El hombre que sí amaba a las mujeres
Los
sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya
haberla encontrado.
Napoleón
Napoleón cuando
volvía a París después de
sus numerosas campañas militares por Europa o Egipto solía
escribir a su amante Josefina recordándole que no
se lavara ni cambiara de ropa interior hasta que él llegara. Una de
sus pasiones amatorias era, digamos, el atrayente olor
que expelía los genitales de su amada, sobretodo después de
unos días de rutinario uso. Qué le vamos a hacer cada uno
se consuela con lo que quiere, o puede.
Napoleón fue
excesivo en todo, pero como general fue uno de los mayores genios que
ha dado la historia. Ganó multitud de batallas y se apoderó de
muchos países. Fue muy temido por sus enemigos. Se le considera,
junto con el gran Alejandro Magno y Julio
Cesar, el trío de los mejores estrategas militares que han
dado los siglos.
Después
de conquistar gran parte de las naciones europeas fronterizas con su
país se fijó en España ¡No nos íbamos a ir de
rositas, claro! Así que aprovechó una supuesta
enemistad con Portugal para entrar en el
nuestro e invadirnos. Pidió permiso al gandul de Carlos IV y
una vez aquí se quedaron. Ya lo hicieron otros invasores siglos
atrás con parecido pretexto.
Con
nosotros los españoles no tuvo mucha suerte este genio. El pueblo se
levantó en armas el dos de mayo contra él porque aún no conocían
al que vino después, el felón, Fernando VII, el más
nefasto de nuestros ya de por sí malos reyes absolutistas.
Napoleón --mientras
sus tropas estaban acantonadas en nuestro país-- mantuvo presos en
Francia a toda la familia real española. A Carlos IV le
impidió regresar de por vida. A este cornudo su mujer, María
Luisa, se la pegaba y bien con mi
paisano Godoy --menudas juergas se traía éste
apuesto soldado de Corps en esa corte de los milagros--. Incluía
en ellas a duquesas, marquesas y otras grandes de España como la
maja de Goya, Cayetana de Alba, --tatarabuela de la
recientemente desaparecida duquesa de Alba-- Sí, esa, la de los
pelos imposibles.
Después
de la guerra de la independencia contra los franceses gran parte de
los dirigentes políticos y sociales españoles, (los más
liberales), tuvieron que exiliarse (acabo de visitar la tumba de uno
de ellos, la de Goya en Burdeos). Curiosamente por ser proclives a
Napoleón les llamaban los afrancesados. Estos entendían que
eran mejores las ideas de aquél porque provenían de
la Revolución Francesa. Y ya sabemos que de ella
salieron manifiestos como: estar a favor de la democracia, de los
derechos del hombre, de abolir la esclavitud o terminar con las
monarquías absolutas, es decir, todas ideas muy modernas para
la época.
Los
otros, los que querían que volvieran la familia real para continuar
con una monarquía, aunque renovada, suspiraban por Fernando
VII creyendo que éste se iba a portar bien y respetaría
la constitución de Cádiz de 1812, (llamada La
Pepa, por instituirse el 19 de marzo día de San José)
Lamentablemente éste pájaro se portó todo lo mal que se pudiera
esperar, hasta el punto de volver a restituir la monarquía más
absoluta.
Napoleón
siempre le profesó un cariño desmesurado a su familia. Tanto
es así que colocó a todos sus hermanos en los tronos de los países
conquistados. Aquí en España nos endilgó a su querido hermano
pequeño José. Los madrileños, tan postineros
ellos, le llamaron Pepe Botella, para denigrarlo pues no
lo querían. ¡Y mira por donde, el pobre era abstemio!. Además
no se portó mal con el país y la capital en general. Si lo
dejan nos hubiera modernizado a todos. En cualquier caso por mal
que se portara, ni de lejos lo haría peor que el mal encarado
de Fernando VII.
La
primera derrota de Napoleón se dio aquí, en
nuestro país, en la famosa batalla de Bailen. Vencimos
a su tropas, pero conste que tampoco fue tan importante como nos
lo han querido hacer creer. El verdadero final del corso, y de
Francia, fue cuando quiso invadir Rusia. Se le echó
el invierno encima, y entre el frío y los rusos, perecieron cientos
de miles de franceses. De aquí vino la frase aquella de que: el
vencedor de los franceses no fueron los soldados rusos, sino
el General Invierno. Hitler durante la
segunda guerra mundial cometió el mismo error y perdió también
esta batalla, y la guerra, afortunadamente para todos.
Después
de su primer desastre, Napoleón protagonizó uno de los episodios
más rocambolescos de la historia, se escapó de la isla
de Elba (Mediterráneo) en donde lo tenían
recluido. Y volvió a organizar un gran ejército (los franceses le
adoraban). Se enfrentó otra vez a una coalición de potencias
europeas comandadas por Inglaterra, venciendo estos
últimos en la conocidísima batalla de Waterloo, cerca de Bruselas,
por cierto donde nuestro
Pepe Botella particular Puigdemont también va a perder su última
batalla.
Derrotado definitivamente se
lo llevaron (para que no volviera a las andadas) a Santa
Helena, una remota isla del atlántico, donde murió de cáncer
de estómago en 1821 a la edad de cincuenta y tres años. Recientes
estudios de sus huesos y ADN dicen que fue envenenado con arsénico,
pero eso está por ver. Su pene aun anda por ahí haciendo de las suyas. Se lo amputó durante la autopsia su medico particular y lo
conservó en formol. Según parece era mas bien diminuto, lo que
demuestra que el tamaño no importa, pues el tío fue un gran amante.
Los
europeos le debemos a Bonaparte el interés
por los temas del antiguo Egipto. Cuando hizo la campaña de África,
(para cascarles a los ingleses que andaban por allí) se llevó con
él a expertos en egiptologia, entre estos estaba Champollión, que
fue el primero en descifrar los complicados jeroglíficos gracias a
la piedra Rosseta (actualmente en el Louvre).
Con Napoleón pasa
como con el primer ministro inglés Winston Churchill, que
se le atribuyen multitud de frases ingeniosas y aforismos de
todo tipo. Algunas, muchas, serán verdad pero como todo en la vida
no todas salieron de sus labios o de su pluma (Churchill también fue
escritor) A ver que les parece esta: "Las batallas contra
las mujeres son las únicas que se ganan huyendo". Interesante
cuanto menos ¿No les parece?
Cuando fue
proclamado emperador acabó por subírsele su inmenso ego a la
cabeza, de tal forma que al coronarse en el Vaticano junto
al Papa, no consintió que éste le impusiera la corona en su
cabeza, porque entendía que nadie en el mundo estaba por encima de
él ¡Se la colocó él mismo!… con un par…
Por
cierto, Napoleón, considerado el mayor personaje francés
de la historia, patriota donde los haya, no era francés de pura
cepa. El fogoso emperador era nativo de la isla de Córcega,
de genealogía italiana, como todos los corsos. Hitler, el
adorado padre de la patria alemana de la época, tampoco era alemán,
sino austriaco. Salvando las enormes distancias Maduro,
el padrastro de la patria venezolana, no es venezolano, sino
colombiano. Y por esto tal vez lo destituyan y no por la ruina que en
está dejando al país. ¡Lo que son las cosas.!
Ahí
lo dejo...
Joaquín
Yerga
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