblo se levantó en armas el dos de mayo contra él porque aún no conocían al que vino después, el felón, Fernando VII, el más nefasto de nuestros ya de por sí malos reyes absolutistas.
Napoleón --mientras sus tropas estaban acantonadas en nuestro país-- mantuvo presos en Francia a toda la familia real española. A Carlos IV le impidió regresar de por vida. A este cornudo su mujer, María Luisa, se la pegaba y bien con mi paisano Godoy --menudas juergas se traía éste apuesto soldado de Corps en esa corte de los milagros--. Incluía en ellas a duquesas, marquesas y otras grandes de España como la maja de Goya, Cayetana de Alba, --tatarabuela de la recientemente desaparecida duquesa de Alba-- Sí, esa, la de los pelos imposibles.
Después de la guerra de la independencia contra los franceses gran parte de los dirigentes políticos y sociales  españoles, (los más liberales), tuvieron que exiliarse (acabo de visitar la tumba de uno de ellos, la de Goya en Burdeos). Curiosamente por ser proclives a Napoleón les llamaban los afrancesados. Estos entendían que eran mejores las ideas de aquél porque provenían de la Revolución Francesa. Y ya sabemos que de  ella salieron manifiestos como: estar a favor de la democracia, de los derechos del hombre, de abolir la esclavitud o terminar con las monarquías absolutas, es decir, todas ideas muy modernas para la época.
Los otros, los que querían que volvieran la familia real para continuar con una monarquía, aunque renovada, suspiraban por Fernando VII creyendo que éste se iba a portar bien y respetaría la constitución de Cádiz de 1812, (llamada La Pepa, por instituirse el 19 de marzo día de San José) Lamentablemente éste pájaro se portó todo lo mal que se pudiera esperar, hasta el punto de volver a restituir la monarquía más absoluta.
Napoleón siempre le profesó un cariño desmesurado a su familia. Tanto es así que colocó a todos sus hermanos en los tronos de los países conquistados. Aquí en España nos endilgó a su querido hermano pequeño José. Los madrileños, tan postineros ellos, le llamaron Pepe Botella, para denigrarlo pues no lo querían. ¡Y mira por donde, el pobre  era abstemio!. Además no se portó mal con el país y la capital en general. Si lo dejan nos hubiera modernizado a todos. En cualquier caso por mal que se portara, ni de lejos lo haría peor que el mal encarado de Fernando VII.
La primera derrota de Napoleón se dio aquí, en nuestro país, en la famosa batalla de Bailen. Vencimos a su tropas, pero conste que tampoco fue tan importante como nos lo han querido hacer creer. El verdadero final del corso, y de Francia, fue cuando quiso invadir Rusia. Se le echó el invierno encima, y entre el frío y los rusos, perecieron cientos de miles de franceses. De aquí vino la frase aquella de que: el vencedor de los franceses no fueron los soldados rusos, sino el General InviernoHitler durante la segunda guerra mundial cometió el mismo error y perdió también esta batalla, y la guerra, afortunadamente para todos.
Después de su primer desastre, Napoleón protagonizó uno de los episodios más rocambolescos de la historia, se escapó de la isla de Elba (Mediterráneo) en donde lo tenían recluido. Y volvió a organizar un gran ejército (los franceses le adoraban). Se enfrentó otra vez a una coalición de potencias europeas comandadas por Inglaterra, venciendo estos últimos en la conocidísima batalla de Waterloo, cerca de Bruselas, por cierto donde nuestro Pepe Botella particular Puigdemont también va a perder su última batalla.
Derrotado definitivamente se lo llevaron (para que no volviera a las andadas) a Santa Helena, una remota isla del atlántico, donde murió de cáncer de estómago en 1821 a la edad de cincuenta y tres años. Recientes estudios de sus huesos y ADN dicen que fue envenenado con arsénico, pero eso está por ver. Su pene aun anda por ahí haciendo de las suyas. Se lo amputó durante la autopsia su medico particular y lo conservó en formol. Según parece era mas bien diminuto, lo que demuestra que el tamaño no importa, pues el tío fue un gran amante.
Los europeos le debemos a  Bonaparte el interés por los temas del antiguo Egipto. Cuando hizo la campaña de África, (para cascarles a los ingleses que andaban por allí) se llevó con él a expertos en egiptologia, entre estos estaba Champollión, que fue el primero en descifrar los complicados jeroglíficos gracias a la piedra Rosseta (actualmente en el Louvre).
Con Napoleón pasa como con el primer ministro inglés Winston Churchill, que se le atribuyen multitud de frases ingeniosas y aforismos de todo tipo. Algunas, muchas, serán verdad pero como todo en la vida no todas salieron de sus labios o de su pluma (Churchill también fue escritor) A ver que les parece esta: "Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo". Interesante cuanto menos ¿No les parece?
Cuando fue proclamado emperador acabó por subírsele su inmenso ego a la cabeza, de tal forma que al coronarse en el Vaticano junto al Papa, no consintió que éste le impusiera  la corona en su cabeza, porque entendía que nadie en el mundo estaba por encima de él ¡Se la colocó él mismo!… con un par…
Por cierto, Napoleón, considerado el mayor personaje francés de la historia, patriota donde los haya, no era francés de pura cepa. El fogoso emperador era nativo de la isla de Córcega, de genealogía italiana, como todos los corsos. Hitler, el adorado padre de la patria alemana de la época, tampoco era alemán, sino austriaco. Salvando las enormes distancias Maduro, el padrastro de la patria venezolana, no es venezolano, sino colombiano. Y por esto tal vez lo destituyan y no por la ruina que en está dejando al país. ¡Lo que son las cosas.!
Ahí lo dejo...
                                                 Joaquín Yerga
                                                 



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