A veces, lo más bello de la vida
no es lo más bello: es lo que más se ama.
Si después sopla el frío en esa llama,
lo más bello es aquello que se olvida...
--José Ángel Buesa--
Me llamo Antonia, tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, y una habitación de 12 metros cuadrados.
Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa.
Ya no tengo las risas de mis nietos; nos los veo crecer, abrazarse y pelearse. Uno viene a verme cada 15 días; algunos, cada tres o cuatro meses; otros, nunca...
Ya no hago croquetas, ni huevos rellenos, ni rulos de carne picada, ni punto, ni crochet. Aún tengo, eso sí, pasatiempo para hacer sudoku que entretienen algo.
No sé cuánto me quedará de vida, y debo acostumbrarme a está soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado. Desaparecen con frecuencia.
Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué?...
Cuando estoy sola, puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído. Y eso es todo.
A menudo me acuerdo de mi abuela, murió con la edad que tengo yo ahora, pero murió feliz y rodeada de sus hijos y nietos. Aún a su edad era muy considerada en la familia y sus opiniones tenidas en cuenta. Yo moriré sola.
Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y devolver a nuestros padres el tiempo que nos regalaron al criarnos.
"Cuidar de quien ya cuidó de nosotros, es la mayor de las honras."
P. D.
Antonia ya no está entre nosotros, se nos fue no hace mucho, sola como ella temía.
Por cierto, igual que Antonia están millones de ancianas y ancianos en residencias, muy mayores, eso sí, bien tratadas, eso sí, pero morirán tristes y en soledad.
Joaquín
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