¡Qué bello es vivir!
La
vida es efímera. Disfrútala al máximo, total, no vas a salir vivo
de ella.
Anónimo
Justo
quince años antes de morir es cuando comenzamos a hacernos realmente
viejos. Dicho de otra forma, al primer síntoma de vejez, aprovechen porque le quedan tres lustros de vida. Esta exclusiva apareció esta semana en un medio informativo,
haciéndose eco por cierto, de un sesudo estudio hecho por
científicos en USA, como casi todos los de este tipo, por otra
parte. Pero no se alarmen, en cuanto descubramos la primera
señal tenemos tiempo de sobra para dejar todo atado y bien
atado. Algunos lo hacen mucho antes.
Con
estos datos en la mano podríamos hacer ya planes concluyentes de
futuro. Y
disfrutar a tope de esos últimos tres
quinquenios
antes de expirar ¡Claro! que siempre habrá alguien que desee no
saberlo. Hay que tener presente que
en esta cuenta atrás no valen accidentes o similares, todo debe
transcurrir de manera natural.
Al
hilo de esta investigación, y aun sabiendo que ahora y por diversos
motivos vivimos mas, no sé si somos conscientes de la
insoportable brevedad de la vida. A
mi humilde modo de ver las cosas deberíamos actuar de una
manera más inteligente. Yo
lo intento, aunque no siempre me sale. Me explico…
Sobre
como malgastar nuestro preciado tiempo inútilmente conozco
algún caso que clama al cielo. Sin ir más lejos, tengo una vecina
anciana ya la mujer que
entre otras inquietudes sin sentido, anda todo el día preocupada por
la factura de la luz y del teléfono. No
digo yo que pasemos olímpicamente de esos gastos y no revisemos las
facturas concienzudamente, pero me consta que esta buena señora
tiene sus buenos ingresos asegurados y unos ahorrillos en un par
de bancos. Se
le va la vida y ella no se entera. La
mujer (mi vecina) ronda los ochenta. Ignoro
si ha notado ya los mencionados síntomas. Pero
no
es el único caso conocido, sé de unos cuantos…
Otra
mujer, de trato no tan cercano pero conocida (ésta ya nonagenaria)
me manifestaba continuamente su desasosiego por no tener todos los
documentos de su, no tan pequeño patrimonio en regla. Las razones
que me daba eran: que no quería preocupar en exceso a sus herederos
(en este caso sobrinos) porque así, cuando ella pasara a mejor vida,
todos los asuntos de la herencia quedarían bien atados y concluidos.
Y
ellos estarían satisfechos
con su tía. Esta
ya anciana mujer padeció una vida áspera de emigración y duro
trabajo. Cuando murió, sola por cierto, sus sobrinos se repartieron
sus bienes encantados y sin ningún pudor.
Pudiera
parecer, (a
bote pronto),
que las dos tendrían sus facultades mentales alteradas, bien por la
edad, o influenciadas por los años de estrecheces pasados
durante sus respectivas juventudes,
pero no, estaban lúcidas. Esa
era
su manera de vivir y así lo habían hecho siempre. A
ambas les unía, creo,
una defectuosa interpretación de lo que es la vida, causada
seguramente por diversas circunstancias. Entre
ellas, el miedo o la ignorancia.
Apuesto
que todos
habremos sido testigos alguna vez de episodios como los que acabo de
contar, incluso
de algunos más
ruines aun. La cantidad de gente que lleva una vida de escasez y
penuria pudiéndose permitir una vida mejor, seguramente
sea enorme. No solo practicar una deficiente política económica
doméstica es la que impide a muchos disfrutar más y mejor de los
efímeros años que estemos en este mundo (el único del que tenemos
pruebas fiables). También
son legión las personas que los pasan estresados, malhumorados, o
iracundos debido a continuos ajetreos causados por asuntos
menores, o inútiles.
Para
ser conscientes de lo que es la vida y cómo aprovecharla al máximo,
lo más indicado, sin duda alguna, son: por
una parte sentido común y por la otra más
cultura. También
la experiencia, aunque esta última siempre llega tarde. Y
por
cierto, sin
las dos premisas primeras a menudo no fructifica. El
mejor ejemplo de esto lo tenemos en las dos historias descritas.
Otras
veces son cuestiones morales, costumbres arcaicas o estériles
orgullos, lo que impide a los seres humanos ser felices. Nos
obcecamos, conscientes o inconscientemente, en colocar barreras en
los accesos a ese anhelado placer que es, vivir tranquilos
y satisfechos
con uno mismo en la medida de lo posible ¿A cuántos buenos momentos
hemos renunciado torpemente en la familia, en la pareja o incluso
entre las buenas amistades, por equivocaciones de ese tipo? ¿Y
por soberbia o vanidad ? Después, con el paso del tiempo
aparece el amargo arrepentimiento, cuando ya ni el tiempo ni
las personas queridas son recuperables.
He
padecido, en ocasiones, personas envidiosas. Un
mal muy extendido en España (nuestro pecado capital según algunos).
Individuos
que se han amargado su existencia, y la de todos los de su círculo
de manera infame, criticando o indisponiendo unos contra otros ante
su complaciente mirada, creyendo erróneamente con esto obtener el
mayor gozo. Evidentemente ante esta insana actitud no es posible una
vida extensa y apacible. Sobre
todo esto último.
El
decir
que la
vida es angustiosamente
corta (sé que no descubro nada nuevo). Y
por eso hay que aprovecharla toda ella disfrutando con los grandes
acontecimientos sobrevenidos, pero también, (sobretodo
porque son más)
de las pequeñas cosas cotidianas que nos suceden a cada instante.
Todo debe tener su justa importancia. Y
debemos,
tanto
relativizar sucesos que nos parecen increíbles, como
valorar
otros
que los pasamos por insignificantes.
Para mejor discernir lo uno de lo otro necesitamos sobre todo mucha
sabiduría.
Por
motivos que desconozco aunque lo intuyo, hacer o practicar el bien es
la opción preferida y más valorada que se ha dado siempre y en
todas las culturas. Lo contrario sería confusión y anarquía.
Tenemos
inoculada, creamos o no, la certidumbre de que la bondad es útil
para nuestro bienestar emocional. Con
esto se deduce,que
haciendo buen uso de ella ganamos en
calidad de vida.
Estos
tiempos que nos ha tocado vivir se podrían considerar poco aptos
para la felicidad. La
vida ajetreada, el individualismo (propio del modo de vida
occidental) y la soledad, son contraproducentes para la vida
afectiva. Bien es cierto
que tenemos
a favor y a nuestro alcance suficientes recursos de todo tipo
para que, bien administrados y debidamente aplicados, ayude
a ese
bienestar emocional tan
perseguido.
Según
encuestas, los países más pobres (si no están sumidos en algún
tipo de conflictos) son los más felices de la tierra. Pero
advierto que la felicidad es un concepto muy subjetivo. Sin
ir más lejos, a esto último se contrapone el afán de emigrar de la
gente más pobre y sin recursos a los países industrializados, en
teoría mucho más infelices.
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
24/04/2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario